Peregrinos y refugiados rezan en Fátima por la paz en Ucrania

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Conmovida hasta las lágrimas, Nellya Chernishenko, refugiada ucraniana en Portugal, se unió a las decenas de miles de peregrinos congregados el jueves y viernes en el santuario católico de Fátima para rezar por la paz en Ucrania.

Acompañada por su familia, una parte de la cual vive en Portugal desde 2019, esta mujer ortodoxa de 64 años hizo su primera peregrinación a este santuario del centro del país, situado a 130 km al norte de Lisboa.

"Esta peregrinación es muy importante, es una gran ocasión para pedir a Dios la paz en Ucrania, porque somos muchos y eso da fuerza", confía a la AFP.

Después de dos años de restricciones sanitarias, unos 200.000 fieles convergieron hacia la explanada que se extiende a los pies de la basílica de Nuestra Señora del Rosario de Fátima y puede acoger hasta 300.000 personas, indicaron los responsables del sitio.

En el momento de la invasión de Ucrania por parte de Rusia a finales de febrero, Nellya Chernishenko huyó bajo los bombardeos de su municipio de origen, Avdivka, situado a unos veinte kilómetros de Donetsk, en el este del país, donde tenía una tienda.

Ahora vive con una de sus hijas, Yana Murzaieva, que migró a Portugal en 2019.

- Las oraciones ayudarán a Ucrania -

Reunida bajo el mismo techo, esta familia de ocho miembros, entre ellos cuatro refugiados, tiene una pequeña explotación de aceite de oliva en Telhados Grandes, aldea montañosa a media hora de camino al sur de Fátima.

Los conflictos que asolan la región de Donetsk desde 2014 despertaron los sentimientos religiosos de Nellya. "Empecé a creer, la religión nos ayuda. Me siento bien en Portugal, pero espero volver algún día a Ucrania, actualmente nadie sabe si el Donbás se convertirá en territorio ruso o no", añade, llorosa.

Llegada de Kiev especialmente para la peregrinación a Fátima después de un largo viaje de tres días en tren, Elena Kostetskaya fue al santuario con su nieto de siete años, Grisha, refugiado ucraniano que vive desde hace dos meses en Lisboa con su padre.

"Soy budista, pero creo firmemente que Fátima tiene una energía especial y que nuestras oraciones ayudarán a nuestro país", asegura esta mujer, de 58 años, vestida con una típica blusa bordada donde figura un broche con los colores de Ucrania.

"¡Hay que dejar de matar a gente inocente, es horrible!", clama, conmovida.

"Deseo que la presencia materna de María resplandezca en estos tiempos difíciles, cuando todavía somos víctimas de una pandemia que condiciona a toda la humanidad y de una guerra que golpea a Ucrania con una ferocidad trágica y destructiva", exhortó por su parte el obispo de Fátima, monseñor José Ornelas, durante la misa del viernes.

Desde el altar instalado delante de la basílica de Fátima, uno de los sitios marianos más frecuentados del mundo --como Lourdes en Francia--, una estatua de Nuestra Señora de Fátima fue bendecida para ser enviada a Leópolis, en el oeste de Ucrania.

Para esta primera gran peregrinación del año, la multitud de creyentes se reunió el jueves al final del día y, al caer la noche, la explanada se iluminó con una multitud de velas, para acompañar, en silencio, a los fieles durante la tradicional procesión con antorchas.

Bajo un sol de plomo, los numerosos fieles se reunieron de nuevo el viernes para encender velas y rezar ante la Capilla de las Apariciones, erigida en el lugar donde tres jóvenes pastores afirmaron haber visto a la Virgen en 1917.

Según la tradición católica, María se les apareció en seis ocasiones ese año, entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917.

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