En el norte del Donbás, entre la negación y el fatalismo ante la ofensiva rusa

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Lisichansk, Ucrania, a 14 km de las posiciones rusas. Dos meses de ataques han dejado esta ciudad de la región de Lugansk con un aspecto fantasmagórico. Los comercios están cerrados, con planchas de madera en las ventanas y las puertas atrancadas.

Solo un pequeño mercado cubierto en el centro de la ciudad sigue en marcha para garantizar el reabastecimiento de guerra. El otro fue bombardeado.

"Los que se han quedado salen de sus sótanos por la mañana y se precipitan aquí para ver si queda alguna cosa, hacen rápido la compra y vuelven a su refugio", explica Tetiana Ivanenko, detrás del tablón de su panadería.

"Cuando he vendido el último", me voy, explica la panadera de 45 años, decidida a "alimentar" su ciudad hasta el final.

Lleva lloviendo toda la mañana y las tropas ucranianas y rusas parecen haber retrasado sus ya rutinarios intercambios de disparos de artillería.

Un centenar de personas se han agrupado bajo la cristalera del mercado. Esta multitud pone a todo el mundo nervioso.

"Toda esta gente, esto acabará mal", dice una mujer mayor, impaciente ante la cola de la verdulería, sugiriendo un posible ataque como ocurrió hace dos semanas en la estación de la ciudad vecina de Kramatorsk.

- "Su última oportunidad" -

En Severodonetsk, las tropas rusas se encuentran a solo 10 km. En el hospital, con algunos cristales rotos y algunas plantas completamente a oscuras, voluntarios, socorristas y personal médico civil y militar mantienen el lugar.

Los disparos de obús se han reactivado y la ciudad está a punto de verse rodeada por el avance ruso.

"Nos quedaremos hasta el último paciente", asegura Roman Vodianik, su director, atrincherado en medio de iconos ortodoxos en su oficina. El bloque quirúrgico de la séptima planta todavía puede funcionar, asegura.

"Pero operar bajo bombardeos no es lo ideal" y, salvo urgencia vital, el hospital ahora mismo no sirve más que para acoger a aquellos que no tienen otra parte donde ir.

Yuliana Aleseievna, de 81 años, quedó allí rezagada. "De eso hace dos meses. Vengo de Shchastia (una ciudad ahora ocupada por los rusos), mi casa fue bombardeada y se incendió", dice la anciana con una mano vendada.

Los últimos civiles de Severodonetsk, resignados a aguantar la ofensiva, se han reagrupado en el subsuelo de la fábrica de nitrógeno Ostchem, esperando a que pase el temporal.

El inmenso búnker reforzado con hormigón de la época soviética acoge a 167 personas, entre ellas familias, embutidas día y noche en unas condiciones insalubres y bajo el rugido de las máquinas.

"Nos alimentamos, tenemos sopa y borsch (una típica sopa de remolacha, ndlr), un gran barril, pero para 160 personas", explica Zinaida Dimovskij, de 66 años, refugiada en un catre.

A pesar de los bombardeos, las ambulancias de la Cruz Roja ucraniana quieren evacuar a la población.

"La situación empeora, nuestra prioridad es evacuar a las personas discapacitadas o mayores que aceptan marchar pero no pueden. Es probablemente su última oportunidad", dice Oleksandre Chernish, en un uniforme rojo.

Una mujer de 92 años agoniza en una camilla. "No llegará con vida al hospital", lamenta uno de los conductores de  ambulancia.

- En el frente -

En Rubizhne, no hay distancia con el frente. Esta ciudad, ligeramente al norte de las dos anteriores, es el frente.

Un chasquido, luego un zumbido. La artillería ucraniana acaba de disparar una batería de obuses contra las posiciones de la infantería y artillería rusas que han penetrado en la ciudad.

La línea de enormes edificios soviéticos de esta pequeña ciudad industrial desaparecen detrás de la humareda. Tres pequeñas bolas de humo negro quedan flotando en el cielo azul: son drones rusos abatidos por la defensa antiaérea ucraniana.

La batalla por Rubizhne se ha intensificado desde el miércoles. Las fuerzas ucranianas se enredan en combates callejeros, como atestiguan los disparos de armas automáticas que se escuchan cerca del lugar donde está AFP.

En la víspera corrió el rumor de que la ciudad había caído a manos rusas, pero el Estado Mayor ucraniano lo desmintió el viernes por la noche.

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