En El Cairo, los rizos se convierten en símbolo de libertad femenina

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Durante años, Rola se alisó la melena. "Para mí era bonito", afirma. Pero ahora, en su salón para pelos rizados y ondulados, su amiga Sara y ella se suman a la "revolución" de los cánones de belleza en Egipto.

"Generaciones enteras crecieron con ideales de belleza inadaptados" tomados de los códigos occidentales, lamenta Sara Safwat. Y durante décadas, millones de egipcias se alisaban religiosamente el pelo.

Rola Amer reconoce que "cortar el pelo rizado lleva más tiempo que el pelo liso" pero, tras tres horas de trabajo, su clienta parece satisfecha.

Creado en 2018, The Curly Studio (El Salón Rizado, en inglés) es el primer en Egipto en abrazar el movimiento "pelo natural", asegura Sara, de 38 años.

En este establecimiento en un barrio de moda de El Cairo, los rulos han reemplazado las planchas alisadoras y las melenas se cortan en seco para preservar la forma de los rizos.

Y es que el alisado es peligroso, advierte Sara. "Una vez, una madre trajo a su hija de tres años: tras un tratamiento químico para tener el pelo liso, se le cayó todo", dice a AFP.

- Un movimiento social -

La misma Rola reconoce que antes la "norma" era el alisado y que llevar su pelo rizado natural le hacía sentir "desaliñada".

"¿Vas a venir así?", era una pregunta inevitable en las entrevistas de trabajo, apunta Sara. Pero aunque su pelo se consideraba como "poco profesional", ella continuó luciendo rizos en el trabajo.

A principios de los años 2000, la cantante libanesa Myriam Fares era una de las escasas figuras con pelo rizado en el mundo árabe. Al mismo tiempo, en Estados Unidos, el movimiento por el pelo natural animaba a las mujeres negras a preservar su cabellera natural.

En 2012, en Egipto, la actriz Dina el Sherbiny fue de las pocas en romper un tabú mostrando sus rizos en la exitosa serie "Hekayat banat" (historias de mujeres, en árabe). Diez años después, los rizos son omnipresentes en las calles de El Cairo, en las series y en los paneles publicitarios.

La egipcio-palestina May Calamawy exhibe también sus tirabuzones en Hollywood en la serie de la franquicia Marvel, "El Caballero Luna".

"Ha habido un movimiento social de verdad", explica a AFP Doaa Gawish, que lanzó en 2016 The Hair Addict (La adicta del pelo, en inglés), un grupo de Facebook dedicado al pelo natural.

En solo un verano, pasó de 5.000 a 80.000 miembros mientras el mercado local de cosméticos crecía un 18%.

Dos años después, Gawish lanzaba una empresa homónima dedicada al cuidado capilar. "Muchas grandes marcas han sacado productos para pelo rizado porque han notado que era una parte indispensable de la clientela", asegura.

Las melenas de 103 millones de egipcios hacen funcionar 500.000 peluquerías y generan más de tres millones de empleos, estimó en 2020 en una radio Mahmoud el Degwy, representante de los peluqueros en la cámara de comercio de El Cairo.

- Los hombres también -

Mariam Ashraf, profesora de 26 años, también ha aprovechado el filón. Aunque al principio eran un entretenimiento, sus videos en Instagram se han convertido en "una fuente de ingresos", explica esta "especialista de pelo rizado" con más de 90.000 seguidores en la red social.

"Las marcas me contactan cada vez más para hablar de productos para pelos rizados (...) y agencias de modelos me contratan para publicidad", añade.

Pero tener cuidado de la cabellera no está al alcance de todos. Si el salario mensual medio de un hogar egipcio se sitúa sobre las 6.000 libras (300 euros, 325 dólares), un corte en Curly Studio puede costar 600 libras.

El fenómeno no es solo femenino. Algunos hombres también se dejan seducir por los tirabuzones.

Omar Rehim descubrió los suyos casi por sorpresa. Durante el confinamiento por la pandemia del coronavirus, al no poder ir al peluquero, este experto en ciberseguridad vio cómo aparecían en su melena.

Ahora frecuenta el Curly Studio, con una clientela mayoritariamente femenina fruto de una sociedad patriarcal y conservadora.

"La gente piensa que un hombre no debería ocuparse de su pelo o comprar cosméticos", explica, denunciando "la masculinidad frágil", el miedo de algunos hombres de verse asociados a estereotipos femeninos.

"Me gustaría de verdad hacerles comprender que es normal (...), pero no me siento todavía preparado para librar este combate", lamenta.

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