¿Puedo y quiero tener un cargo directivo?

Codiseñar la empresa, tomar alguna decisión desagradable, estar en el centro de todas las miradas: las exigencias a los directivos son altas. Sin embargo, o justamente por eso, muchos empleados aseguran que llegar a esos puestos es la meta de su carrera.

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ILUSTRACIÓN - Asumir un rol directivo en el trabajo implica muchos desafíos, que no siempre son compatibles con las características de todos y todas. Foto: Christin Klose/dpa
ILUSTRACIÓN - Asumir un rol directivo en el trabajo implica muchos desafíos, que no siempre son compatibles con las características de todos y todas. Foto: Christin Klose/dpa

Codiseñar la empresa, tomar alguna decisión desagradable, estar en el centro de todas las miradas: las exigencias a los directivos son altas. Sin embargo, o justamente por eso, muchos empleados aseguran que llegar a esos puestos es la meta de su carrera.

Pero en realidad no son tantos los que realmente pujan por alcanzar ese objetivo. Según una encuesta representativa del 2020, encargada por Initiative Chefsache, solo el 35 por ciento de los 5.000 entrevistados querría asumir un puesto de dirección. Un 30 por ciento de las mujeres y un 40 por ciento de los hombres. Y la tendencia es a la baja.

Según Jörg Schmidt, ya en la juventud uno se da cuenta muchas veces si dirigir es para uno o no. Él se encarga en la escuela de educación para adultos Haufe Akademie de gestionar el área de capacidades de mando y dirección. Una persona a la que le gusta organizar algo proactivamente, estar en el centro de las miradas y a la que le resulta fácil comunicar ya cumple con condiciones importantes para ello, dice.

A esto se suma otro punto a considerar: a uno le debe gustar reflexionar sobre uno mismo y desarrollarse. "En principio, todo esto también se puede aprender", señala Schmidt. "Pero uno debería sentirse cómodo en un puesto de dirección. Y para eso es importante la afinidad (al liderazgo)".

Lo mismo opina la coach Ute Bölke. "Quien quiera ser un directivo deber hacerlo con convicción interna". Optar por ello por un tema de estatus o por el dinero puede tener sus costos tarde o temprano, agrega.

Hay diferentes razones para ello. La más importante: "Las personas son complicadas", dice Bölke. Aunque suena gracioso, es la pura verdad y es serio. No siempre se pueden comprender las dinámicas grupales, ni hablar de controlarlas. Pero justamente esa es la tarea de un directivo. Para ello hace falta mucha sensibilidad y la capacidad de ganarse la confianza de las personas.

Pero también hay que poder imponerse. Y lógicamente, los puntos de vista del directivo deben estar en armonía con los de la empresa. Además, uno debería tener en claro que como directivo reparte tareas específicas. Estas las resuelven los empleados. "Se trata de poder aprovechar todo el potencial de un equipo, en vez de tomar uno cada decisión", subraya Schmidt.

Quien se sienta preparado para estas tareas puede probar suerte como directivo. Pero hay más desafíos que afrontar, no importa si uno asciende en la propia empresa o si uno viene de fuera, asegura Bölke.

Si los empleados ascienden de puesto dentro de un mismo equipo, a veces se enfrentan a problemas de aceptación. Pasar de colega a jefe es algo que no le gustará a todos los que mantienen su antiguo puesto. Y es que el respeto como directivo es algo que uno debe ganarse, aún cuando ya sea conocido por las demás personas.

Si uno llega nuevo a una empresa, podría toparse con sorpresas desagradables: el equipo que uno debe dirigir no funciona, o los empleados se lamentan de que se haya ido el jefe anterior.

Justamente en estas llamadas "posiciones sándwich" siempre es muy difícil desempeñarse. "Las expectativas y las pretensiones de abajo y de arriba ponen a muchos bajo una fuerte presión", dice Bölke.

También hay cosas positivas: leyes no escritas como la de que "el jefe debe ser el primero que llega y el último en irse" ya no rigen como antes. Pero tampoco vale ya lo de tener siempre la última palabra como jefe, advierte Schmidt. "Los empleados muchas veces conocen mejor los procesos y tienen razón", explica.

Schmidt recomienda que quien esté seguro de su objetivo debería pensar muy bien en cómo organizar el trabajo en su puesto de directivo y no improvisar. Lo mejor es repasar la nueva tarea mentalmente y diseñar un escenario para los primeros 100 días: ¿qué quiero haber alcanzado hasta entonces? ¿Y cómo lo quiero lograr?

Uno también debería reflexionar sobre cómo organizar las reuniones, cuántas veces se reunirá con los empleados cara a cara y cómo le gustaría trabajar con los otros directivos.

Como jefe, uno muchas veces se mueve dentro de un estrecho margen entre adaptarse bien a la cultura y filosofía de la compañía y a la vez dejar su propia marca, indica Schmidt. "Uno quiere destacar con sus ideas, cuestionar cosas, pero no superar los límites de la cultura empresarial".

No existe un manual de instrucciones para eso. Lo que se puede y lo que no se puede hacer varía mucho de compañía en compañía, dice Schmidt. Con el tiempo, uno desarrolla la habilidad de darse cuenta hasta dónde se puede tensar la cuerda y cuándo es mejor ceder y seguir la corriente.

Pero Schmidt subraya además: todos saben que uno es nuevo en la tarea. "O sea que no hace falta que uno finja que todo marcha a la perfección". Él aconseja ser muy sincero en cuanto a dónde se está parado. Es un error no querer mostrar ninguna debilidad y simular conocimientos y competencia cuando no se los tiene. "La mayoría se da cuenta cuando uno está inseguro. Uno debería mostrarlo abiertamente y mantenerse auténtico como persona".

dpa