La "estabilidad", eje de las elecciones en Serbia bajo la sombra de la guerra

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Serbia celebra el domingo elecciones en las que el presidente populista Aleksandar Vucic busca un nuevo mandato con la promesa de "estabilidad", en medio de la guerra de Ucrania que sacude al este de Europa.

Tras casi una década en el poder, el partido de centroderecha SNS del jefe de Estado debe confirmar su control del Parlamento, según los últimos sondeos en este país tradicionalmente cercano a Rusia.

Además de sus 250 diputados y su presidente, el país balcánico de siete millones de habitantes elegirá consejos municipales.

La invasión lanzada por Rusia sobre Ucrania a finales de febrero alteró el curso de la campaña electoral que, según los analistas, iba a centrarse en el medioambiente, la corrupción y los derechos.

Pero Vucic, acusado de autoritarismo por sus rivales, sacó provecho de la inestabilidad causada por la guerra, presentándose como el único capaz de timonear el país en medio de la tormenta.

"Aquí hay harina, aquí hay sal que fue entregada ayer, los almacenes están llenos. Aquí hay guisantes", dijo en televisión, destacando las reservas alimentarias de Serbia en plena crisis inflacionista.

A media campaña, el presidente saliente inventó un nuevo eslogan: "Paz. Estabilidad. Vucic".

"Grandilocuente" para sus críticos, el gobierno envía mensajes "cuidadosamente calibrados para los electores", explica a AFP Zoran Stojiljkovic, profesor de ciencias políticas en Belgrado.

En un país antes considerado como un paria, sigue muy vivo el recuerdo de las guerras que llevaron a la desintegración sangrienta de Yugoslavia y las sanciones económicas que golpearon a la clase media.

La gente prefiere un líder que promete estabilidad antes que arriesgarse a un cambio, asegura Stojiljkovic.

"Las grandes crisis, al menos a corto plazo, favorecen siempre a quienes ya están en el poder. Generan incertidumbre, miedo y la esperanza de que el sistema garantizará al menos la seguridad básica", añade.

- Poder a todos los niveles -

Hace apenas unos meses, parecía que la oposición podía voltear el equilibrio de poder.

En enero, Vucic anuló un controvertido proyecto para una mina de litio que provocó protestas de decenas de miles de personas.

Fue un paso atrás que sorprendió en un hombre poco dado a rectificar tras una década en el poder como primer ministro adjunto, primer ministro o presidente.

Y aunque siga siendo favorito, la oposición confía en una alta tasa de participación para forzar una segunda vuelta.

En los sondeos, su principal rival es el general retirado Zdravko Ponos, candidato presentado por sorpresa por la oposición proeuropea.

"No se trata de saber si la oposición tendrá algunos escaños de más, sino de si Serbia existirá como país democrático y europeo si (Vucic) se mantiene en el poder otros cinco años", dijo Ponos a la AFP.

Pero los analistas no esperan grandes cambios respecto al Parlamento saliente, controlado casi por completo por la coalición favorable a Vucic.

La guerra "ha cambiado las prioridades de los electores" y la oposición se resiente "sin poder adaptarse a las nuevas circunstancias", juzga Bojan Klacar, jefe del CESID, organismo independiente de vigilancia electoral.

En Serbia, muchos habitantes respaldan la guerra del Kremlin, incluidos algunos partidos de la oposición. Y aquellos que no la apoyan, no osan decirlo por miedo a alejar a los votantes pro-Moscú.

Además, Vucic cuenta con otras armas. En su mandato ha estrechado su influencia en todos los niveles del poder y controla de facto las instituciones y casi todos los medios. Según una reciente encuesta de Demostat, un 43% no creen que las elecciones sean libres.

En la precampaña, el presidente distribuyó numerosas ayudas, incluidos dos pagos de 100 euros para los jóvenes de 16 a 29 años, en un país con un salario medio de 600 euros (665 dólares).

"Es comprar el electorado", dijo el estratega de comunicación Igor Avzner.

Pero muchos jóvenes siguen apáticos. "Honestamente, creo que Vucic ganará aunque mucha gente esté contra él", dice Una Ignjatovic, habitante de Belgrado de 18 años.

"Me temo que no hay otra persona para representar una alternativa", añade.

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