¿Por qué ahora los ucranianos son bienvenidos en Grupo de Visegrado?

El ataque ruso en Ucrania desencadenó una enorme ola de solidaridad en Polonia, la República Checa, Eslovaquia y otros países del este de la Unión Europea (UE), donde los ucranianos que huyen de la guerra son recibidos con los brazos abiertos.

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ARCHIVO - Voluntarios polacos aguardan en el paso fronterizo de Medyka la llegada de refugiados ucranianos para asistirlos en sus necesidades más inmediatas. Foto: Christoph Reichwein/dpa
ARCHIVO - Voluntarios polacos aguardan en el paso fronterizo de Medyka la llegada de refugiados ucranianos para asistirlos en sus necesidades más inmediatas. Foto: Christoph Reichwein/dpa

El ataque ruso en Ucrania desencadenó una enorme ola de solidaridad en Polonia, la República Checa, Eslovaquia y otros países del este de la Unión Europea (UE), donde los ucranianos que huyen de la guerra son recibidos con los brazos abiertos.

Así es como, por ejemplo, los refugiados reciben una comida caliente apenas llegan a la estación fronteriza polaca de Przemyśl. O el caso de la República Checa, que envía trenes especiales para entregar ayuda y recoger a las personas que buscan resguardo.

Incluso, la pequeña Eslovaquia ya recibió a cientos de miles de personas que cruzaron la frontera provenientes de Ucrania.

Se trata de los mismos países que durante la crisis migratoria de 2015 y 2016 rechazaron refugiados de las guerras de Siria, Irak y Afganistán. 

En aquel momento, el Grupo de Visegrado, que conforman Polonia, Eslovaquia, la República Checa y Hungría, se opuso a la decisión del Consejo Europeo de redistribuir equitativamente a los solicitantes de asilo entre todos los países de la UE.  

La disputa acabó incluso ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que dictaminó en abril de 2020 que estos países incumplieron sus obligaciones legales al ignorar sistemáticamente y durante años las cláusulas de los mecanismos europeos de reubicación de solicitantes de asilo y protección internacional.

¿Por qué ahora es diferente? "La islamofobia es muy fuerte en Polonia, y los refugiados de Ucrania son más cercanos en términos de religión y cultura que los sirios", explica el politólogo polaco Antoni Dudek.

Según Dudek, otro motivo importante es la simpatía por las víctimas de la agresión rusa. "Los polacos tienen una larga tradición de revueltas contra Rusia", explica.

La lucha del sindicato Solidaridad, que derrotó al régimen comunista en los años 1980, también es interpretada por muchos polacos como una resistencia contra el imperialismo ruso.

La situación es similar en la República Checa y en Eslovaquia, donde se recuerda la sangrienta represión del movimiento democrático de la Primavera de Praga en agosto de 1968.

"Hay muchas personas que dicen que entonces cometimos un error al no defendernos", destaca el sociólogo checo Jan Herzmann. Y agrega que por ello, la lucha de los ucranianos por su país despierta admiración.

Según el sociólogo, otro aspecto es que en las últimas décadas la gente ha tenido experiencias positivas con los inmigrantes ucranianos. Incluso antes de la actual guerra, constituían ya el mayor grupo de extranjeros en la República Checa.

"Los que están aquí son buenos trabajadores y decentes", señala Herzmann. También Polonia es desde hace mucho tiempo destino de trabajadores ucranianos, sobre todo en el sector de la construcción y la agricultura.

Incluso Hungría, que en 2015 se cerró completamente a quienes buscaban protección desde Medio Oriente y Asia, mantiene sus puertas abiertas a los ucranianos.

Sin embargo, la gran mayoría de ellos sigue hacia otros países europeos, sobre todo a aquellos donde ya viven y trabajan familiares y amigos. Según cifras de la policía no actualizadas, desde el inicio de los ataques rusos llegaron a Hungría más de 250.000 refugiados de guerra.

"No solo ayudamos a los demás, sino también a nosotros mismos, porque nos enfrentamos a nuestros propios miedos", afirma el psiquiatra Jan Vevera, de la clínica universitaria de Pilsen, en la República Checa. Sin embargo, el especialista advierte que eso también conllevará a una fase inevitable de desilusión, que provocará decepción y generará que las teorías conspirativas encuentren un caldo de cultivo.

"Debemos contar con que los refugiados no siempre se comportan exactamente como nos imaginamos", resalta el especialista de 51 años.

Vevera considera que muchos refugiados pueden sentirse frustrados por su situación, y en ese caso, pueden estar tensos e irritarse con facilidad. Las mujeres también se preocupan por sus maridos que se quedaron en Ucrania.

Además, algunos exigirán en lugar de mostrar simplemente gratitud. "Tenemos que estar preparados para ello", advierte.

Muchos expertos opinan que, pese a una mayor disposición por parte de los países a recibir refugiados, la guerra en Ucrania tampoco ayuda a imponer cuotas permanentes de redistribución de refugiados dentro de la UE.

"Tan solo el propio término 'cuotas' es un veneno", subraya el sociólogo Herzmann, en vista del escepticismo generalizado de la Unión Europea.

El politólogo Lukas Jelinek tampoco espera que los Gobiernos en Praga, Varsovia o Budapest se replanteen la situación.

"Los Estados de Visegrado seguirán argumentando durante mucho tiempo que han ayudado a muchos ucranianos y que, por lo tanto, no tienen capacidad para inmigrantes de otros continentes", concluye Jelinek.

El sociólogo Michal Vasecka, de Bratislava, explica que quienes son percibidos como extranjeros son fácilmente rechazados en una sociedad muy tradicional y profundamente cristiana como la eslovaca.

"Esto no solo se remite a los extranjeros, sino que afecta a cualquier persona que sea diferente en otros aspectos o que piense de forma distinta y que, por lo tanto, sea percibida como extraña", afirma el sociólogo de 49 años.

Aunque Rumanía no forma parte del grupo centroeuropeo de Visegrado, durante la crisis migratoria de 2015 declaró que no podía acoger a más de 1.700 refugiados. 

Ahora, los ucranianos son recibidos con los brazos abiertos por las autoridades y por muchísimos particulares. El factor decisivo es también en este caso la imagen de la amenaza rusa que se tiene desde hace siglos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Rumanía perdió territorio en favor de la entonces Unión Soviética, incluyendo lo que hoy es la República de Moldavia.

La fobia contra Rusia llegó a tal punto que incluso el dictador rumano Nicolae Ceaușescu llegó a criticar públicamente la invasión soviética de Praga en 1968 y se distanció de Moscú, postura que mantuvo durante toda su vida.

dpa