En Costa de Marfil, la amenaza yihadista alimenta la hostilidad contra los fulani

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"Ya no voy a los campos, tengo miedo de encontrarme con los fulani", dice una habitante de Kafolo, una pequeña población de Costa de Marfil, donde los recientes atentados yihadistas han exacerbado la hostilidad hacia esta comunidad, acusada de ser mayoritaria en los grupos armados.

En la entrada del pueblo, muy cercano a la frontera con Burkina Faso, hay un gran campamento militar, con una torre de vigilancia junto a la pista polvorienta por donde entran los escasos visitantes.

Kafolo sufrió dos ataques, en junio de 2020 (14 soldados muertos) y en marzo de 2021 (2 soldados muertos).

A la sombra de un gran árbol, bajo el viento fresco de la mañana, el jefe de la aldea, Bamba Tiemoko, recuerda las consecuencias del primer ataque.

"La población estaba asustada, era la primera vez que nos pasaba. La gente ya no salía al campo ni a pescar", dice.

Un temor que siguen sintiendo algunos habitantes.

"Seguimos teniendo miedo, pero lo afrontamos. Intentamos no quedarnos mucho tiempo en el campo, volver a casa antes del mediodía", dice Lamissa Traoré, presidente de la asociación juvenil local.

"Ya no voy a los campos, tengo miedo de encontrarme con los fulani", dice Clarisse Siphoho, secretaria de una asociación local de mujeres.

"La mayoría de los que vinieron a perpetrar los ataques son fulani. Ahora somos precavidos", asegura.

Aunque los atentados de Kafolo nunca fueron reivindicados, las autoridades marfileñas afirman que fueron perpetrados por ciudadanos extranjeros.

- "En el punto de mira" -

Los habitantes acusan a la comunidad fulani, también conocidos como peul, formada por pastores seminómadas que suelen cruzar la frontera con la vecina Burkina Faso para que pasten sus bueyes.

"Los tenemos en el punto de mira", admite un funcionario de la región que cuenta con la colaboración de la población para alertar a las autoridades si ven a un individuo sospechoso.

"Sentimos mucha desconfianza cuando llega un extraño al pueblo. Hacemos preguntas sobre el propósito de su viaje, su destino y podemos llevarlo a los militares", confirma el jefe del pueblo.

Tras el ataque de junio de 2020, muchos fulani se marcharon de la noche a la mañana.

"Antes de los actos terroristas, había una gran fraternidad. Pero tras el ataque, hubo detenciones y algunos fulani se marcharon. Si se van, es porque tienen algo que reprocharse", dice Bamba Tiemoko.

"A causa de los ataques, tenían miedo de las represalias y abandonaron el pueblo", según Clarisse Siphoho.

Amadou (nombre cambiado), un pastor fulani, pasó tres meses y medio en una prisión de Korhogo, una ciudad del norte de Costa de Marfil, por sospechas de estar vinculado con los atacantes.

Tras ser liberado volvió a vivir a la región.

"Aquí, cuando la gente ve a un fulani que va en moto por el pueblo, tiene miedo y lo ve como un yihadista", lamenta.

Casado con una marfileña, no se siente "excluido" y tiene dudas sobre si los demás fulanis fueron expulsados por los habitantes del pueblo, aunque todo el mundo en Kafolo jura lo contrario.

Aunque la presencia militar tranquiliza a la población, muchos deploran las consecuencias de estos ataques, sobre todo en el turismo de la región, clasificada como zona roja por la mayoría de cancillerías occidentales.

El Kafolo Safari Lodge, con sus avestruces y safaris en el vecino Parque de Comoé, co 40 habitaciones, lleva meses cerrado.

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