Pasó el estrés y vuelven los cruceros por el Caribe

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ARCHIVO - El turismo vuelve a calentar motores, pero aún quedan vacías muchas reposeras en las playas del Caribe, como estas en Curazao. Foto: Joachim Hauck/dpa
ARCHIVO - El turismo vuelve a calentar motores, pero aún quedan vacías muchas reposeras en las playas del Caribe, como estas en Curazao. Foto: Joachim Hauck/dpa

El pequeño Hajo agranda los ojos cuando ve los puestos con estrellas de Navidad, manzanas con chocolate, salchichas y vino caliente. El niño alemán se asombra, porque en realidad este año, por la pandemia, no iba a haber mercadillos navideños.

También a la madre la actividad le parece fuera de lo común. "Parece que hay que viajar al Caribe para poder ir a un mercadillo y tomar vino caliente con 28 grados", comenta.

La pequeña feria se encuentra sobre la cubierta con piscina del barco "Mein Schiff 2". Fue levantada y armada amorosamente por la tripulación el primer domingo de adviento. Adentro, en el centro de pasajeros, brillan las luces de un gigantesco árbol de Navidad.

Casi parece que no hubiera pandemia de coronavirus a bordo del barco. Al menos, casi no.

El crucero como un sistema cerrado

Todos los pasajeros y los miembros de la tripulación están vacunados al menos con dos dosis. Además, son testeados durante los 14 días que dura el viaje por el Caribe. Sin vacuna y sin test nadie puede subir a bordo. Eso hace posible muchas cosas que en los países de origen de cada uno no se pueden hacer.

Por eso el negocio de los cruceros en las regiones cálidas, en las que la vida en gran parte se desarrolla al aire libre, lentamente vuelve a ponerse en marcha. En la época previa a Navidad en el Caribe están, además de dos barcos de la flota de Tui Cruises, el "Aida Luna" y algunos cruceros gigantes estadounidenses.

El estrés se concentra en la previa del viaje

"La mayor incertidumbre era si realmente podríamos subir a la embarcación", relata Marion de Núremberg. Con su marido, en realidad tenía previsto hacer un crucero por Asia, que se canceló por las restricciones de ingreso en algunos de los países de destino.

La pareja alemana optó entonces por el Caribe. Y en principio tuvieron un montón de trabajo previo y una tensa espera: la ruta original por las Antillas y las Islas Vírgenes fue modificada por las restricciones en algunos puertos, pero estaba claro que el viaje iba a tener lugar. "Solo que no podíamos estar totalmente seguros de que estaríamos a bordo".

Quien quiera viajar, tiene varias tareas por delante. Debe leer y procesar cuatro páginas con las disposiciones sanitarias. Cada pasajero debe ocuparse de averiguar cuáles son las reglas reconocidas internacionalmente para viajar y hacerse un PCR entre 72 y 48 horas antes de llegar a Barbados o La Romana en República Dominicana.

Y lógicamente antes del viaje existe el temor a si un test negativo realmente supone que uno está sano. Que el día del inicio del viaje haya que hacerse un test de antígenos ya no es tan grave.

Protocolos relajados

Una vez a bordo de "Mein Schiff" el estrés pasó. Las disposiciones de higiene aún son abarcativas. Pero las reglas relativamente estrictas que regían a bordo hace aproximadamente un año ahora claramente se relajaron. Sólo es obligatorio llevar mascarilla en el interior del barco, con excepción de las mesas en bares y restaurantes, y allí donde es imposible mantener la distancia mínima.

En todos lados indican que hay que lavarse o desinfectarse las manos con frecuencia. La toma de temperatura por la mañana se eliminó. Se realiza al pasar, al abandonar el barco, que está ocupado solo a entre el 60 y el 70 por ciento de su capacidad.

Vuelve a estar permitido el autoservicio en los bufés. En los bares se puede, como antes, estar sentado junto a la barra. Incluso está permitido bailar, pero afuera, en la cubierta de la piscina.

Más libertad en tierra

El gerente general de "Mein Schiff 2", René Peter, está satisfecho: "Hay muchos comentarios positivos sobre las reglas a bordo y hasta ahora solo un pasajero se quejó de que son demasiado laxas". Los pasajeros cumplen las reglas casi sin excepciones. "Y si excepcionalmente alguno las viola, sirve hacerle un reclamo amable, que generalmente proviene de otros pasajeros".

Así lo experimentó también Lisa Voellmert, que se ocupa de las excursiones a tierra. Hace un año solo estaban permitidas las excursiones organizadas, con la indicación estricta de no alejarse del grupo. Eso cambió sustancialmente para alegría de los pasajeros. "Ya no tenemos que enviar pasajeros de regreso a casa por eso".

De hecho, estas excursiones, en comparación a antes, se realizan de forma bastante relajada. Quien baja a tierra con los guías del barco tiene, a pesar de las reglas, bastante libertad de movimiento, ya sea en la selva de St. Lucia, en las pintorescas ciudades de Curaçao y Aruba, en los botes de los lugares para practicar snorkeling en Tortola o en las playas de ensueño de Barbados y St. Maarten.

En las excursiones individuales, los guías turísticos locales a veces no toman en cuenta que algún pasajero en el taxi no lleva bien la mascarilla o incluso que se la quite. Necesitan trabajar con urgencia.

Las disposiciones de ingreso y salida en la mayoría de las islas son relajadas. En general, en las excursiones a tierra, alcanza con mostrar una identificación del barco. En Barbados aún piden un test de coronavirus reciente. Aquí ayuda el equipo del médico de a bordo Oliver Grohs. En apenas una hora, sus colaboradores realizan por la mañana casi mil de los test de antígenos reclamados. Por la noche, están listos certificados para la excursión a Barbados al siguiente día.

Mucho trabajo entre bambalinas

Casi ningún pasajero se entera de lo que ocurre entre bambalinas en un crucero en tiempos de coronavirus. Las compañías navieras tienen una actividad agitada cuando se modifican las rutas con poca antelación o se cancelan viajes completos. Hay que informar a los pasajeros, consolarlos y, llegado el caso, cambiar las reservas. Es necesario estar en contacto constante con las autoridades para mantener actualizadas las reglas de ingreso.

Para los pasajeros de los cruceros, casi todo se volvió más sencillo, mucho más que para la tripulación. "Al principio teníamos entre la tripulación una tasa de vacunación del ocho por ciento", relata el médico de a bordo Grohs. "En diez meses la llevamos al cien por ciento". De todas maneras, no hay nada de cara al público que los tripulantes hagan sin mascarilla.

Además, se restringieron los contactos con los pasajeros. Por ejemplo, no es posible reunirse con el capitán. Si uno se imagina que en caso de que se detecte un positivo a bordo media tripulación deberá entrar en cuarentena, entenderá estas medidas.

dpa