Un rebelde de Papúa libra una guerra sin armas desde una tierra baldía

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Wiro Nongganop lidera un batallón de guerrilleros por la independencia de Papúa Occidental (Indonesia), pero su arsenal se limita a arcos y flechas, vive exiliado en una choza y a menudo sólo tiene  hojas de patata para alimentarse.

Los rebeldes de Papúa Occidental llevan décadas de insurgencia de baja intensidad contra el ejército de Indonesia, que controla desde hace 60 años la mitad oeste de la gran isla de Nueva Guinea, situada al norte de Australia.

Nongganop y algunos miembros de su tribu Muyu huyeron de su hogar en 2019 y cruzaron la porosa frontera de Indonesia con Papúa Nueva Guinea, que ocupa la parte oriental de esta isla.

El comandante asegura tener 700 hombres bajo su mando, que sobreviven de cultivos en una tierra embarrada mientras alimentan el esquivo sueño de una Papúa Occidental independiente.

"Si hubiera armas, haríamos la guerra", asegura a AFP este comandante de batallón del Movimiento de Papúa Libre (OPM). "Pero no hay armas. Si disparamos una flecha, ellos usan una ametralladora", dice.

Actualmente, la frustración, la desoladora pobreza y las supuestas violaciones de derechos de Indonesia envalentonaron a las facciones duras de este fragmentado movimiento independentista que quieren una acción militar más directa.

Los rebeldes arrecieron su ofensiva, atacando contratistas de carreteras, pero también escuelas y clínicas que supuestamente tienen vínculos con los militares.

En abril, mataron al jefe de la inteligencia indonesia en Papúa, escalando dramáticamente la tensión.

Yakarta clasificó a todos los independentistas como "terroristas", desplegó más tropas en la zona y lanzó una serie de sangrientos ataques de represalia.

Los enviados de Naciones Unidas expresaron "grave preocupación" por un posible exceso de la respuesta de Indonesia y "por un patrón de racismo" contra indígenas papúes.

El año pasado citaron acusaciones de tortura, el asesinato de civiles papúes y el desplazamiento de decenas de miles.

También indicaron que Yakarta esporádicamente corta el acceso a internet e impide en la práctica el acceso de casi todos los periodistas internacionales, dificultando la verificación independiente.

El gobierno indonesio no respondió a las solicitudes de AFP, pero su ministro jefe de seguridad, Mahfud MD, dijo este mes que los papúes son ciudadanos iguales.

"Los papúes son hermanos nuestros igual que los javaneses, los sumatranos, los bugineses o lo achinenses", otros grupos de este país insular.

- Arcos, flechas y lanzas -

Nongganop se considera afortunado por estar vivo. Huyó tras varios indicios de que estaba a punto de ser capturado por las temidas fuerzas de seguridad indonesias, llamadas Kopassus, que regularmente patrullan las aldeas fronterizas.

Él y su adjunto citan nombres y detalles de varios papúes que han muerto o desaparecido de sus casas en su zona en sospechosas circunstancias en años recientes.

"Llevan a cabo asesinatos secretos", asegura, culpando a las fuerzas de seguridad indonesias.

"Es un sistema con su solo bando. No se preocupan por la gente. Tres kopassus vinieron con un coche y una camioneta armada para llevarme de casa. Así que huimos", explica.

Aunque desea que alguien les dé equipamiento para responder, nadie lo ha hecho en décadas de conflicto, con lo que solo disponen de las armas tradicionales de caza: arcos, flechas y lanzas.

La vida en la empobrecida provincia occidental de Papúa Nueva Guinea es una batalla de supervivencia por sí misma para estos guerrilleros.

- "No hay comida" -

El campo de refugiados de Yapsi, también llamada "Nueva Ubicación", es un lugar difícil para la agricultura de subsistencia.

La tierra es pobre, las plantas no crecen bien y la malnutrición y la tuberculosis son comunes.

Ir a la escuela no es fácil para los niños, forzados a jugar entre lonas con los nombres de algunas agencias de la ONU que tratan de ofrecer ayuda.

Muchos de los llegados en 2019 cruzaron nuevamente la frontera hacia Indonesia, a pesar del riesgo.

"Es difícil encontrar suficiente para comer. No hay comida", asegura Nongganop, señalando que la situación era demasiado para algunos. "Tenían hambre y no podían soportarlo", afirma.

Pero para él, no hay un camino de vuelta, al menos por ahora. Las fuerzas de seguridad indonesias saben quién es y correría peligro si regresa, asegura.

"Tengo miedo de volver (...) Esperaré aquí por la independencia y entonces volveré".

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