Líderes indígenas llevan su "sueño de unidad" a pequeña comunidad forestal escocesa

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A 10.000 km de su Brasil natal, Kreta Kaingang planta un pequeño roble en Kilfinan Community Forest, un proyecto que busca reforestar los bosques húmedos en los Highlands escoceses y, aprovechando la COP26, aprender de los pueblos indígenas de otros continentes.

Delicadamente, el jefe del pueblo kaingang deposita la tierra con sus manos y acaricia las jóvenes ramas. Luego, junto a otros líderes indígenas latinoamericanos que participan en la conferencia climática de Glasgow, entona un canto ritual.

"Llevo una vida plantando árboles en mi tierra y ha sido maravilloso hacerlo aquí en el principio de esta reforestación", dice a la AFP.

Aunque sus árboles sean diferentes, "nuestra tierra es la misma que la de ustedes", dice a los escoceses Levi Sucre, del pueblo bribri de Costa Rica, defendiendo que los pueblos originales son los mejores guardianes del bosque y la importancia de su gestión tradicional contra la emergencia climática.

- Deforestación y despoblación -

El "kokar" de Kreta, inmenso tocado con plumas de halcón real blanquinegras y de guacamayo rojo, parece aún más exótico junto al "kilt", falda escocesa, que viste Gordon Gray Stephens, uno de los activistas que los invitaron a venir.

Este conservacionista señala similitudes entre los bosques húmedos templados del oeste de Escocia y la cálida selva tropical: hiedra y musgo cubren los troncos, por los que ascienden gruesas enredaderas.

Pero "nosotros los hemos explotado durante siglos así que nos queda un número muy reducido de cosas especiales", explica mostrando un pequeño liquen único en este rincón del mundo.

Y lamenta que los países ricos presionen a las naciones en desarrollo para proteger sus bosques mientras ignoran los suyos.

Aquí el rododendro y el pino industrial, introducidos por sus flores y su madera respectivamente, asfixian a especies autóctonas como el roble, el fresno, el sauce o el abedul. Y los ciervos comen los jóvenes brotes, que nunca logran crecer.

"La deforestación va de la mano de la despoblación", afirma Stephens.

En los siglos XVIII y XIX los pobladores fueron expulsados de estas tierras para dedicarlas a la ganadería ovina o a los ciervos para la caza, "aparentemente más rentables que la gente", explica Calum MacLeod, de la asociación Community Land Scotland.

- Propiedad de la tierra -

Ahora, Escocia tiene una de las mayores concentraciones terratenientes del mundo: 67% del suelo rural pertenece al 0,025% de la población.

Y la emergencia climática despierta el apetito de fondos de inversión que buscan tierras para dedicarlas a la lucrativa captación de carbono, advierte.

A 130 km de Glasgow por carreteras que bordean los lagos escoceses, Kilfinan Community Forest nació buscando que la transición hacia una economía descarbonizada beneficie a todos.

Esta asociación compra tierras que alquila a bajo precio, con viviendas asequibles, a jóvenes familias para que se instalen y reforesten.

La docena de líderes indígenas, ateridos por las temperaturas escocesas, son recibidos con coloridas pancartas y grandes ojos de asombro por los niños de la escuela local, instalada junto a la oficina de correos, el centro deportivo y la incipiente fábrica de helados artesanales.

"Igual que quieres tener árboles jóvenes en un bosque, quieres tener gente joven en una comunidad", afirma Stephens.

Algo similar ocurre al otro lado del mundo, en el pueblo dayak de la indonesia Borneo, que vio sus tierras "destruidas por la extracción de petróleo y la industria maderera", explica a la AFP su líder Mina Setra.

El cierre de escuelas por la pandemia provocó el regreso de cientos de jóvenes que estudiaban en lejanas ciudades. Lanzaron prósperas iniciativas como cooperativas de agricultura orgánica y ahora planean quedarse, afirma.

- Mismos problemas, misma lucha -

Sus climas y ecosistemas son muy distintos pero los pueblos originales comparten problemas, asegura Mina, que afirma tener un "sueño de unidad" en una lucha común.

Para la senegalesa Solange Bandiaky-Badji, presidenta del Rights and Resources Group, "la historia se repite".

El éxodo forzado en Escocia se reproduce siglos después en África y Asia: "todas las migraciones que ven de gente joven que se marcha a Europa es porque les han quitado sus tierra", denuncia.

Y advierte que los 19.200 millones de dólares prometidos en la COP26 para detener y revertir la deforestación en 2030 deben "llegar a las personas correctas".

De ellos, 1.700 millones deben ayudar directamente a pueblos indígenas. Pero "siguen hablando de nosotros y no con nosotros", denuncia la beliceña Anita Tzec, maya yucateca.

"Somo agentes claves para cambiar este proceso y tienen que incluirnos en la toma de decisiones", reivindica.

acc/jz&me