Vivir en medio de la frontera porosa entre Serbia y Croacia

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Sandor Perzolt vive en dos países al mismo tiempo sin salir de su granja. Es uno de los pocos habitantes de una zona disputada por Serbia y Croacia, en la orilla oriental del Danubio.

A lo largo de los siglos, los reinos y los imperios se sucedieron en los Balcanes y las fronteras variaron en torno a la finca de los Perzolt, pero su estilo de vida modesto permaneció intacto generación tras generación.

Tras el conflicto en los Balcanes en la década de 1990, que comportó la desintegración de la extinta Yugoslavia, esta familia se encontró en medio de un territorio que Serbia considera como suyo, pero que también lo reivindica Croacia.

Los Perzolt viven en Kendjija, una llanura agrícola en la orilla oriental del Danubio.

Según Belgrado, la frontera se encuentra en la línea mediana del río y todo aquello que se encuentra a su lado este le pertenece.

No obstante, Zagreb también reivindica una parte de los territorios al este del río basándose en unos censos del Imperio austrohúngaro en el siglo XIX, que demostrarían que el curso del Danubio habría variado desde entonces.

- "Vivir en dos países" -

Esto significa que Croacia, país miembro de la Unión Europea, considera a los Perzolt como ciudadanos suyos aunque su soberanía en este territorio sea básicamente teórica.

"Tengo la sensación de vivir en dos países", dice sonriente Sandor Perzolt, de 64 años, inspeccionando detalladamente unas mazorcas de maíz con su esposa.

"Cuando me casé (a principios de los 1990), me convertí en croata por primera vez y todavía soy ciudadano croata. Pero igualmente recibí la nacionalidad serbia porque, sin eso, no habría podido registrar mis tractores", explica.

La familia percibe subvenciones agrícolas de las autoridades croatas, pero no vende sus productos en ese país porque deberían pasar una frontera y aduanas.

"Ya sabéis cómo funciona. Me piden si tengo alcohol o cigarrillos. No somos traficantes, somos campesinos", apunta.

De unos 140 kilómetros cuadrados, la región en disputa, cubierta de bosques y con algunos islotes, está ampliamente despoblada.

En 2015, militantes de la derecha liberal checa quisieron aprovecharse de esta incertidumbre para proclamar una micronación en un islote, la "República libre de Liberland", pero fueron rápidamente detenidos por policías croatas.

- Paralización pandémica -

Hace casi 20 años, ambos países crearon una comisión conjunta que raramente se ha reunido ni ha propuesto soluciones.

En 2018, Belgrado y Zagreb prometieron acudir a un arbitraje internacional si no alcanzaban un acuerdo antes de 2020.

El plazo expiró, pero los dos países invocan la pandemia para explicar la parálisis.

"Esperamos una reactivación de las discusiones con el retorno a la normalidad de los viajes internacionales y la práctica de reuniones", dijo a AFP el ministerio croata de Asuntos Extranjeros.

Para Nemanja Starovic, secretario de Estado del ministerio serbio de Asuntos Extranjeros, "es normal que estas negociaciones duren mucho tiempo dado que es una cuestión política importante para las dos partes".

El tema puede llegar a impedir una eventual adhesión de Serbia a la UE porque Croacia ha jurado usarlo para oponer su veto.

"La cuestión sigue abierta y las partes no van a hacer nada para resolverla. Todo lo que hacen es intercambiar retórica incendiaria", dijo a AFP el analista político Aleksandar Popov.

Los conflictos por minúsculos territorios son numerosos en las antiguas repúblicas yugoslavas y Bruselas ha advertido que deben estar resueltos para permitir la entrada de nuevos países al bloque.

- Litigios balcánicos -

Durante mucho tiempo, Eslovenia bloqueó el acceso de Croacia por una bahía disputada en el norte del mar Adriático. Zagreb también discute con Montenegro por una minúscula península deshabitada.

A orillas del Danubio, el único acuerdo fronterizo se cerró entre dos ciudades, la serbia Bac y la croata Vukovar. El pacto permite a sus habitantes ir en barco hasta la isla de Vukovar, valorada por sus playas, sin cruzar ninguna frontera.

Los habitantes, todos yugoslavos antes de las guerras, son quienes más sufren estos embrollos diplomáticos.

En la orilla oriental del Danubio, el propietario de un pequeño restaurante de pescado contempla el margen occidental.

"Es complicado e idiota", lamenta Petar Maksimovic, de 64 años. Su local está situado en un territorio reivindicado por Croacia aunque al pescador de voz áspera le importa poco donde vive oficialmente.

"Para ir a ver a mis viejos amigos del lado croata, ayudarles a recoger las capturas o beber vino, necesito un pasaporte y un pasaporte sanitario", dice a AFP.

"Ahora, ya ni siquiera voy", admite.

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