Polonia recuerda el hambre y el frío de las deportaciones a Siberia

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Hace casi toda una vida que Elzbieta Smulkowa fue deportada de Polonia a la lejana Siberia, pero el recuerdo todavía le conmueve: "Lo peor era el hambre, la falta de calefacción y la imposibilidad de ayudar más a mi madre".

Apenas tenía diez años cuando, junto a su hermana y su madre, dejó su casa en Leópolis (actual Ucrania), entonces polaca pero ocupada por el Ejército Rojo, para unirse a millones de deportados a la Siberia soviética, entre ellos cientos de miles de polacos.

Su padre, un guarda forestal, había sido detenido un año antes por la policía política soviética. No fue hasta medio siglo después que pudieron confirmar su muerte en la masacre de Katyn, donde más de 20.000 oficiales y miembros de la élite social polaca fueron asesinados por orden personal de Stalin.

Las víctimas de esas deportaciones masivas serán conmemoradas con el Memorial de Siberia en Bialystok (noreste), que se inaugurará el 17 de septiembre, aniversario de la invasión de Polonia por la Unión Soviética en 1939, poco después de la entrada de la Alemania nazi por el oeste.

El museo aborda no solamente las deportaciones soviéticas, sino también aquellas de la época en que parte de Polonia estaba bajo el yugo de los zares.

Organizado en unas antiguas instalaciones militares, el Memorial se encuentra "exactamente en el lugar de donde salían los transportes de los deportados" durante la Segunda Guerra Mundial, indicó a la AFP Wojciech Sleszynski, director de este centro único en Europa.

Las deportaciones a Siberia no afectaron únicamente a los polacos, sino a todos los considerados hostiles a las Rusia de los zares y, posteriormente, a la Unión Soviética.

Rusos, ucranianos, alemanes, italianos, bálticos, tártaros... representantes de hasta 60 naciones distintas forman parte de las víctimas de la Gran Purga de Stalin, el trabajo forzado en los gulags o las deportaciones.

"El museo presenta la perspectiva polaca porque nos encontramos en Polonia", pero "hay muchos elementos de experiencia universal, del sistema totalitario, del sufrimiento y la migración forzada", dice Sleszynski.

También hay ejemplos de algunos que aprovecharon la ocasión para desarrollar sus pasiones y conocer mejor Siberia, como el zoólogo Benedykt Dybowski o Bronislaw Pilsudski que, en un fonógrafo de Thomas Edison, registró testigos únicos de los pueblos autóctonos recientemente restaurados.

- 6.000 km lejos del hogar -

Las deportaciones soviéticas entre 1940 y 1941 abarcaron todo el antiguo territorio de Polonia, un cruce de naciones. Al menos 330.000 personas fueron expulsadas, polacas, judías, bielorrusas, ucranianas y otras. De ellos, 130.000 eran niños.

En el caso de Elzbieta, el viaje con su hermana y su madre las condujo de su casa  hasta una aldea 6.000 km al este cerca de Kargasok, en medio de la taiga.

"Había dos familias polacas, cuatro ucranianas y seis letonas", dice a la AFP Smulkowa, que terminaría siendo profesora de lenguas eslavas en la Universidad de Varsovia y primera embajadora polaca en Bielorrusia.

Su madre trabajaba en los campos y protegía a sus hijas.

"Nosotros, los niños, encontrábamos en nuestras madres protección y su amor porque ellas no tenían nada más. Habían sido privadas de sus esposos, de sus casas, de todo", insiste.

Varios objetos en el Memorial recuerdan esa experiencia de manera concisa y simbólica: una imagen de la virgen que hizo tres veces el viaje a Siberia con tres generaciones de una misma familia, una máquina de coser que permitió sobrevivir a la miseria o un violín ofrecido a un policía por una niña de diez años para poder volver a Polonia.

Tras la guerra, poco a poco, los deportados pudieron volver a sus países. En 1946, cuando entró nuevamente en Polonia, "tenía realmente la sensación de que la hierba era más verde y el cielo más azul", dice Elzbieta Smulkowa.

Pero el fin de la guerra no terminó con las deportaciones.

La Unión Soviética deportó de territorio polaco unas cien mil personas, alemanes, silesianos o polacos, a menudo miembros de la antigua resistencia polaca contra los nazis.

En la historia europea, "todos hemos conocido episodios de deportaciones. Tratemos de hablarlo, sin acusaciones mutuas, pero concentrándonos en los temas universales del sufrimiento y de las vivencias", pide Sleszynski.

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