Isaquias Queiroz olfatea el récord de máximo medallista olímpico de Brasil

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Haber sobrevivido a mil y una adversidades envalentonó al piragüista Isaquias Queiroz, que ahora olfatea el récord de máximo medallista olímpico de Brasil tras haber ganado este sábado una presea de oro en los Juegos de Tokio.

En Rio-2016, con apenas 22 años, se convirtió en el único atleta brasileño en obtener tres metales (dos platas y un bronce) en una sola edición de las justas.

El oro que se colgó este sábado en aguas japonesas en el canotaje, en la prueba individual de 1000 metros, lo deja a una medalla de igualar el récord de los velistas Torben Grael y Robert Scheidt, y en el mismo escalón del voleibolista Serginho y el nadador Gustavo Borges.

Grael, Scheidt y Serginho fueron dos veces campeones olímpicos defendiendo la bandera de Brasil, mientras que Borges tuvo dos platas y dos bronces.

Podría haber ganado otra presea, en la prueba de dobles de 1.000 metros, el pasado martes, pero en esa prueba, el piragüista solo pudo ser cuarto. Un podio le habría permitido sentarse en la exclusiva habitación que comparten Grael y Scheidt, con cinco preseas, que se unirían a seis oros en campeonatos mundiales y tres en Juegos Panamericanos

"Quiero convertirme en un ídolo nacional. Lo que para tantos es mucho, para mí es poco. Sé que aún falta", escribió Queiroz en una columna del diario O Globo.

Aunque imponente, su currículo dista del de los atletas más ganadores de las Olimpiadas. El nadador estadounidense Michael Phelps tiene 28 y los gimnastas soviéticos Larissa Latynina y Nikolai Andrianov completan el podio con 18 y 15, respectivamente.

- "Forjado en la dificultad" -

Pero probablemente sus 27 años de vida han sido mucho más agitados que los de cualquier otro.

Nació en una familia humilde de Ubaitaba (Bahia, nordeste), un nombre que en lengua tupi significa "tierra de las canoas".

A los 4 años perdió a su padre; su madre, doña Dilma, lo crió a él y a sus nueve hermanos, cuatro de ellos adoptados.

De niño fue hospitalizado durante un mes por las quemaduras que sufrió al derramársele una olla de agua hirviendo, estuvo a punto de ser secuestrado y perdió un riñón al caer de un árbol cuando intentaba atrapar una serpiente.

En la adolescencia la dificultad siguió moldeando su carácter indomable, que lo llevó incluso a enfrentarse con la Confederación Brasileña de Canotaje en reclamo de mejoras para los deportistas antes de los Juegos de Rio-2016.

En 2009 se unió por primera vez a la selección brasileña. Sin estudiar ni trabajar, vivió en casa de una desconocida en un cuarto sin camas que compartía con seis atletas. Por más de un año no escuchó la voz de su madre, porque no tenía celular.

"Fui forjado en la dificultad y soy así. Eso me fortaleció como atleta", dice.

- La mira en París -

En el camino a Tokio la adversidad lo embistió de nuevo. Su entrenador, el español Jesús Morlán, el hombre que revolucionó el piragüismo brasileño, falleció de un cáncer en el cerebro en noviembre de 2018.

Queiroz reconocía como una especie de padre al ibérico, el hombre que convirtió a David Cal en el deportista español con más medallas olímpicas: cinco, incluido el oro en Atenas-2004.

"Le debo mi vida y todo lo que tengo", dijo el brasileño tras su muerte.

Morlán proyectaba acompañar a sus "muchachos" a Japón y a las justas de París-2024, que serán una nueva oportunidad para que el piragüista alargue su leyenda.

"Quiero reconocimiento. No hablo de dinero. Yo vivo bien, gracias a Dios. Quiero que un baiano negro sea la mayor estrella de este Brasil. Respeto a todos los deportistas, pero el baiano aquí está estancado. En París lo voy a lograr. Depende de mí", advirtió Queiroz, con la misma convicción con la que hunde el remo en el agua.

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