Kandahar se llena de campamentos de desplazados ante el avance de los talibanes

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Cuando, el pasado lunes, aprovechando una tregua en los enfrentamientos, Mohammad Sadeq volvió a casa para recoger algunas cosas, en los suburbios de Kandahar, en el sur de Afganistán, se encontró allí a unos ocupantes nuevos: combatientes talibanes.

Unos días antes, se había marchado a toda prisa y sin llevarse nada. "Las balas [...] golpeaban nuestra casa", cuenta Sadeq este martes, refugiado en uno de los centros, no oficiales, abiertos en la ciudad para acoger a desplazados por los combates.

"Ayer [lunes] volví a mi casa, pero los talibanes estaban allí", añade. "Ni siquiera me dejaron entrar".

Como él, decenas de miles de habitantes de los suburbios de Kandahar huyeron de los combates entre las fuerzas afganas y los insurgentes, que se acercan desde varios frentes a la localidad, la segunda más poblada de Afganistán después de Kabul, con 650.000 habitantes.

Según las autoridades, desde hace un mes 22.000 familias -es decir, unas 150.000 personas- han llegado en coche, autobús, camión o incluso a pie al centro de Kandahar, optando por un futuro incierto y unas condiciones de vida espartanas en un campamento rudimentario, antes que enfrentarse a los peligros de la guerra.

"Perdí a mis dos hijos en una explosión, justo delante de mi casa", cuenta Bibi Aicha, instalada en un campamento levantado dentro de un albergue para peregrinos del hach, cerca del aeropuerto.

"Las calles de mi barrio estaban llenas de restos humanos", añade. Al fondo, multitud de niños juegan entre el polvo, y unas mujeres ponen agua a hervir.

Más allá, un joven lava la ropa en un barreño de plástico y un grupo de hombres dan sorbos al té, intentando, en vano, espantar a las incansables moscas.

Los talibanes llevan a cabo desde mayo una gran ofensiva, en paralelo a la retirada de las fuerzas internacionales de Afganistán (que está a punto de terminar) tras veinte años de apoyo al ejército afgano.

- "¡Estados Unidos ya no está aquí!" -

Después de apoderarse de extensas zonas rurales, los insurgentes se han ido acercando a varios núcleos urbanos, como Kandahar, capital de la provincia homónima.

La caída de esta ciudad, cuna de los talibanes y epicentro de su régimen cuando gobernaban en Afganistán (1996-2001), imponiendo su versión ultrarrigurosa de la ley islámica, supondría un desastre para las autoridades afganas.

Hasta ahora, las fuerzas afganas han opuesto una débil resistencia y en algunas ocasiones incluso han abandonado, sin combatir, vastas áreas rurales que han pasado a estar controladas por los rebeldes.

A parte de la capital, Kabul, el ejército afgano prácticamente solo controla las capitales provinciales, que tendrán que defender cueste lo que cueste.

El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) advirtió recientemente que se está perfilando una posible catástrofe humanitaria en Afganistán, considerando que, en lo que va de año, cerca de 270.000 afganos han tenido que abandonar sus casas, sobre todo a causa de los combates.

Una cifra que, sin embargo, solo tiene en cuenta a una parte del flujo incesante de desplazados que llegan cada día a Kandahar.

Y en los rudimentarios campos de Kandahar, que no han tardado en superpoblarse, los problemas de salud ya van apareciendo.

"Curamos a entre 250 y 300 pacientes cada día", afirma el doctor Mohammad Aref Shekib. Muchos de ellos son "niños con diarrea, gripe y enfermedades cutáneas. Estamos desbordados", comenta.

Sayed Mohmmad y su familia escaparon de la violencia llevándose tan solo "alguna ropa".

"Son los civiles los que más sufren" el conflicto, recalca.

Algunos, como Feroza, culpan a los talibanes.

"¿Contra quién luchan? Llevan a cabo su guerra santa contra nosotros, gente pobre", señala la mujer, recordando que el ejército estadounidense ya ha sacado del país a casi la totalidad de los 2.500 soldados que tenía desplegados en Afganistán.

"Estados Unidos ya no está aquí, ya no hay infieles. Todos a los que han echado de sus casas son musulmanes", insiste. "Los talibanes son crueles, no tienen piedad alguna. Si tuvieran piedad, no estaríamos desplazados".

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