Sanar las heridas invisibles de los militares traumatizados por la guerra

Compartir
Compartir articulo

Desde hace una década, el trastorno de estrés postraumático (TEPT) amarga la vida de Omar, excomandante de la marina francesa, de 35 años. Se separó de su pareja, ha sido hospitalizado varias veces y sigue un tratamiento pesado.

"Es como para pegarse un tiro", resume este mexicano, que llegó a Francia siendo un adolescente.

El exoficial de las fuerzas especiales prefiere no ahondar sobre las causas de sus "heridas invisibles". A lo sumo, menciona un despliegue muy duro en la Guayana Francesa, en 2012, y un paso por "Afganistán" del que no dirá nada, abrumado por la emoción.

Su largo camino hacia la rehabilitación ha estado marcado por campamentos deportivos para lesionados. Pero "hay una tremenda descompensación (psicológica) cuando terminan", dice.

En su búsqueda de una mejor atención para estos soldados, las fuerzas armadas francesas experimentan un nuevo enfoque, ya aplicado con éxito en Canadá, Israel y Estados Unidos.

El principio es ofrecer una estructura "psicosocial" a estos militares para que puedan reaprender, paso a paso, a desenvolverse en la vida cotidiana y proyectarse de nuevo en el futuro.

"Era algo que hacía falta", dice a la AFP el general Patrice Quevilly, responsable del proyecto.

- Ayuda mutua -

En el sur de Francia, la "casa Athos" acoge a una quincena de veteranos, estropeados por haber visto la muerte demasiado de cerca.

En la pared del salón está el programa de la semana: actividades deportivas, comidas en grupo, pintura, manualidades, entre otros.

"Los heridos se ayudan mutuamente", señala Luc de Coligny, antiguo oficial de la marina que dirige esta casa en la ciudad de Toulon.

Aquí, no hay bata blanca ni uniforme. Sólo un instructor de deportes, una enfermera y un ex psicólogo del ejército para acompañar a los heridos, que son todos voluntarios.

El ejército francés se inspiró en los "Clubhouses", casas no medicalizadas creadas en 1948 en Estados Unidos para ofrecer actividades a personas psicológicamente frágiles (depresión, esquizofrenia...), con el fin de romper su aislamiento y aclimatarlas a los gestos de la vida cotidiana.

"Responde a una necesidad confirmada por nuestros psiquiatras", dice el médico Xavier Desruelles, asesor sanitario del Jefe del Estado Mayor del ejército francés.

- Bomba de relojería -

Aquí, Omar ha mejorado."Estamos rodeados de compañeros con experiencias similares, nos entendemos", dice.

Desde su llegada, ha retomado el deporte, ha perdido peso y ha recuperado su sonrisa. Se está preparando para pasar definitivamente la página del ejército formándose en sistemas de calefacción.

En la raíz de esta insidiosa enfermedad que provoca ataques de ansiedad, ira, hipervigilancia, insomnio, depresión y somatización está un enfrentamiento brutal con la muerte, que produce una intrusión en el cerebro y provoca lesiones cerebrales que impiden que el córtex y la amígdala se comuniquen, explica el coronel Antoine Brûlé, comandante de la Célula de Asistencia a Víctimas del Ejército (CABAT).

Es lo que le ocurrió a Christophe, de 35 años, antiguo miembro del 3º Regimiento de Infantería de Marina. En 2009, su vehículo blindado fue alcanzado por una bomba casera en Tagab (Afganistán). Tres de sus compañeros murieron. El se salvó, pero sufrió quemaduras del cuello al muslo.

Su trastorno de estrés postraumático estalló cuatro años después, cuando el suicidio de un compañero de armas, veterano de Afganistán, "lo sacó todo a la luz".

"Es difícil no ser comprendido por tus seres queridos. Como resultado, te aíslas", dice.

- "Bajas psíquicas" -

Este mal es tan antiguo como la propia guerra, pero tardó mucho tiempo en ser identificado.

Con la Gran Guerra los ejércitos modernos se enfrentaron por primera vez al problema de las "bajas psíquicas": soldados físicamente ilesos pero incapaces de luchar, lo que dejó perplejos a los científicos.

Durante mucho tiempo, se lo equiparó erróneamente con la cobardía. En 1943, el general estadounidense George Patton abofeteó a dos soldados, sin lesiones aparentes, hospitalizados por "fatiga".

Estos trastornos atrajeron poco a poco la atención de los psiquiatras que trataban a los soldados que regresaban de Indochina o Vietnam. Pero no fue hasta finales del siglo XX que el fenómeno fue tomado realmente en cuenta en los ejércitos occidentales.

Sin embargo, aunque se han hecho esfuerzos por detectar y atender, las víctimas de TPS siguen teniendo que pasar por una carrera de obstáculos administrativos para reclamar sus derechos.

"Cuando no se reconocen estos derechos, es un trauma que se suma a los demás", dice Jérôme, ex soldado de las fuerzas especiales, que describe la situación de "heridos ahogados en el papeleo" y con "dificultades para defender sus derechos" tras dejar el ejército.

dab/meb/zm