Indígenas derriban estatuas de conquistadores en Colombia

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BUCARAMANGA, Colombia (AP) — La estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada fue derribada el viernes por la comunidad misak en el centro de Bogotá, la ciudad que el conquistador español fundó hace 482 años, en medio de una semana de protestas en Colombia en las que los pueblos indígenas han tumbado tres estatuas como símbolo de reivindicación.

“Para los pueblos indígenas en Colombia se trata de tumbar para sanar la memoria viva. Las estatuas de los colonizadores son la expresión del racismo, la discriminación y la violencia estructural en contra de los pueblos indígenas”, dijo a The Associated Press Óscar Montero, líder indígena del pueblo kankuamo y politólogo. “Los muestran como los héroes y conquistadores. ¡Aquí no conquistaron a nadie, ya había pueblos y comunidades indígenas!”.

El pueblo misak, asentado en el oeste del país, también derribó la estatua de Sebastián de Belalcázar, el fundador de Cali, el 28 de abril cuando comenzaban las manifestaciones a nivel nacional en contra de una impopular reforma tributaria que cuatro días después fue retirada por el gobierno, presionado por la ciudadanía en las calles.

Ese mismo día, a través de Twitter, el Movimiento de Autoridades Indígenas del Sur Occidente (Aiso) argumentó que se trataba de honrar la memoria del cacique Petecuy, que “luchó contra la corona española, para que hoy sus nietos y nietas sigamos luchando para cambiar este sistema de gobierno criminal que no respeta los derechos de la madre tierra”.

Después, durante las manifestaciones del 1 de mayo, el pueblo indígena de los Pastos tumbó la estatua del independentista Simón Bolívar ubicada en el parque principal de Cumbal, municipio del departamento de Nariño en la región sur del país.

Los pueblos indígenas piden la apertura de un debate público junto a las instituciones gubernamentales, así como la reubicación de las estatuas de los conquistadores que están en las plazas públicas para que se “narre la historia no contada”.

“Creemos que allí se deben reconocer otro tipo de liderazgos, reivindicaciones, que reconozcan la diversidad, la vida a la cual asistimos en Colombia, que es un estado social de derecho”, aseguró Montero.

No se trata de un debate nuevo en el país: en el 2020 los indígenas ya habían derribado la estatua de Belalcázar. Tras el segundo derribo, el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, reconoció ante la prensa que efectivamente faltan elementos arquitectónicos que representen a las comunidades indígenas y afrodescendientes, las cuales forman parte de la esencia multiétnica de la ciudad.

El derribo de las estatuas también ha sido blanco de críticas. El legislador oficialista Chistian Garcés presentó una denuncia penal ante la Fiscalía para que se “sancione y judicialice” a quienes tumbaron la estatua de Belalcázar en Cali, pues considera que se trata de actos violentos contra un bien “público que tiene una connotación de interés histórico, cultural y artístico para la ciudad”, según se lee en la denuncia.

El arquitecto Benjamín Barney rechazó que se tiren estatuas como forma de protesta.

“En vez de derribar la estatua del fundador de Cali, lo pertinente es erigir monumentos a indígenas y esclavos africanos, pues muchas cosas aquí son producto de esas transculturaciones”, escribió en una columna de opinión publicada hace un par de días en el diario local El País.

En la última semana de protestas ininterrumpidas en Colombia en contra del gobierno del presidente Iván Duque y sus reformas han sido derribadas otras cuatro estatuas de políticos y próceres independentistas en Pasto, Neiva y Manizales. Sin embargo, eso no lo realizaron pueblos indígenas, sino otros grupos de manifestantes.

Las protestas, en su mayoría pacíficas, han derivado en focos de violencia y denuncias de excesos de la policía. Según cifras oficiales hay 800 heridos y 26 fallecidos, aunque organizaciones no gubernamentales como Human Rights Watch han recibido denuncias de 36 muertes y confirmado que 11 de ellas ocurrieron en el contexto de las protestas.