Pakistán sigue atormentado diez años después de la muerte de Bin Laden

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Fotos de Farooq Naeem y vídeo de Muhammad Daud ///Abbottabad, Pakistán, 27 Abr 2021 (AFP) - Como casi todos los días, unos niños juegan al cricket sobre una gran losa de hormigón, en medio de hierba quemada y escombros esparcidos. Esto es lo que queda de la última guarida del que fue por mucho tiempo el hombre más buscado del planeta.Fue en este lugar, en la ciudad paquistaní de Abbottabad (norte), en las laderas del Himalaya, donde Osama bin Laden murió durante una operación clandestina de los Navy Seals, una unidad de élite de las fuerzas especiales estadounidenses, el 1 de mayo de 2011 por la noche.Su repercusión fue mundial y afectó a la imagen internacional de Pakistán, dejando a la luz del día las contradicciones de un país que durante mucho tiempo ha servido como retaguardia de Al Qaida y sus aliados talibanes. Y eso a pesar de ser víctima del terrorismo.La Operación "Jerónimo" puso fin a diez años de búsqueda del cerebro de los atentados del 11 de septiembre, que huyó de los estadounidenses en 2001 en las grutas de Tora Bora, en el este de Afganistán.Fue muy embarazosa para Pakistán y su todopoderoso ejército. Bin Laden vivió recluido durante al menos cinco años en Abbottabad, escondido detrás de los altos muros de un imponente edificio blanco, a menos de dos km de una prestigiosa academia militar."Fue algo muy malo para este lugar y para todo el país. Abbottabad era el lugar más pacífico que existe. Viviendo aquí, Osama dio mala reputación a esta ciudad", lamenta Altaf Husain, un profesor jubilado de 70 años que pasea a lo largo de la antigua residencia de Bin Laden.El ejército y los servicios de inteligencia paquistaníes han sufrido un terrible agravio. Podrían haber reconocido estar al tanto de la presencia del fundador de Al Qaida, pero eso habría dejado patente su incapacidad para evitar la operación estadounidense. Prefirieron negarlo, aunque equivaliera a reconocer lagunas en las actividades de inteligencia. - Humillación nacional - Se vivió como una humillación nacional. La operación reforzó la animadversión antiestadounidense ya de por sí fuerte entre una población cansada del precio financiero y humano que supuso la guerra contra el terrorismo y su alianza con Estados Unidos después de los atentados de 2001.Inicialmente Pakistán fue sensible al mito fundador de Al Qaida, basado en la resistencia del pueblo musulmán frente al imperialismo estadounidense. Pero cuando murió Bin Laden ya no era tan popular como hacía una década."Antes, recuerdo que la gente llamaba a sus hijos Osama, incluso en mi pueblo", contó el periodista paquistaní Rahimulá Yusufzai, especialista en redes yihadistas. Pero, según él, a partir de 2002 o 2003 este respaldo "comenzó a disminuir debido a la violencia".Esto no impidió que el extremismo siguiera propagándose después de 2011 en Pakistán, donde los movimientos religiosos conservadores han ganado influencia.Durante los tres años siguientes, los grupos terroristas, entre los que destacan Tehreek-e-Taliban Pakistan (TTP, los talibanes paquistaníes), cometieron atentados sangrientos y establecieron bastiones en las zonas tribales del noroeste.Fueron desalojados mediante una campaña militar lanzada en 2014 en esta región fronteriza con Afganistán. Permitió reducir la violencia, pero una serie de ataques recientes hace temer un resurgimiento de estos grupos. - 'No hay unanimidad' - Sin su líder carismático, Al Qaida "sobrevivió, pero apenas" y ya no es capaz de lanzar un ataque de envergadura en Occidente, subraya Yusufzai.El grupo "también ha dejado de ser una gran amenaza para Pakistán" (que durante tiempo ya se había librado de sus ataques) pero otros como el TTP o el Estado Islámico siguen siéndolo, estima Hamid Mir, el último periodista en haber entrevistado cara a cara a Bin Laden a finales de 2001.Diez años después, Bin Laden conserva su aura entre los círculos radicales. "Está vivo en el corazón de cada talibán y de cada yihadista", afirma Saad, un alto cargo talibán afgano que vive en la ciudad paquistaní de Peshawar (noroeste).Más allá de esta corriente, persiste una cierta ambivalencia. En 2019, el primer ministro paquistaní, Imran Khan, provocó un escándalo al declarar ante la Asamblea Nacional que Bin Laden murió como "mártir", un término elogioso en la religión islámica."No hay unanimidad sobre bin Laden en Pakistán. La opinión pública está dividida", constata Mir. Según él, algunos siguen viendo al líder de Al Qaida como un "combatiente por la libertad" y otros como "una mala persona, que mató a inocentes y causó destrucción, no solo en Pakistán sino en muchos países, violando las enseñanzas del islam". Incluso en Abbottabad, una ciudad mediana más bien próspera y tolerante, existe una cierta ambigüedad sobre Bin Laden, cuya casa fue arrasada en 2012 por las autoridades para que no se convirtiera en un monumento."En esta calle hay opiniones diferentes. Algunos dicen que era bueno, otros que era malo", cuenta otro vecino, Numan Hattak, un adolescente.sjd-cyb/erl/zm