El cultivo de cannabis, una salida para el Líbano y sus agricultores en crisis

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Durante cerca de treinta años Abu Alí sembró papas en el este de Líbano. Pero ahora cultiva cannabis para poder alimentar a su familia en pleno marasmo económico del país.

"No es por amor al hachís", dice este agricultor de 57 años, en la región de Baalbek, reputada por su industria próspera  -e ilegal- del cannabis. "Es menos caro que otros cultivos", resume. Y "permite vivir dignamente".

Con la crisis económica que se ha recrudecido desde el otoño boreal de 2019, los pequeños agricultores libaneses prefieren cultivar cannabis para escapar a la miseria, a pesar de que casi nadie quiere hablar abiertamente de ello.

"Con la agricultura siempre perdíamos", justifica Abu Alí, que se reconvirtió en 2019.

La situación ha empeorado con la depreciación de la libra libanesa que ha disparado los costes de producción agrícola. Todo se importa: desde el carburante, las semillas, los fertilizantes o los pesticidas y se pagan en dólares.

En cambio, el cannabis es sinónimo de ingresos estables, los costes de producción son cuatro veces menos y se ahorra en agua y fertilizantes.

De su vida anterior, dedicada a las papas y las judías verdes, Abu Alí -nombre ficticio- guarda un gusto amargo.

Cuenta por teléfono el drama ordinario del campo libanés: agricultores endeudados con los bancos o los prestamistas, forzados a vender casas y terrenos.

"Cuando se plantan verduras ni siquiera podemos comprar el combustible para calentarnos en invierno", dice este padre de un adolescente.

- "Alimentar a la familia" -

Actualmente, planta dos hectáreas de cannabis, que producen un centenar de kilos. Los vende a dos millones de libras, unos 166 dólares según la tasa del mercado negro.

Según la calidad, el precio puede aumentar hasta cinco millones de libras.

"No es un gran lujo, pero (...) podemos alimentar a la familia".

La bucólica localidad de Yammune se jacta de tener el mejor hachís de todo Baalbek. El adjunto del alcalde Hussein Chreif reconoce que la producción tiene ahora el viento en popa en toda la región.

"Los agricultores abandonan sus cultivos principales", confirma. Con el cannabis, "siempre ganan independientemente del precio de venta".

Desde hace décadas el cultivo del hachís aumenta en Líbano. Con más de 40.000 hectáreas de cultivos ilegales, el país es el cuarto proveedor del mundo detrás de Marruecos, Afganistán y Pakistán, según la ONU.

En abril de 2020, el Parlamento legalizó el cultivo de cannabis para uso médico. Pero en el terreno no se ha hecho nada.

Sin embargo, una vez que se implemente, esta producción podría generar 350 millones dólares al cabo de un año y hasta 1.000 millones el quinto año, dice a la AFP el ministro de Agricultura Abbas Mortada.

Pero la instancia reguladora que debe gestionar el sector todavía no se ha creado y ahora espera la formación de un gobierno que se demora.

El ministro asegura que está trabajando con las instancias internacionales para apoyar al sector agrícola que ha estado "descuidado durante décadas".

Con la crisis económica, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) habla de un "declive sustancial" de la producción agrícola, según "estimaciones informales".

"Podría ser peor en 2021", advierte Maurice Saade, representante de la FAO en Líbano, y acusa de ello a los "costes de producción que han aumentado súbitamente" con las importaciones en dólares.

"Muchos agricultores no han podido plantar, han tenido que reducir las superficies cultivadas", reconoce.

"Muchos se endeudan, o utilizan viejos granos que producen cosechas menos abundantes".

Por ello, la agencia de la ONU, en cooperación con las autoridades, va a entregar 300 dólares a unos 30.000 agricultores para ayudarles a comprar materias primas o materiales.

- "No hay pérdidas" -

En el garaje de Mohamed, nombre ficticio de este agricultor de Yammune, dos trabajadores afinan la resina de cannabis y la tamizan.

A la entrada del garaje, se apilan los sacos de yute: son los granos de cannabis que se plantan en la primavera (boreal).

Tras una veintena de años dedicados a las papas principalmente, Mohamed se reconvirtió en 2018.

"Con las papas, ganas un año y pierdes los tres siguientes", lamenta este sexagenario que para saldar deudas ha tenido que vender un trozo de tierra.

"Con el hachís no hay pérdidas".

Actualmente, planta una hectárea y proporciona agua de su pozo a los vecinos, que le pagan a veces cediéndole una parte de su producción de hachís.

"Si no fuera por este cultivo, la gente no tendría qué comer".

tgg/bek/hj/af/mar