En la siria Baghuz, la vida resurge poco a poco dos años después del fin del "califato"

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Dalal Khaled pasa sus días supervisando la construcción de su casa en Baghuz, a la espera de regresar rápidamente a su pueblo en el extremo este de Siria, donde las fuerzas kurdas anunciaron en marzo de 2019 la caída del "califato" del grupo yihadista Estado Islámico (EI).

Esta madre de siete hijos --el mayor de 13 años-- perdió a su marido en la explosión de una mina, unos meses antes de que esta aldea situada en la frontera con Irak fuera arrebatada a los yihadistas.

"Me hubiera gustado que mi marido estuviese aquí (...) Habríamos terminado de construir esta casa juntos y reanudado nuestra vida" tras una década de guerra, lamenta, de pie ante el emplazamiento.

Refugiada con sus hijos en una casa semidestruida en el pueblo vecino de Susa, esta viuda de 40 años regresó hace varios meses a Baghuz, donde encontró la casa familiar en ruinas.

Entonces decidió llevar a cabo un viejo sueño de su marido: terminar de construir en Baghuz otra casa, cuyos pilares colocó antes de su muerte.

Desde entonces, Khaled va entre los dos pueblos para supervisar las obras.

"Nuestra situación [financiera] es mala. La gente ha recaudado dinero para que pueda construir la casa y dar un techo a mis hijos huérfanos", dice esta madre de familia, vestida con una larga abaya o túnica negra y con el cabello cubierto con un velo.

La mujer discute con los obreros, verifica el avance de las obras y recorre las callejuelas estrechas que todavía guardan las huellas de los combates.

"Cuando paseo por esta calle, me deshago en lágrimas (...) Esta guerra nos ha hecho perder todo", dice la mujer.

Nostálgica de una época pasada, Dalal asegura que quiere volver a cualquier precio a su pueblo pese a la ausencia de servicios básicos y al peligro de las minas y las municiones abandonadas por los yihadistas.

- Traer de vuelta la vida -

Situado a orillas del Éufrates, Baghuz concentró la atención del mundo hace dos años.

Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), dominadas por los kurdos y apoyadas por Estados Unidos, libraron allí su última batalla contra los yihadistas.

La ofensiva, que duró varios meses y desplazó a miles de personas, entre ellas a yihadistas y sus familias, se vio coronada el 23 de marzo de 2019 con la derrota del EI, lo que significó el fin del "califato" autoproclamado en 2014 sobre un vasto territorio entre Siria e Irak.

Con sus casas destruidas y sus cultivos abandonados, el último feudo yihadista más bien parecía una ruina.

Dos años después, el pueblo comienza a traer de vuelta la vida: los campos están cultivados y algunas casas reconstruidas, pese a que muchos edificios siguen vacíos y los vehículos calcinados y los restos de las tiendas de campaña donde se refugiaron los irreductibles del EI jalonan las calles.

- "Una sola panadería" -

En una callejuela que sirvió en 2019 de puerta de evacuación de los yihadistas y sus familias, los niños corren tras salir del colegio.

Decenas de tiendas han vuelto a abrir sus puertas, aunque su actividad siga siendo escasa.

"Solo hay una panadería (...) Espero desde el amanecer para tener pan", lamenta Abu Nawras, de 50 años, que logró arreglar su casa hace diez meses cerca del antiguo campamento yihadista.

Aunque la situación en materia de seguridad "es mejor que antes", las infraestructuras básicas siguen siendo muy escasas, dice.

"Miren a su alrededor (...) No hay electricidad ni agua potable (...) La situación sanitaria es mala y no hay suficientes medicamentos en el hospital", lamenta Abu Khaled, un jornalero de 40 años.

A la entrada del pueblo, los combatientes de las FDS controlan a las personas para evitar que se infiltren miembros del EI. Porque pese a la caída del "califato", el grupo yihadista aún perpetra cruentos ataques que tienen por objetivo a las fuerzas kurdas y a habitantes que les prestan apoyo.

El martes, las FDS afirmaron estar en el "punto más difícil de su lucha contra el terrorismo".

El EI moviliza aún a 10.000 combatientes en Irak y en Siria, según el reciente informe de la ONU, sin contar a los 11.000 yihadistas detenidos en las prisiones kurdas o a sus esposas y niños retenidos en los campos.

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