Emigrantes en Chile, "robinsones" en la Patagonia

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ARCHIVO - La calle principal de Puyuhuapi, un enclave de inmigrantes en el sur de Chile. Foto: Florian Sanktjohanser/dpa
ARCHIVO - La calle principal de Puyuhuapi, un enclave de inmigrantes en el sur de Chile. Foto: Florian Sanktjohanser/dpa

El pueblo de Puyuhuapi está aislado en un fiordo de la Patagonia chilena. Los viajeros pueden ir de excursión a los glaciares, remar alrededor de los islotes y escuchar la increíble historia de los primeros moradores europeos en la región.

Luisa Ludwig rememora el plan de su padre y comenta que tenía un dejo de megalomanía, pero también un toque romántico. Ernst Ludwig y otros tres alemanes de Rossbach en la región de Bohemia, la actual Hranice en la República Checa, se inspiraron en los relatos de famosos exploradores. Querían escapar de Europa y salir al mundo. "Y sobre todo, querían aventura, jugar a ser Robinson Crusoe", agrega.

Eligieron el lugar con acierto: una bahía al final de un fiordo, enmarcada por montañas con bosques, cascadas y glaciares. Los indígenas mapuches denominaban a este fiordo Puyuhuapi, islas de las frutas dulces. Los jóvenes pioneros llamaron a su asentamiento Waldhagen.

En la actualidad, unas 600 personas viven en este remanso del fin del mundo. Las casas de madera están pintadas con llamativos colores. La pintura se está desprendiendo de las ventanas blancas con parteluz, frente a las que dormitan los perros.

Hasta hace poco, Luisa Ludwig, de 70 años, regentaba la primera fonda del lugar, la "Casa Ludwig". Se trata de una pensión en la vivienda de madera de tres plantas que había construido su padre. A lo largo de los años, la mujer fue escribiendo la historia del pueblo y de sus fundadores. "Puyuhuapi era Waldhagen" es el título de su libro.

Mediante entrevistas, diarios y cartas de su padre, Ludwig reconstruyó las aventuras de los pioneros. navegaron hacia el fiordo a comienzos de 1935. Los cuatro alemanes desembarcaron en la bahía e inmediatamente comenzaron a construir una cabaña. Ataron las vigas con enredaderas y colocaron juncos en el techo. Cocinaban a fuego abierto y dormían en catres de lona, a través de los cuales se filtraba el viento frío.

Puyuhuapi se ha convertido en un pueblo chileno hace tiempo y solo unos pocos descendientes de los primeros colonos hablan todavía un poco de alemán. "Siempre me he sentido muy arraigada aquí", señala Luisa Ludwig. Sin embargo, incluso ella tuvo que salir al mundo.

Celebró su decimoctavo cumpleaños en el barco que la llevaba de Buenos Aires a Hamburgo. Se formó como intérprete, estudió psicología y trabajó en Bremen durante cinco años. "Pero siempre quise volver a Chile", explica. Ahora hace ya 20 años que vive nuevamente en Puyuhuapi.

Los que hacen senderismo por el cercano Parque Nacional de Queulat comprenden esta decisión. Especialmente en el Bosque Encantado, donde los árboles parecen esculturas verdes y peludas con barbas desgreñadas que cuelgan de las ramas y donde las raíces y rocas están cubiertas por una acolchada capa de musgo. Por resbaladizos escalones de madera y rocas se asciende hasta el bosque primigenio y allí, de repente, se abre un fantástico desfiladero. Cascadas caen desde rocas a cientos de metros de altura. Los balcones de hielo del glaciar Pudu se inclinan sobre la cabecera del valle.

Para los jóvenes pioneros, este bosque húmedo en una zona de temperaturas bajas era una zona salvaje a la que había que imponerse. Talaron los árboles con hachas y limpiaron los matorrales de bambúes y helechos con machetes. Con la ayuda financiera del hermano de uno de los fundadores, compraron vacas y cerdos y plantaron huertos. Pronto consiguieron generar electricidad con una rueda hidráulica.

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial en 1945, alemanes desplazados de la región de los Sudetes, de la que provenían los pioneros, se instalaron en el pueblo y éste floreció. La mantequilla, el queso y las tablas del aserradero se vendían en Puerto Montt, a unos 400 kilómetros al norte, y se hacían tejidos al estilo tweed en telares caseros.

Hasta 2018 había mujeres que continuaban trabajando en los antiguos telares, pero ahora la fábrica ya no funciona. El aserradero cerró ya en 1975 y la industria ganadera también desapareció.

Sólo queda el turismo, que llegó cuando se completó la Carretera Austral en 1982, la pista de grava de 1.350 kilómetros de longitud que recorre la parte chilena de la Patagonia. Antes, durante casi medio siglo, a Puyuhuapi sólo se podía llegar en barco.

La región de Aysén atrajo la atención mundial principalmente con la campaña iniciada por el ecologista Doug Tompkins, ya fallecido. Desde 2018, Chile promociona la Ruta de los Parques Nacionales con 17 áreas protegidas.

Es probable que el Parque Nacional de Queulat reciba muchos más viajeros cuando pase la crisis desatada por el coronavirus. A sus rutas de senderismo se puede acceder rápidamente desde la Carretera Austral, especialmente si se va por el breve sendero que lleva al Ventisquero Colgante. Allí se puede caminar entre rocas del tamaño de una casa y arbustos espinosos de berberis, con colibríes zumbando sobre las flores.

Un puente colgante cruza el río y unos escalones de madera conducen a un mirador. Desde aquí se tiene una vista de postal entre las rocas y el hielo. Dos cascadas brotan de la lengua del glaciar, mientras que más abajo el agua del deshielo serpentea por un lecho de cantos rodados hasta la laguna Témpanos.

Cuando Luisa Ludwig era una niña este espectáculo de la naturaleza le quedaba muy lejos. Sin embargo, podía bañarse en las aguas termales del otro lado del fiordo, un destino popular en la época.

En la actualidad allí se encuentra un hotel de lujo. Las pasarelas de madera conectan las casas de tejas y las enormes ventanas ofrecen vistas del fiordo. Se puede remar en kayak alrededor de un islote. Las rocas de la orilla están cubiertas de musgo y en ocasiones se ve un león marino zambulléndose.

Desde el muelle hasta las piscinas exteriores sólo hay que dar unos pasos para entrar en calor. El agua tiene 38 grados, según indica una pizarra. Al principio se tiene la sensación de que el agua quema, pero cuando el cuerpo se acostumbra, uno se deja llevar por la felicidad bajo un dosel de helechos, mientras se contemplan el fiordo, las boscosas montañas y los picos nevados a través del vapor. Al final uno piensa: el lugar ha sido bien elegido.

Información: Patagonia chilena

Época para viajar: La temporada alta dura de diciembre a febrero, en el verano de la Patagonia. También suele hacer calor en noviembre y marzo, meses en los que hay muchos menos turistas.

Llegada: A través de Santiago de Chile se vuela a Puerto Montt. Desde allí se continúa en coche de alquiler hasta Puyuhuapi.

Información: https://chile.travel

dpa