Cerca de Fukushima, un pastor sueña con resucitar su vieja iglesia

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El pastor bautista Akira Sato sueña con escuchar nuevamente los cánticos en su vieja iglesia, que fue súbitamente abandonada hace una década tras el desastre nuclear de Fukushima. Pero, por ahora esto continúa siendo una ilusión.

"Cada vez que regreso aquí y miro todo a mi alrededor, no puedo evitar las lágrimas", comentó Sato a la AFP en una visita al recinto abandonado, al que antes se acercaban decenas de fieles.

El tiempo se detuvo en este templo, ubicado en Okuma, a solamente 5 km al sur de la central nuclear de Fukushima Daiichi, devastada por el tsunami desatado el 11 de marzo de 2011.

Una cruz rota y una campana dada coronan un cartel adherido a la puerta de acero, anunciando el servicio del domingo próximo, que finalmente nunca llegó.

La zona aún sigue aislada a causa de la radiación. Los visitantes deben solicitar una autorización de entrada y colocarse una protección plástica de la cabeza hasta los pies.

En el interior de la capilla, un rayo de luz ilumina los bancos vacíos. El silencio solamente es alterado por la alarma procedente de un contador Geiger que indica los "puntos calientes" de radiación en el edificio.

- Un año de éxodo -

Sato, de 63 años, quien también monitoreaba otras capillas bautistas en el departamento de Fukushima, se encontraba de viaje el día de la catástrofe. La tarea de evacuar el local recayó en uno de sus colegas, Masashi Sato, quien actualmente tiene 44 años.

"Evacué llevándome solamente unas pocas botellas de agua y la Biblia", indicó este pastor que no está emparentado con Akira Sato.

Tras el desastre, un camión militar lo llevó lejos junto a sus feligreses, muchos de los cuales eran ancianos con mala salud. Entonces, Masashi Sato sintió que estaba viviendo "una prueba enviada por Dios".

El éxodo de los dos pastores y sus fieles duró alrededor de un año, de Fukushima a Yamagata, otro departamento situado más al oeste, después hubo una estadía en Tokio, para después establecerse en Izumi, un barrio de la ciudad costera de Iwaki, en el departamento de Fukushima, a 60 km de su iglesia.

Uno de los parroquianos murió durante el tsunami y varios otros durante la evacuación. Otros tuvieron que soportar la humillación puesto que las personas "desplazadas" de Fukushima frecuentemente eran mal vistas en el resto de Japón, dado que muchos temían erróneamente que las personas irradiadas pudieran contagiar.

"Fue un año de turbulencias", recuerda Harumi Mottate, un exfiel de la iglesia de Okuma, de 83 años. "Si no hubiera tenido fe, me habría encolerizado por lo que me estaba ocurriendo", añade.

- Sueño de cabaña -

En Japón, los cristianos apenas representan el 1,5% de la población de todo el país, donde predomina un sincretismo sintoísta-budista.

La historia de esta pequeña comunidad bautista en Fukushima data de 1947, cuando un misionero estadounidense se instaló en el lugar, y a lo largo de los años creó una pequeña congregación.

En 2013, los parroquianos evacuados celebraron su primer servicio en su nueva iglesia en Izumi, con viejos fieles y otros nuevos.

Su lugar de culto es ahora un edificio moderno con vitrales, orientado hacia la iglesia de Okuma.

Pero, el pastor Akira Sato siente que para él, Izumi es solamente una etapa. Sueña con poder, algún día, volver a Okuma y vivir allí casi como un ermitaño.

"Quizás construiría una cabaña y pasaría el resto de mi vida allí", meditando "cada palabra de la Biblia" y entonando cánticos a la gloria de Dios, imagina.

No obstante, no se le permitirá regresar a vivir de manera permanente en Okuma como muy pronto antes de 2022, para cuando las autoridades prevén levantar la prohibición de acceso, con el trabajo de descontaminación en las inmediaciones de la iglesia ya finalizados.

"Creo que Fukushima es una tierra bendecida por Dios. Por el dolor y la tristeza que hemos sufrido, creo que seremos doble o triplemente bendecidos si comparamos con otros lugares", afirma.

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