El ejército estadounidense, a la caza del extremismo en sus filas

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Dos meses después de que varios militares y exmilitares participaran en el asalto al Capitolio, el ejército estadounidense ha comenzado a atacar al extremismo en sus filas, pero el combate se anuncia complejo, como incluso reconocen sus dirigentes.

El nuevo secretario de Defensa, Lloyd Austin, primer afroestadounidense que dirige esta cartera, ordenó a todas las unidades que realicen una jornada de discusiones sobre el extremismo.

"Me preocupa que una persona que lleva el uniforme de soldado, de marino, de aviador, de Marine, de guardia nacional o de guardacostas pueda abrazar ese tipo de opiniones, o todavía peor, que pueda actuar sobre esa base", aseguró el jefe del Pentágono en un video destinado a esas jornadas de discusión.

"Pero eso existe. Algunos lo hacen todavía ahora", añadió.

En un país donde la libertad de expresión está consagrada en la Constitución, se enviaron instrucciones a todos los comandantes de unidades sobre cómo debían conducir el debate sin invadir los derechos cívicos de los 1,3 millones de militares estadounidenses.

Si un militar alude a esta cuestión durante el debate, sus superiores tienen instrucciones de recordarle que, debido a que cuenta con acceso a armas e informaciones sensibles, el gobierno se reserva el derecho a evaluar su juicio y su fiabilidad.

"En caso de duda, la seguridad nacional es la que más pesa", subraya el documento, hecho público por el Pentágono.

- Sentimiento de superioridad -

También recomienda a los comandantes de las unidades que hagan releer el juramento prestado por cada militar a su llegada a las filas. Cada uno promete "apoyar y defender la constitución contra todos los enemigos, extranjeros o interiores".

Algunos militares preguntados por la AFP muestran su preocupación, en privado, por ver su profesión señalada, en momentos en que el ascenso del extremismo está presente en toda la sociedad.

Pero, según CNN, 21 de los 150 primeros invasores arrestados tras el asalto mortal contra el Capitolio del 6 de enero eran militares o antiguos militares, una proporción muy superior a la que representan en la población en general.

Varios pertenecían al movimiento supremacista blanco de los "Oath Keepers", cuyos responsables fueron acusados de conspiración por el ataque.

Para el general Kenneth McKenzie, jefe del comando central estadounidense que supervisa las tropas desplegadas en Afganistán, en Irak o en Siria, esa proporción puede explicarse debido a que los soldados que conocieron el combate se sienten en ocasiones superiores al resto de la población.

"Cuando has servido en combate, y hay gente que tratado de matarte, es fácil sentirse intrínsecamente superior a los demás", explicó a la AFP. "Pero, en realidad, todos somos ciudadanos como los demás".

El ejército nunca ha medido el alcance del extremismo en las fuerzas armadas, ignorado durante más de diez años en los informes del FBI y del Departamento de Seguridad Interior sobre la infiltración de los supremacistas blancos en las fuerzas del orden.

- Uniforme nazi -

Pero "el extremismo es un problema creciente en las filas", subrayó el portavoz del Pentágono, John Kirby. "Cuál es su alcance, no lo sabemos (...), pero las cifras son sin duda superiores a lo que pensamos".

En este sentido, un alto grado cuenta que su hijo, que dudaba entre dos academias militares para cursar sus estudios superiores, visitó una de ellas una para conocer el ambiente. Y el estudiante que le acompañó en la visita abrió su casillero para mostrarle su "tesoro": un uniforme nazi.

Tras el episodio, el joven eligió otra escuela y su padre denunció al estudiante por-nazi a la dirección.

Para el general McKenzie, todo esto muestra que el ejército tiene "un problema de liderazgo".

"Un comandante que dice que no hay problema es un comandante que no sabe lo que pasa en su unidad", declaró. "Y cuando tenemos malos líderes, los cambiamos".

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