Las pretensiones ecologistas del gigante minero Nornickel en el Ártico ruso

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En un gran hangar abierto a los cuatro vientos, las máquinas gigantes, antaño rutilantes, están detenidas y una capa de nieve cubre los depósitos vacíos. La planta metalúrgica de Nikel, en el Ártico ruso, cerró sus puertas.

Propiedad del gigante minero Nornickel (Norilsk Nickel), uno de los principales actores de esta región, la fundición se encuentra a dos pasos de la frontera noruega y por décadas fue una importante fuente de contaminación.

Durante los 74 años que estuvo en funcionamiento, produjo millones de toneladas de níquel, un metal muy utilizado en la industria y que dio su nombre a la ciudad. Pero cada año la planta expulsaba una cantidad de dióxido de azufre cuatro veces mayor a la emitida por Noruega, causando estragos en la vegetación y contaminando el aire de la región.

Hoy, el estruendo de las turbinas ha dejado paso al silencio y, de vez en cuando, el polvo negro cae del techo sobre las últimas cajas de metal que quedan y que aún no se llevaron desde que cerró la fábrica en diciembre. Con sus edificios al borde de la ruina y su tecnología obsoleta, la planta será desmontada antes de 2029.

Mientras pasea entre piezas de maquinaria cubiertas de escarcha, Vladimir Bezushkov no disimula la amargura que siente al ver en qué estado se encuentra la fábrica a la que le dio 25 años de su vida. Empezó como limpiador de cañerías y de hornos, y se acabó convirtiendo en el subdirector de producción.

"Me habría gustado seguir trabajando como lo hacía antes. Es una pena, pero ¿qué se puede hacer?", comenta el hombre, de 45 años. ¿Y qué hay de la contaminación? "Quizá [la hubiera], ¡pero respetábamos todas las normas!", replica.

- Aprender la lección -

El cierre de la fundición forma parte de una estrategia más amplia para hacer de Nornickel una empresa "verde" o al menos, para limitar el impacto que tienen sus actividades en el medio ambiente.

El gigante minero, clave en el desarrollo del Ártico, prevé invertir 4.500 millones de euros (5.400 millones de dólares) en los próximos diez años en la modernización de sus equipos, la limpieza de la contaminación existente y en apoyar a los parques nacionales.

En la península de Kola, fronteriza con Noruega y con Finlandia, se espera que las emisiones contaminantes se reduzcan un 85% este año.

Nornickel asegura haber "aprendido la lección" de la catástrofe causada por la empresa en Norilsk en mayo de 2020, cuando 21.000 toneladas de combustible fueron vertidas en varios cursos de agua después de que se hundiera un depósito de la central térmica. Uno de los peores desastres ecológicos ocurridos en el Ártico.

"Nornickel dejó completamente de vertir contaminantes en el territorio de la ciudad de Nikel y en su región", declaró a la AFP Maxim Ivanov, subdirector de la filial local de la empresa, que reconoce que las emisiones de dióxido de azufre "causaron algunos daños medioambientales".

"La producción de metales con tecnología moderna y verde es nuestra estrategia, nuestro objetivo, y es en lo que nos estamos esforzando", defendió.

- Un paso insuficiente -

Parte de la  producción metalúrgica de Nikel se transfirió a la gigantesca planta de Monchegorsk, en la misma región pero más al sur, donde se pondrán en marcha nuevas tecnologías.

"Con el lanzamiento de la nueva unidad de refinado, prevemos duplicar la producción de cátodos de cobre y llevarla a 150.000 toneladas anuales Sin embargo, esto no tendrá ningún impacto negativo en el medio ambiente", apuntó Vadim Menshenin, director de sección.

La fábrica de Monchegorsk de Nornickel produce cobre, níquel y cobalto. La fundición, demasiado contaminante, debía cerrarse el 1 de marzo.

Noruega aplaudió el cierre de la fábrica de Nikel. En 2007, los vertidos contaminantes de la planta eran tan graves que Oslo se planteó incluso evacuar a los habitantes de la zona fronteriza. La oenegé ecologista local Bellona también alabó la decisión, un "regalo de la naturaleza".

A pesar de las importantes inversiones en nuevas tecnologías y de que las emisiones se hayan reducido, las instalaciones de Nornickel continúan estando entre las principales fuentes de contaminación del Ártico.

"El cierre de fábricas desfasadas es un paso en la buena dirección. Pero no es suficiente, comparado con los volúmenes de producción de esa empresa, cuyos ingresos se cifran en miles de millones", dijo a la AFP Elena Sakriko, de la oficina en Rusia de Greenpeace.

"El Ártico es un ecosistema muy vulnerable que tarda tiempo en regenerarse", explicó. "En nuestra opinión, hay regiones que deberían estar protegidas de la actividad humana".

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