Las dos caras del auge minero en una ciudad de Gabón

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Mipoko coloca los bidones de agua en una vieja carretilla que chirría. Observa maravillada los grifos públicos renovados por Comilog, la compañía que explota el manganeso gabonés y hace y deshace en Moanda, una ciudad minera donde la opulencia se codea con la miseria.

Tener grifos nuevos "¡nos cambió la vida!", comenta exultante la adolescente de 12 años.

"Estaría bien que Comilog nos diera trabajo", apostilla Germain Ndoulouga. Está desempleado y a sus 38 años su único sueño es ser contratado por esta filial gabonesa del grupo minero y metalúrgico francés Eramet.

La Compagnie Minière de l'Ogooué, más conocida por su acrónimo Comilog, es el segundo productor mundial de manganeso de alta pureza, un mineral utilizado en la fabricación de acero, pilas y baterías.

El potencial de Comilog es inmenso: la empresa afirma controlar el 25% de las reservas mundiales de manganeso. El de Gabón, también.

"Cuando pasas a formar parte de Comilog, cambias de estatus en tu familia, en la ciudad y en toda la sociedad", asegura Germain.

- 200 privilegiados -

La compañía presume de un plan de inversión desde 2018 a favor de la población local, pero las desigualdades saltan a la vista entre sus  2.000 empleados y los otros 60.000 habitantes de lo que otrora era un pueblo de 500 lugareños, convertido en ciudad por la gracia del manganeso y de Comilog.

El desempleo alcanzó el 25% en 2017, la última cifra oficial disponible, en la región donde se encuentra Moanda, a 700 km al este de la capital, Libreville.

En la colina que señorea la ciudad, las mansiones se suceden. Es un remanso de paz, con gimnasio, restaurante de la empresa y hasta cine, que ni siquiera tiene Libreville.

Pero sólo unos 200 privilegiados viven en esta "ciudad" protegida por dos casetas y unos cuantos guardias. El lugar de la casa depende del cargo del empleado en la empresa. Comilog paga la electricidad, la fontanería y la jardinería.

Incluso sin ser jefe, trabajar en ella aporta ventajas sociales incomparables, como el acceso gratuito a la atención en el hospital de la empresa y a sus colegios equipados con ordenadores ultramodernos.

- Ni agua ni electricidad -

Comilog, que comenzó a explotar el yacimiento de manganeso en 1962, sigue atrayendo. Moanda se agranda. Pero las infraestructuras, no. En las afueras, mucha gente vive sin agua ni electricidad.

"Ni siquiera tenemos bombas (fuentes) públicas" en el barrio, lamenta Huguette, de 19 años, con una camiseta de fútbol. Vive con su hija en una pequeña casa de tablones de madera ennegrecidos por la humedad, al final de una carretera llena de baches.

Incluso en el centro de la ciudad, las carreteras de color tierra tienen hoyos. Los arcenes están llenos de desechos.

A unos kilómetros del hospital Comilog, se halla el hospital general de Moanda, en tan mal estado que algunos dicen que no quieren ser atendidos allí. Pero decenas de personas se agolpan frente a sus muros decrépitos.

Sucio, sin aire acondicionado ni mosquiteras... En una sala, los pacientes se amontonan sobre colchones. A su lado, niños enfermos duermen sobre alfombras en el suelo.

"Cuando está lleno, hay que pasar por encima de los enfermos para ser atendido. Y llenamos botellas para lavarnos las manos", lamenta un enfermero. Los retretes están fuera de servicio, así que los pacientes hacen sus necesidades en el exterior.

- "Bebé manganeso"-

Staella Mboumba, de unos 30 años, se considera un "bebé manganeso". Nació, creció, se casó y trabaja en Moanda, como ejecutiva de Comilog: "En el pasado, la ciudad era pacífica, tranquila, limpia. Era un pequeño paraíso. Hoy ya no lo es".

"Hasta 1997, el cargo de vicealcalde pasaba automáticamente a un empleado de Comilog que estaba muy involucrado en la gestión de la ciudad", explica André Massard, jefe de comunicación de la empresa, pero desde que Comilog ya no forma parte del concejo municipal "observamos un declive en la ciudad".

En 2018, la compañía lanzó un plan de tres años de Responsabilidad Social Corporativa (RSC). La prioridad es la carretera principal, seguida de la rehabilitación de los colegios, acceso a internet de alta velocidad para 8.000 estudiantes o incluso un servicio de atención médica social.

En 2019 dedicó 11.000 millones de francos CFA (unos 16,5 millones de euros, unos 20 millones de dólares) para todos los proyectos, lo que incluye las obras sociales para sus empleados, con la idea de hacer "autónoma" a la población.

Menos del 1% del volumen de negocio, reconoce Massard, quien destaca que Comilog también genera casi 3.500 empleos indirectos.

Los habitantes y las autoridades locales piden más. "La empresa debería haber pensado un poco antes en hacer lo que está haciendo hoy, todavía queda mucho por hacer", afirma el alcalde Bernard Moulonda.

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