Jane Eyre, de peluquera en Australia a hacerse un nombre en el sector del vino francés

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"Yo era más de gin tonic", comenta Jane Eyre, una expeluquera que no sabía nada de vinos hace veinte años. Pero ahora esta australiana se ha hecho un hueco en Borgoña y acaba de ser elegida "comerciante del año".

Según Eyre, todo se debe a la "suerte". Su oficio de peluquera, que solía ejercer en Melbourne, en el sureste de Australia, le aburría y tras diez años de lavar y peinar cabezas, soñaba con tener otra vida, pero no sabía muy bien cuál.

"El vino me interesaba pero, como peluquera, bebía más bien gin tonic. En aquella época, seguramente, nunca había bebido un Borgoña", recuerda. Y, sin embargo, le habló de ello a una de sus clientas, entre cortes de pelo y alisados.

"Debería conocer a mi marido [...], un periodista en el ámbito del vino", le contestó la clienta. Así, organizaron una cena, de la que Jane salió con la dirección de la bodega Domaine Chevrot, en la prestigiosa Côte de Beaune (Côte d'Or, centro-este de Francia).

A la joven australiana, que entonces tenía 27 años, no le hizo falta más para decidirse a pasar allí un mes trabajando en la vendimia, en septiembre de 1998. "Me gustó de verdad", comenta hoy.

De vuelta a Australia, cerró su peluquería y se apuntó a cursos de vinificación. Durante cinco años vivió a caballo entre su país y Borgoña, hasta que en 2004 decidió instalarse en esa región francesa definitivamente.

Tomó clases en casas prestigiosas y en 2006 se convirtió en la mano derecha del estadounidense Christopher Newman, propietario de una bodega que lleva su nombre en Beaune.

"Pero no hay nada mejor que hacer su propio vino", explica a la AFP, olfateando el aroma a frutos rojos de una copa de Vergelesses Premier Cru. En 2011 dio el paso y se lanzó para poder comprar uva y vinificarla ella misma.

- Pulgarcito -

"Empecé con nada. Una amiga me prestó 5.000 euros (unos 6.000 dólares) y mi jefe me dio mi primer tonel nuevo", recuerda.

Pero en la Borgoña vitivinícola de las grandes familias sólidamente implantadas, esta rubia alta de ojos azules, que parecía salida de una postal de surf, causó sobre todo perplejidad en un primer momento.

"No siempre fue fácil comprar uva", explica. "Tuve que demostrar mi valía". Poco a poco, logró que la admitieran en los círculos de los vinos de prestigio y que los grandes restaurantes, como La Tour d'Argent o Le Laurent de París, le hicieran encargos.

Hace cuatro años, la Revue des vins de France (RVF, Revista de los vinos de Francia), le otorgó una estrella. Y luego otra el año pasado. Y esta semana Eyre se convirtió en la primera australiana y en la primera mujer en ser elegida por RVF como "comerciante del año" en Francia, entre las casas más importantes.

En 2019, este codiciado título recayó en el grupo Duglot, de Burdeos, fundado en 1886 y al frente de una reserva de 10 millones de botellas.

A su lado, Jane Eyre se asemeja más a un "Pulgarcito", con sus 20.000 botellas anuales. "Tengo una pequeña empresa", reconoce la "winemaker", cuyo micronegocio ni siquiera cuenta con locales propios, pues los comparte con el "wine lab" de Château de Bligny, una incubadora de talentos de Bligny-les-Beaune (Côte d'Or).

"Nunca me hubiera imaginado que ganaría algo así. La RVF es una referencia, es como el Michelin de los vinos", admite.

Pero si la australiana le ha ganado la partida a los más grandes, es gracias a su "talento" y a sus vinos "delicados, hechos a mano", explica RVF.

"Es increíble. Ni siquiera soy francesa", comenta Eyre con un marcado acento, del que se avergüenza. "Y soy una mujer. Hace cuarenta años, las mujeres estaban vetadas en las bodegas durante un cierto periodo del mes".

Este título es "un reconocimiento", asegura. "Muestra que los franceses no son los únicos que pueden hacer vinos elegantes".

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