¿Cómo se forjó el regreso de Saad Hariri al gobierno de Líbano?

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Un año después de su dimisión bajo la presión popular, Saad Hariri volvió a ser designado primer ministro de Líbano para formar un gobierno, con la promesa de realizar reformas y desbloquear ayudas internacionales cruciales para su hundida economía.

¿Cómo se gestó este regreso? ¿Qué reacciones se esperan en la esfera internacional y en la escena política libanesa?

- ¿Por qué este retorno? -

Saad Hariri había dimitido dos semanas después del levantamiento popular del 17 de octubre de 2019, que pedía la salida del conjunto de una élite política considerada corrupta e incompetente.

En aquel momento, las manifestaciones rechazaban un plan de reformas adoptado apresuradamente por el gobierno.

Desde entonces, el país ha encadenado las tragedias. Al hundimiento económico, la depreciación de la moneda, las restricciones a las retiradas de dinero y las transferencias al extranjero, se añadieron la pandemia de nuevo coronavirus y la brutal explosión del 4 de agosto en el puerto de Beirut.

En este contexto, la protesta perdió fuerza ante una clase política que se mantenía firme contra viento y marea.

"La revolución no consiguió contar con líderes y presentar un frente unido", resume el analista Karim Bitar. "Las fuerzas políticas tradicionales cerraron filas, ignorando las divergencias sobre el reparto del pastel", añade.

Tras el drama del 4 de agosto, el primer ministro, Hassan Diab, dimitió criticando los bloqueos de los políticos. Su sucesor, también tiró la toalla.

- ¿Cuál es la posición internacional? -

"Líbano inventó la historia circular, volvemos a Hariri", ironiza un diplomático occidental.

Hariri, que dirige el principal partido sunita y ya fue tres veces primer ministro, prometió el jueves "un gobierno de expertos".

Tradicionalmente apoyado por Francia y Estados Unidos, se comprometió a adoptar reformas de acuerdo a "la iniciativa francesa" que lanzó el presidente Emmanuel Macron para salir de la crisis.

"Nadie dentro de la comunidad internacional dudará en trabajar con Saad Hariri", pronostica Bitar. Pues aunque "comprenden" el descontento de la juventud, "conocen su personalidad y están acostumbrados a trabajar con él", dice.

Líbano comenzó en mayo unas negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), ahora en punto muerto, para lograr un plan de salvamento.

El futuro gobierno será escrutado con lupa, ya que los occidentales reclaman reformas antes de desbloquear cualquier ayuda y Washington espera neutralizar al Hezbolá.

Estados Unidos anunció el jueves que quería imponer sanciones económicas a dos responsables del grupo chiita, al que considera como "terrorista".

- ¿Cómo se recibe en Líbano? -

El Hezbolá, peso pesado de la política libanesa, no expresó una preferencia por el primer ministro. Pero su principal aliado, el movimiento Amal, apoyó a Hariri.

"Hariri es el candidato del tándem chiita y del Estado profundo. Forma parte integrante del sistema [...] es más fácil tratar con él", resume el politólogo Michel Douaihy, cercano al movimiento de protesta.

A pesar de las diferencias exhibidas con el Hezbolá, protegido de Irán, Hariri sabe mostrarse conciliador.

Sobre las armas del partido chiita, Hariri reconoció durante una reciente entrevista en televisión que "para resolver este problema, hay que resolver la disputa regional", en referencia a las rivalidades entre Irán y el bando proestadounidense.

"El Hezbolá está cómodo con Saad Hariri", añade Douaihy que, mencionando las tensiones regionales, explica que el Hezbolá necesita "una cobertura sunita en la región, a la vista de estas rivalidades".

El Movimiento Patriótico Libre (MPL) del presidente Michel Aoun, dirigido por su yerno Gebran Bassil, se oponía a la designación de Hariri, pues entre Hariri y Bassil existe una "lucha feroz por el poder", según Douaihy.

Pero como siempre en Líbano, donde todo se negocia entre los mastodontes políticos, los dos hombres acabarán por sentarse en la misma mesa, estima.

- ¿Qué gobierno? -

Con todo, es difícil creer que Hariri pueda zafarse del control de los partidos para formar su gobierno.

El Amal y el Hezbolá rechazan ceder la cartera de Finanzas e insisten en seleccionar a los ministros chiitas. Los gobiernos están tradicionalmente formados por líneas de reparto confesional.

Bassil considera que el gobierno será un alianza de tecnócratas y políticos.

Igualmente habrá que contar con la hostilidad de la protesta, aunque por ahora la designación de Hariri no suscitó una gran movilización.

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