Los olivos sirios echan nuevas raíces en el Kurdistán iraquí

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Miles de olivos se erigen cerca de residencias de verano de familias adineradas del Kurdistán iraquí, dibujando un paisaje que no existía hace algunos años. Fue un kurdo de Siria el que los trajo, haciendo florecer el negocio del aceite de oliva en la región.

Mucho antes de que el ejército turco y sus aliados sirios tomaran su ciudad de Afrin, uno de los bastiones kurdos de Siria, Suleiman Sheikho se había ido.

Desde 2007, haciéndolos pasar legalmente o gracias a las carreteras de contrabando entre el Kurdistán iraquí y las zonas kurdas del noreste sirio, volvió a plantar sus olivos, de los que habla como si se tratase de sus hijos al otro lado de la frontera.

"Traje 42.000 olivos de Afrin, cuando tenían unos tres años", explica con orgullo a la AFP este hombre que durante mucho tiempo presidió la Asociación de Oleicultores de Afrin.

A principios de 2018, su tarea se complicó: los turcos lanzaron la operación "Rama de olivo", un nombre que resuena aún con dolor en Afrin, reputado por sus aceitunas negras.

Ankara teme el surgimiento en Siria de una región autónoma controlada por milicias kurdas cercanas al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que libra una guerrilla en suelo turco.

La milicia kurda de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), considerada como "terrorista" por Turquía, perdió rápidamente Afrin y, desde entonces, el éxodo se intensificó.

La mitad de los 320.000 habitantes, muchos de los cuales vivían de la producción de aceite de oliva gracias al clima propicio de los alrededores, huyeron de sus hogares durante la ofensiva, según la ONU.

- Un sector en eclosión -

"Actualmente, aspiro a 80.000 árboles", continúa Sheikho, que ronda los 50 años, mientras conduce su camioneta. En Afrin, 4.000 de sus olivos eran más que centenarios.

Mantener tantos árboles es un reto en el Kurdistán iraquí, admite, una región mucho más árida que Afrin, y donde debe multiplicar los esfuerzos para garantizar la irrigación.

Sheikho, que encarna la cuarta generación de oleicultores en su familia, cuenta con unos veinte empleados en su prensa. Todos ellos, que también vinieron de Afrin huyendo de la guerra, conocen la técnica como la palma de su mano.

"Es un buen año, hemos producido 23 litros de aceite por cada 100 kilos de olivas cosechadas", celebra el jefe.

Sheikho, que vende sus botellas en el Kurdistán y otros lugares en Irak, ha trabajado sobre todo para lograr el crecimiento de un sector hasta ahora poco desarrollado.

El clima iraquí hace más fácil la importación --de Líbano, Siria o Turquía-- que la producción de aceite de oliva, un elixir presente en todas las mesas del país, pero también en el jabón y otros derivados.

- Revivir Afrin -

Después de haber traído decenas de miles de olivos desde Afrin, ayudó a siete inversores kurdos iraquíes a establecer su prensa y su olivar. Todos contrataron a kurdos de Afrin.

Dar vida al aceite de oliva, para Sheikho y sus compañeros, es un poco como dar vida a su ciudad mártir, cuyos recursos fueron saqueados.

En 2008, cuando este oleicutor acababa de llegar, el Kurdistán autónomo de Irak contaba con 169.400 olivos.

Hoy, según las autoridades kurdas, hay cuatro millones gracias a los fondos invertidos --cerca de 20 millones de euros (unos 24 millones de dólares)-- para la plantación y la importación.

En 2019, se produjeron unas 25 toneladas de aceite de oliva, así como numerosos productos derivados como jabón o cosméticos.

"Los agricultores aquí tienen grandes proyectos y son muy ambiciosos [...] trabajando duro y, gracias a la experiencia de los oleicultores de Afrin, van a crear un excelente futuro para el aceite de oliva", predice Sheikho.

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