Los Emberá panameños ahuyentan la muerte por COVID-19 con medicina ancestral

Compartir
Compartir articulo
Gloria Samana (i) junto a Reinedio Casama (d) preparan plantas medicinales el 20 de agosto de 2020 en el poblado de Ipetí Emberá-Alto Bayano, en el distrito de Chepo, cerca de la Ciudad de Panamá (Panamá). EFE/ Bienvenido Velasco
Gloria Samana (i) junto a Reinedio Casama (d) preparan plantas medicinales el 20 de agosto de 2020 en el poblado de Ipetí Emberá-Alto Bayano, en el distrito de Chepo, cerca de la Ciudad de Panamá (Panamá). EFE/ Bienvenido Velasco

Panamá, 24 ago (EFE).- "Todos los hermanos que fueron al hospital por el COVID-19 murieron", relata con pesar Gloria Samana, botánica de la recóndita comunidad indígena Ipetí Emberá de Alto del Bayano, en Panamá, mientras revuelve con una cuchara sus hojas curativas que bailan dentro de una olla hirviendo avivada por el fuego de leña.
Dentro de su casa, tipo palafito, construida con hojas de palma y madera, la sexagenaria ya recuperada de COVID-19 con medicina tradicional prepara un brebaje natural para prevenir a su marido, Reinedio Casama, también botánico, de la enfermedad que ya ha causado siete muertes dentro de su poblado.
Alejados de la caótica capital, a unas cuatro horas por carretera, los Emberá, uno de los siete pueblos indígenas de Panamá, han recurrido a su medicina tradicional para sanar a los enfermos de COVID-19 ante el abandono de las autoridades sanitarias y a pesar de contar con un puesto oficial de salud, pilotado por una vecina auxiliar de enfermería.
"Vienen a hacer hisopado, pero luego no hay monitoreo ni preguntan por las necesidades de la población. Solo vienen con su capa de protección como si fuesen a la luna, hacen muestras y se van", explica a Efe Sara Omi, presidenta del Congreso General Emberá de Alto del Bayano.
Omi, también autoridad de otras comunidades de su etnia, cuenta que los casos con otras patologías como diabetes o hipertensión acuden al centro de salud más cercano para realizarse una prueba "y ahí es cuando se acuerdan" que tienen que hacer un barrido epidemiológico.
La dirigente recalca que el pueblo no rechaza la medicina occidental y que quieren una coordinación, ya que necesitan mascarillas y gel alcoholado.
Además, desde hace meses, el acueducto artesanal de la comunidad está dañado y no llega agua al pueblo, por lo que deben ir hasta un río cercano a buscarla, lo que dificulta el lavado de manos para prevenir el contagio.
"NO QUEREMOS SER PARTE DE LAS ESTADÍSTICAS"
Según cifras oficiales, en la comunidad Ipetí Emberá de Alto del Bayano se han registrado 25 casos confirmados de la enfermedad y uno solo sigue activo.
Sin embargo, Omi asegura que "el 98 %" de los casi 700 habitantes de la comunidad se han contagiado, incluida ella, aunque reconoce que muchos no se han hecho la prueba.
"No queríamos ser parte de las estadísticas, sino ser modelo y referencia de que en el pueblo Emberá tenemos la alternativa de salvar vidas ante el COVID-19 a través de nuestras plantas medicinales".
VAHO Y TÉ PARA "QUEMAR" EL COVID-19
Samana recorre su huerto, seleccionado las plantas que pueden ayudar a sanar el virus. Con una cesta artesanal mira con determinación las hojas, cierra los ojos y les da una razón para arrancarlas. "Nuestras plantas tienen vida, hay que explicarles por qué las coges".
"Al COVID no le gusta lo frío, todo caliente", asegura Samana mientras agarra la olla para realizar el protocolo que "mata" el virus. Asegura que gracias a la medicina tradicional todos los pacientes de COVID-19 están recuperados.
La comunidad Emberá vio como el virus entraba al pueblo a principios de abril, no saben cómo sucedió, pero la primera enferma era una de sus "abuelas".
Las autoridades tradicionales decidieron llevarla a un centro de salud donde en un primer momento no le realizaron hisopado y solo le recetaron medicamentos para bajar la fiebre.
Sin registrar ninguna mejoría por una semana, la "abuela" acudió por segunda vez. Volvió a la comunidad siendo positivo en COVID-19 y se sometió a la medicina tradicional.
"Estaba mala, mala. Lloraba, me despedí de mi familia. Pero después de varios días con ese vapor me dio ánimo y se paró la fiebre", cuenta Horacia, de más de 60 años.
De acuerdo con la medicina occidental, el 80 % de los pacientes que padecen la COVID-19 superan la enfermedad sin medicación, solo la necesaria para aliviar los síntomas.
Los botánicos Emberá han creado un protocolo para curar y prevenir la COVID-19: primero deben ir a bañarse al río mientras en una gran paila unas hojas de guanábana y de una planta comúnmente conocida como desbaratadora hierven durante 25 minutos.
Luego, el paciente se sienta en el suelo con una sábana por encima y respira los vapores que desprende el brebaje hasta "sudar bastante", tras ello deben beberse el té del mismo agua caliente.
Los Emberá usan el sistema de las burbujas familiares: el paciente positivo se aísla junto a su familia evitando así la propagación del virus y sin romper "la convivencia tradicional". La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ya exhortó a otros países a seguir una estrategia similar.
Con este método, los mayores aseguran que han curado a gran parte de la comunidad sin necesidad de acudir a la medicina occidental.
"No queremos ir al hospital, los que se han ido -asegura Omi- no han regresado".
Ana de León