La pandemia pone en evidencia la falta crónica de agua en tierras navajas

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Amanda Larson sube a sus tres hijos a bordo de su camioneta para ir a varios kilómetros de su casa a llenar bidones de agua, un recurso cuya carencia la pandemia de covid-19 hizo evidente en la reserva indígena navaja.

La misma tarea agotadora debe repetirse cada dos o tres días. La familia entera debe cooperar para cargar en la parte trasera del vehículo más de 200 litros de agua, que se usan para beber, lavar la ropa o asearse.

"Es vergonzoso, degradante y desgarrador para mis hijos, que no pueden simplemente tomar una ducha como todo el mundo", confiesa a AFP Larson una vez de regreso en la casa prefabricada familiar en el pueblo de Thoreau, Nuevo México.

"Así es como nos preparamos para la escuela, o para trabajar con mi esposo, en estos dos cubos" colocados en el fondo de la bañera, suspira esta madre de 35 años, maestra en una guardería.

A falta de agua corriente, de 30 a 40% de los 178.000 habitantes de la Nación Navajo no pueden cumplir con la primera directiva de salud ante el nuevo coronavirus: lavarse las manos regularmente.

Sin duda, esta es una de las razones por las que este vasto territorio semiautónomo, a medio camino entre Arizona, Utah y Nuevo México, ya suma casi 160 muertes (de 5.000 casos registrados), una de las tasas de mortalidad más altas por habitantes del país.

- "El agua es vida" -

Escritas aquí y allá a lo largo de la reserva, de una extensión similar a Escocia, cuatro palabras fungen de grito de guerra para los navajos: "El agua es vida".

El recurso se está volviendo cada vez más escaso en el área: según un informe de la ONG DigDeep, el agua superficial disminuyó en un 98% durante el siglo XX debido al incremento de las temperaturas y a la disminución de las precipitaciones.

George McGraw, quien fundó la organización en 2012 para ayudar a las comunidades en el África subsahariana antes de mirar hacia Estados Unidos, también señala la negligencia crónica del gobierno federal.

"Grandes extensiones de este país, predominantemente negras, mestizas, indígenas y rurales, se han quedado fuera de las grandes inversiones federales en infraestructuras", dijo.

Y las comunidades indígenas son las más afectadas entre los 2 millones de estadounidenses que aún hoy viven sin conexión a las redes de agua y saneamiento.

Los navajos firmaron un tratado en 1868 con el Estado federal que les prometía, a cambio de su rendición y una gran parte de sus tierras, garantizar el acceso a necesidades básicas como educación o salud.

Pero su derecho al agua nunca ha sido cuantificado en ningún texto, y los pueblos indígenas, que prefieren ser llamados "Diné", han visto de lejos construir cientos de presas, a menudo a su costa, en los estados áridos del suroeste.

- Nieve y bebidas azucaradas -

Más allá de la dificultad que supone para lavarse las manos, la escasez de agua plantea una serie de problemas.

Su "enorme impacto en el estado general de salud de la población" está "exacerbado" por la pandemia actual, señala la doctora Loretta Christensen, jefa del servicio de salud local reservado para los indígenas.

Sin agua potable, los residentes de la reserva a menudo recurren a bebidas azucaradas de bajo costo que ayudan a aumentar entre ellos la tasa de diabetes tipo 2, una patología agravante para las personas infectadas con el virus.

La falta de tomas de agua también empuja a las familias a vivir una encima de la otra bajo el mismo techo para compartir las pocas duchas operativas.

Nikishia Anthony, de 25 años, vive con su novio y su familia en White Clay, un sitio accesible solo en 4x4 a través de carreteras polvorientas, en el corazón de la reserva, a una altitud de 2.300 metros.

Acaba de recibir, en esta calurosa jornada de primavera, una entrega de agua del Centro Johns Hopkins para la Salud de los Indios Estadounidenses, que también distribuye en los hogares de la zona dispositivos de lavado de manos, diseñados originalmente para África.

Nikishia usará esta agua para lavar biberones y hacer leche en polvo diluida para su bebé Xavier, nacido hace apenas una semana.

Durante el invierno, a menudo crudo a esta altitud, en medio del bosque la familia derrite la nieve para lavar la ropa y los platos.

El resto del año, dependen del agua bombeada desde un pozo, a un kilómetro y medio de allí. Pero la maniobra lleva tiempo y la cola es aún más larga de lo habitual desde el comienzo de la epidemia.

- Pozos radiactivos -

Algunos de los pozos dispersos en territorio navajo están contaminados por microbios, incluso radioactivos, producto de medio millar de minas de uranio abandonadas.

Pese a que un informe de DigDeep subrayó que existe una tasa inusualmente alta de cáncer de estómago en las antiguas regiones mineras, su agua todavía se usa para abrevar animales destinados a alimento.

Vivir cerca de una tubería tampoco es la garantía de tener agua corriente en casa. Este es el caso de Larson, quien dice haber estado en una lista de espera durante tres años para ser conectada a la tubería que pasa a 200 metros de su casa.

DigDeep le instaló un gran tanque debajo de su casa prefabricada, que llena cada mes para suministrar agua a la cocina. "Un gran cambio" para esta maestra, que puede cocinar más fácilmente sin tener que racionar el agua para "lavar los platos normalmente".

A pesar del tanque y los viajes regulares en camioneta al punto de suministro de agua más cercano, la familia consume solo unos 12.000 litros de agua por mes, tres veces menos que un hogar estadounidense promedio. Y muchas familias navajo utilizan todavía menos.

Organizaciones especializadas intentan paliar la escasez buscando una forma de limpiar a un costo menor las aguas subterráneas, para lo que la naturaleza de terreno es poco propicia.

El presidente de la Nación Navajo, Jonathan Nez, se comprometió a dedicar a la crisis del agua parte de los 600 millones de dólares asignados por el gobierno para enfrentar la pandemia.

Pero no está seguro de poder destinar legalmente a proyectos estructurales la dotación de ayuda de emergencia.

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