Sus hijos deberían volver de inmediato a la escuela: A. Kluth

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(Bloomberg) -- Cuando había comenzado hacía relativamente poco la pandemia de COVID -19, en marzo, me manifesté en desacuerdo con el cierre de las escuelas y luego advertí que hacerlo, aunque fuera necesario, causaría daños de por vida a muchos niños. Yo esperaba que, a estas alturas, dos meses después, ya sabríamos si esas drásticas medidas se justificaban desde el punto de vista epidemiológico. Pero uno de los aspectos más frustrantes del SARS-CoV-2 es que simplemente no quiere revelar esos datos fácilmente. No obstante, legisladores de todo el mundo ahora deben sopesar los diferentes riesgos y tomar una decisión.

La decisión correcta es hacer que los niños vuelvan a sus salas de clases. Y no solo parcialmente, como lo están haciendo nuestras escuelas aquí en Berlín, donde los niños entran y salen de sus clases físicas en un patrón complejo y escalonado durante horas o días específicos, dependiendo de su grado. Pregúnteles a padres o hijos, o al menos a aquellos que tienen acceso al aprendizaje en línea, y la mayoría dirá que esta educación intermitente es más estresante y menos efectiva que el sistema escolar remoto implementado durante el confinamiento total.

En un lado de la moneda, existe el probable papel que juegan los niños en la propagación del coronavirus en la población en general y, por lo tanto, su contribución a un rebrote en los casos. Por el otro lado, está el daño que el cierre de las escuelas causa a su educación, bienestar y perspectivas de vida, e indirectamente incluso a la cohesión y prosperidad de sociedades enteras en la próxima generación.

Está bastante bien establecido que los niños sanos, es decir, aquellos sin afecciones preexistentes, son algo menos propensos a contraer el coronavirus y mucho menos propensos a sufrir síntomas graves. Recientes casos reportados de inflamaciones tardías en todo el cuerpo que se asemejan a la enfermedad de Kawasaki son aterradores, pero muy escasos.

La pregunta pertinente para los epidemiólogos, por lo tanto, es si los niños, especialmente cuando son asintomáticos, pueden transmitir fácilmente el virus a los adultos, causando nuevos brotes y poniendo en peligro a grupos de alto riesgo como los ancianos. Eso es lo que ocurre con la gripe estacional. Con el coronavirus, la ciencia simplemente no es clara.

Datos de varios países, especialmente Islandia, sugieren que los niños tienen menos probabilidades de transmitir el virus a sus padres u otros adultos que de contagiarse de ellos. Otras investigaciones indican que los niños pueden ser tan contagiosos como los adultos.

Quizás el estudio más controvertido fue realizado por un equipo encabezado por Christian Drosten, un virólogo aquí en Berlín que se ha convertido en una celebridad nacional desde que comenzó el brote. Ellos publicaron un artículo que muestra que la carga viral en los niños es similar a la de los adultos. Drosten concluyó que los niños son lo suficientemente contagiosos como para justificar que se mantengan cerradas las escuelas.

Pero otros científicos, incluidos los estadísticos, han cuestionado los cálculos del equipo de Drosten. El virólogo ahora planea actualizar su estudio con datos más detallados. Como una señal de cuán intensa se ha vuelto la controversia, esta semana Drosten recibió un paquete que contenía un frasco con un líquido aparentemente peligroso y la instrucción: “bebe esto, te hará inmune”. Mientras tanto, varias asociaciones alemanas de pediatría han concluido que los niños son significativamente menos contagiosos y que las escuelas deberían abrirse.

Mientras continúa este debate, ¿qué pasa con el otro lado de la moneda: el daño provocado no por la COVID-19 sino por la interrupción de la educación? Aquí realmente no hay controversia. Este reciente informe firmado por más de 90 expertos en educación y economistas –una vez más, aquí en Alemania, pero podrían estar en cualquier lugar– lo explica.

Mientras las escuelas permanecen total o parcialmente cerradas, señalan los expertos, los niños no solo aprenden menos, sino que también olvidan mucho de lo que ya han aprendido, desde gramática hasta habilidades sociales. Lo peor, como era de esperar, se trata de niños de familias de bajos ingresos o disfuncionales, sin mencionar a aquellos que han sufrido abuso o estrés en el hogar incluso antes de la pandemia. Para estos menores, el cierre de escuelas significa la desaparición de comidas saludables, entornos seguros y oasis de apoyo.

Las consecuencias durarán, tanto para los niños como para sus sociedades. Muchos de los niños pasarán menos tiempo en la escuela o la universidad, incluso en años posteriores, dicen los autores del informe, y alcanzarán menos logros mientras estén allí; serán más propensos a estar desempleados como adultos; e incluso cuando trabajen, ganarán menos. Cada año de cierre de escuelas tiene un costo para las personas de entre 7% y 10% de ingresos que no ganarán en su vida, por lo que incluso unos pocos meses pueden marcar una gran diferencia. Estos séquitos de personas con menos educación llevarán al límite los sistemas de bienestar y presupuestos públicos, frenarán el crecimiento económico de países enteros y aumentarán la desigualdad lo suficiente como para poner tensión en la cohesión política.

En países o regiones donde la COVID-19 se encuentra más o menos bajo control –extendiéndose, pero no colapsando los sistemas de salud–, la política responsable es, por lo tanto, abrir las escuelas. Esto provocará algunos contagios y muertes adicionales. Pero la alternativa provocaría más sufrimiento, incluida la muerte, en el futuro.

Como padre, sé que los niños no usarán sus mascarillas correctamente y no siempre se lavarán las manos mientras cantan hasta el final el “cumpleaños feliz”. Pero enseñémosles cómo mantenerse tan seguros como puedan. Sobre todo, volvamos a enseñarles.

Nota Original:Why Your Kids Should Go Straight Back to School: Andreas Kluth

©2020 Bloomberg L.P.