Confinamiento de países vecinos hace felices a productores locales en Irak

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En Irak, comprar productos turcos, iraníes o jordanos es la norma. Incluso los dátiles, fruto del emblemático árbol nacional del país, vienen del Golfo. Pero el confinamiento decretado para luchar contra la covid-19 comienza lentamente a cambiar esa situación.

Para Amin Qassem, la pandemia mundial, que solo causó unos 170 muertos en Irak, es muy positiva para el país. "La crisis nos permitió demostrar nuestra valía en el mercado iraquí", se felicita este empresario, que abrió su fábrica de helados en 2006 en Basora, segunda ciudad de Irak, y cuyas tierras contienen la mayor parte del petróleo del país, segundo productor del oro negro de la OPEP.

Antes, frente a los productos extranjeros, el "hecho en Irak" no tenía mayor cabida en el mercado. Demasiado caro, en cantidades demasiado pequeñas, o bien demasiado lento de producir, el producto local no contaba con los atractivos de las producciones en cadena proveniente de los países vecinos.

Pero con las fronteras cerradas debido al confinamiento planetario, las fábricas iraquíes -cuyo número se redujo debido a una década de embargo y luego otras dos de violencias y de guerras repetidas- pudieron finalmente salir a la luz.

"Hemos conseguido volver a los mercados donde las importaciones nos aplastaban", afirma a la AFP Qassem, cuyos 3.000 empleados empaquetan, por hora, 144.000 conos helados, que luego son enviados a otros lugares del país. "E, incluso, aumentar los márgenes de ganancias", añade el empresario, que ya no necesita "bajar los precios frente a los helados iraníes, siempre más baratos, para evitar perder la producción, que se derretía si no era vendida".

- Petróleo y austeridad -

En Irak, las cifras son engañosas ya que, si bien la balanza comercial sigue siendo ampliamente excedentaria, es porque está inflada artificialmente por el petróleo.

En 2018, según la Organización Mundial del Comercio, Irak exportó bienes y servicios por 97.200 millones de dólares, pero se trataba de petróleo y gas en un 98%. Al mismo tiempo, importó bienes y servicios tan diversos como electricidad, tomates, automóviles o pollos congelados por un valor de 70.000 millones de dólares.

Pero hoy, con el precio del crudo dividido cas por tres, Irak está al borde del abismo financiero.

Ya comenzó a imponer impuestos a la importación, reclamados desde hace años por los productores locales estrangulados -un nuevo ingreso que pasó de 2,5 millones de dólares en la primera mitad de abril a 7,3 millones en mayo-, y a reducir sus compras en el extranjero.

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), las importaciones iraquíes pasarán de 92.000 millones de dólares en 2019 a 81.000 millones en 2021.

Ya en abril, las importaciones chinas se habían caído pasando de casi 1.000 millones de dólares cuatro meses antes, a 775 millones de dólares en abril, según las cifras publicadas por Pekín.

Con Irán, pasaron de 450 millones de dólares al mes a 300 millones, con sólo los cruces fronterizos con Kurdistán iraquí reabiertos, y esto desde hace pocos días.

En este contexto, la diversificación de la economía y la reactivación de los antiguos centros industriales, saqueados de las guerras, se han convertido en un verdadero imperativo para Irak.

El Estado, que ya no puede contratar, cuenta con el sector privado para crear empleos y riquezas.

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