Burundi celebra elecciones generales de alto riesgo, en plena pandemia

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Los burundeses votaron este miércoles para elegir a su nuevo presidente, diputados y concejales municipales, en medio de la pandemia de COVID-19 y entre temores de un resurgimiento de la violencia en caso de disputa sobre los resultados.

La elección marca el final de la era de Pierre Nkurunziza, líder del país desde 2005, y que no se presenta a la reelección.

Tras una jornada sin incidentes, los colegios electorales cerraron a las 16h00 (14H00 GMT).

Lo resultados provisorios se conocerán recién a partir del lunes o martes , según la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI).

La controvertida candidatura de Nkurunziza para un tercer mandato en 2015 había sumido a su país en una gran crisis política que dejó al menos 1.200 muertos y condujo al exilio a unas 400.000 personas.

Los rivales para ocupar su cargo son su delfín designado, general Évariste Ndayishimiye, y el jefe de la oposición, Agathon Rwasa.

A diferencia de Etiopía, que pospuso sus elecciones de agosto debido a la epidemia del nuevo coronavirus, el gobierno de Burundi eligió mantenerlos a toda costa.

Por lo tanto, Burundi no solo no impuso el confinamiento de sus aproximadamente 11 millones de habitantes, como lo hicieron algunos de sus vecinos, sino que la fiebre electoral dio lugar a la reunión de miles de personas sin medidas de distanciamiento social.

El sábado, durante la última reunión del partido gobernante, el CNDD-FDD, en la capital económica de Buyumbura, miles de personas vestidas con camisetas que llevaban la imagen de su candidato se aglomeraron durante varias horas, siendo que la única medida sanitaria era la instalación de algunos cubos de agua y jabón en el lugar de la reunión.

El gobierno, que aseguró al comienzo de la epidemia que el país estaba protegido por la "gracia divina", ha enumerado oficialmente 42 casos positivos, incluida una víctima fatal, pero los médicos lo acusan de minimizar el número de casos.

Las autoridades incluso expulsaron al equipo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) encargada de asesorar en el combate a la epidemia.

- Hartazgo -

La campaña, manchada por episodios de violencia y arrestos arbitrarios, fue aún más tensa ya que la competencia electoral fue se centró en el duelo entre el general Ndayishimiye y Rwasa.

Ndayishimiye, de 52 años, presentado por el CNDD-FDD como "el heredero" de Nkurunziza, es un general y, como su mentor, un veterano de la rebelión hutu del CNDD-FDD que luchó durante la guerra civil contra el ejército, dominado por la minoría tutsi.

Ese conflicto se extendió de 1993 a 2006, con un saldo de unos 300.000 muertos.

Por su parte Rwasa, de 56 años, es del movimiento rebelde más antiguo del país (Palipehutu-FNL), que fue uno de los dos principales grupos rebeldes durante la guerra civil. A los ojos de los hutus, que representan el 85% de la población, Rwasa tiene tanta legitimidad para buscar la presidencia como su rival del CNDD-FDD.

"El pueblo no permitirá que le roben su victoria", advirtió Rwasa, mientras que el partido gobernante, una verdadera máquina de guerra electoral, ya ha anunciado que no prevé otro resultado que el triunfo.

El futuro presidente, elegido para un mandato de siete años, será investido en agosto, al final del período de Nkurunziza, quien -elevado a la categoría de "guía supremo del patriotismo" en febrero por la Asamblea Nacional- seguirá siendo el presidente del Consejo de Ancianos del partido, el órgano que toma las decisiones más importantes.

La votación fue arbitrada por la CENI, acusada por la oposición de ser controlada por el gobierno, y se llevó a cabo sin observadores internacionales ya que el gobierno rechazó cualquier misión de observación de la ONU o de la Unión Africana.

Los observadores de la vida política de Burundi notaron que Rwasa había movilizado multitudes durante su campaña. "Hay un fenómeno de hartazgo, de preferir cualquier cosa menos el CNDD-FDD, y Rwasa está montando esta ola", dijo Onesphore Sematumba, analista del grupo de expertos International Crisis Group (ICG).

Burundi está clasificado entre los tres países más pobres del mundo, según el Banco Mundial, que estima que el 75% de la población vive por debajo del umbral de pobreza, frente al 65% cuando Nkurunziza llegó al poder en 2005.

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