EEUU busca preservar tambaleante proceso de paz en Afganistán pero pierde peso

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Estados Unidos intenta preservar el proceso de paz en Afganistán, en peligro tras recientes ataques, pero su influencia se está reduciendo a medida que avanza a toda velocidad con planes para poner fin a la guerra más larga en la que ha participado.

Un acuerdo del 29 de febrero entre la administración del presidente Donald Trump y los talibanes estableció una retirada total de las tropas norteamericanas a mediados de 2021, casi dos décadas después de que una invasión estadounidense derrocara, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, al régimen instalado por la guerrilla islamista.

Pero las conversaciones planificadas entre los talibanes y el gobierno de Kabul nunca comenzaron, y el presidente Ashraf Ghani anunció después de los hechos de violencia de esta semana que reanudaría las operaciones ofensivas contra los insurgentes.

En un sorprendente acto de brutalidad, hombres armados arrasaron el martes una sala de maternidad en Kabul, matando a 24 personas, incluidos recién nacidos que aún no habían visto el mundo exterior.

Estados Unidos dijo que cree que el ataque, ocurrido en un barrio musulmán chiíta, no fue llevado a cabo por los talibanes sino por el grupo Estado Islámico (EI), extremistas sunitas que fomentaron conflictos sangrientos y sectarios en Irak y Siria.

"Creo que la política de Estados Unidos es sorda en este momento", dijo Michael Kugelman, un experto en el sur de Asia del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson.

Washington "no está teniendo en cuenta la ira de la gente y del gobierno afgano por esta serie de ataques que han sido particularmente horribles incluso para los horrendos estándares de Afganistán", subrayó.

"La administración Trump pide a Kabul que persevere en un proceso de paz que no ha comenzado formalmente en un momento en que el gobierno afgano ha dicho que está fuera de la mesa de discusiones, al menos por ahora".

- "No hay otra alternativa" que la paz -

Zalmay Khalilzad, un veterano diplomático estadounidense que pasó un año negociando el acuerdo con los talibanes en hoteles de Catar, dijo que los insurgentes estaban cumpliendo su parte del trato.

Khalilzad condenó el jueves un atentado mortal con camión bomba contra una base del ejército, reivindicado por los talibanes, pero dijo que los insurgentes nunca prometieron dejar de hostigar a las fuerzas afganas.

Los rebeldes se cuidaron de atacar a las fuerzas de la coalición o a blancos ubicados dentro de las principales ciudades, indicó, y enfatizó que la principal prioridad de Estados Unidos era asegurar que los talibanes contrarresten al EI y a Al-Qaeda.

"La violencia reciente ha planteado interrogantes sobre el proceso de paz y el camino hacia la paz, pero eso lo sabíamos desde el principio", declaró a la prensa.

"No hay otra alternativa que seguir adelante con la búsqueda de la paz", consideró.

Un acuerdo político "reduciría la carga que pesa sobre Estados Unidos" y también "aseguraría que Afganistán nunca más se convierta en una plataforma para atacar a Estados Unidos o nuestros aliados".

Incluso en un Washington profundamente polarizado en los meses previos a las elecciones de noviembre, existe un amplio apoyo a los esfuerzos de Trump para detener esta "guerra interminable" y acabar con la impopular misión en Afganistán.

Joe Biden, probable rival demócrata de Trump en las presidenciales, fue una de las voces más críticas con la guerra de Afganistán en la administración de Barack Obama y se ha comprometido a avanzar en la vía del retiro de las tropas si es elegido presidente.

Las críticas actuales a la política afgana de Trump provienen principalmente de los republicanos conservadores, como la representante Liz Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney.

Para esa legisladora, el acuerdo ofrece demasiadas concesiones a los talibanes y no contempla suficientes mecanismos para controlar que cumplan sus promesas.

- Disminuida capacidad de presión-

Tanto Ghani como los talibanes habían aceptado a regañadientes las conversaciones de paz, que Noruega había ofrecido convocar en marzo.

Ghani y su rival electoral Abdullah Abdullah parecen haber llegado a un compromiso después de que el secretario de Estado Mike Pompeo recortara en 1.000 millones de dólares la ayuda estadounidense a Afganistán.

Laurel Miller, quien se desempeñó como representante especial en Afganistán y Pakistán bajo las presidencias de Obama y Trump, dijo que Estados Unidos aún podría echar mano a presiones financieras para obligar a Kabul a negociar.

Sin embargo, Washington ya no está en condiciones de presionar a los talibanes para que entablen conversaciones, dijo Miller, directora para Asia del International Crisis Group.

"La administración estadounidense actual ha dejado perfectamente claro que quiere sacar a las fuerzas estadounidenses de Afganistán. Entonces, ¿qué tan creíble es, realmente, una amenaza de quedarse?" se preguntó.

Estados Unidos "puede ayudar a crear las condiciones para un proceso de paz, puede empujar a las partes hacia un proceso de paz, puede tratar de catalizar el proceso de paz y los partidarios a nivel internacional de ese proceso, pero literalmente nada puede hacer para que el proceso tenga lugar".

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