El coronavirus obliga a trasladar los cuerpos a Tierra Santa en aviones de carga o jets privados

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La familia de Serge Bokobza, que falleció en Francia, quería que lo enterrasen en Jerusalén y, pese a las restricciones por el coronavirus, su cuerpo fue trasladado a Tierra Santa, aunque sus allegados solo pudieron asistir a la ceremonia por videoconferencia.

Este médico judío de Creteil, en las afueras de París, fue enterrado hace algunas semanas en el Monte de los Olivos, frente a la Ciudad Vieja de Jerusalén, por un grupo de sepultureros protegidos con trajes y máscaras de protección.

Solo un miembro de la familia, el rabino Shraga Dahan, que vive en Israel, estaba presente en los funerales.

"Instalé Zoom [una aplicación de videoconferencia] para que todos pudieran ver la inhumación en directo", explica Dahan a la AFP.

"Centenares de personas estaban presentes virtualmente pero en el lugar éramos unos diez, entre ellos los empleados de pompas fúnebres", agrega.

Desde que empezó la pandemia, el espacio aéreo israelí está casi desierto, las autoridades cerraron las fronteras y suspendieron el tráfico aéreo.

Pero algunos aviones de carga continúan llegando al aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv, con a veces a bordo cuerpos de judíos que quieren ser enterrados en Jerusalén y cuyas familias organizan el traslado, cueste lo que cueste.

A causa de los pocos vuelos hacia Tel Aviv, "las familias tuvieron que alquilar aviones privados para traer los cuerpos de sus familiares y pagaron sumas enormes", explica Yehuda Meshi-Zahav, fundador de la organización Zaka, que ayuda a la organización de entierros en Israel de judíos del extranjero.

Meshi-Zahav habla de un jet privado de 250.000 dólares para una familia judía de Nueva York y afirma que unos 250 extranjeros, muertos o no por el virus, fueron enterrados en Israel desde el principio de la pandemia.

Normalmente se entierran unos 1.500 extranjeros cada año.

- Sepultura eterna -

Los judíos que son enterrados en Israel tienen que comprar una concesión que, en Jerusalén, puede costar unos 100.000 séqueles (unos 30.000 dólares).

Muchos judíos quieren ser enterrados en Israel, el único Estado de mayoría judía del mundo, donde creen que sus tumbas tienen menos riesgo de ser profanadas por actos antisemitas.

La tradición dice además que los judíos tienen derecho a una sepultura eterna. Pero en muchos países es posible que un cuerpo se traslade de lugar por falta de espacio muchas décadas después de ser enterrado.

Elegir ser enterrado en Israel también está considerado como una garantía de que los ritos funerarios judíos se respetarán mejor, sobre todo en tiempos de pandemia.

En Francia, por ejemplo, para evitar potenciales riesgos de contaminación, está prohibido el lavado funerario tradicional, indispensable para los judíos religiosos que quieren que su cuerpo sea lavado antes de ser puesto en un sudario directamente en la tierra.

"Para ocuparse de esta tarea difícil en este periodo de contaminación, tuvimos que formar a responsables fúnebres con normas sanitarias más estrictas", explica Meshi-Zahav.

"Transportamos los cuerpos en dos fundas sanitarias y luego nos coordinamos con nuestros colegas israelíes, que se ocupan de todo según las normas sanitarias locales", explica por su parte Yves Sportes, el responsable de una empresa de pompas fúnebres en Francia que lleva a cabo unos 50 traslados de cuerpos hacia Israel desde el principio de la crisis sanitaria.

La compañía israelí El Al suspendió los vuelos desde los aeropuertos franceses por lo que los restos mortales tienen que ser transportados hasta Bélgica y luego llevados en aviones cargo hacia Tel Aviv.

Con la próxima reanudación de los vuelos comerciales, los restos podrán ser puestos de nuevo en la bodega, lo que permitirá a las familias enterrar a sus familiares "de manera honorable y a un precio correcto", dijo El Al, que factura 3.000 euros por este servicio desde Europa.

"Lo más difícil sigue siendo que las familias no pueden acompañar a sus allegados", dice Sportes.

Fue así como el rabino Shraga Dahan recitó el kaddish, la plegaria de los muertos, en solitario frente a los restos de Serge Bokobza, solo acompañado por los sepultureros y las personas en videoconferencia. "Fue muy extraño".

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