En Tirana, el Ramadán confinado recuerda "el trauma" de la Albania comunista

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Después de romper el ayuno sin amigos, Osman y su familia rezan lejos de la mezquita. Los fieles albaneses celebran un Ramadán confinado, como en los días oscuros del comunismo, cuando practicar su religión era arriesgarse a morir.

Al igual que una buena parte del planeta, la pandemia del nuevo coronavirus es sinónimo de confinamiento, válido también durante el mes de ayuno y de oración de la religión musulmana, mayoritaria en este pequeño país de los Balcanes.

Pero la experiencia "despierta irremediablemente el recuerdo y el trauma del pasado" para Osman Hoxha, de 81 años, que vive en Tirana en un modesto apartamento con su esposa Minire, de 74 años, y la familia de su hijo Agron, de 43 años.

En los años 1960, el régimen le obligó a trabajar duro en una cantera de piedra, como precio a pagar por la deserción de su hermano que logró huir del país, dejando atrás una familia de "excluidos políticos".

"Esto recuerda la dictadura comunista, cuando debíamos rezar entre las paredes de nuestras casas por miedo a acabar en prisión o a ser condenados a muerte", dice este anciano, con un gorro de lana negra en la cabeza. "Debíamos permanecer alejados de las mezquitas y rezar en casa".

Enver Hoxha, el difunto dictador con el que Osman comparte un patrimonio común en Albania, adoptó el precepto marxista según el cual "la religión es el opio del pueblo". En 1967, proclamó a Albania como el primer "país ateo" del mundo y en 1976, el ateísmo fue inscrito en la Constitución.

- Pelotón de ejecución -

Cientos de mezquitas e iglesias ortodoxas y católicas fueron destruidas. Decenas de curas y religiosos musulmanes fueron condenados a trabajos forzados, y decenas de otros murieron en prisión. Algunos pasaron delante del pelotón de ejecución.

Iglesias y mezquitas no volvieron a abrir sus puertas hasta noviembre de 1990, en vísperas de la caída del comunismo.

Pero la familia Hoxha nunca perdió la fe, y practicó el islam a escondidas.

Desde el fin de la dictadura, la familia invitaba a una veintena de personas a compartir el 'iftar', comida nocturna con la que se rompe el ayuno.

Algo que hoy es imposible. "Es mi mayor tristeza, me gustaría que esta mesa fuese grande y mi casa [estuviese] llena de amigos y allegados", lamenta Minire, mientras prepara la comida del viernes por la noche con su nuera Rezarta.

"Ayunar cuando estamos confinados en casa, es más duro pues solo pensamos en comer", dice sonriendo delante de apetitosos platos.

Después del 'iftar', el patriarca Osman dirige las oraciones en el salón, acompañado de su hijo y de sus dos nietos de 11 y 13 años.

Albania, actualmente un país en democracia, adoptó al igual que otros Estados medidas restrictivas de las libertades individuales para luchar contra una pandemia que ya causó una treintena de muertos en el país.

- "Amor y respeto"-

La situación sin embargo es más llevadera gracias a los medios para comunicarse, que antaño no existían.

Antes de sentarse a la mesa, Minire habla a través de una videollamada con sus otros cuatro hijos que viven en Italia.

"Gracias a la tecnología y las redes sociales, virtualmente, estamos más cerca que nunca de nuestros amigos", subraya Agron.

Y el miedo al coronavirus no ha afectado en nada a la tolerancia religiosa tradicional en Albania, donde más de la mitad de los 2,8 millones de habitantes se declaran musulmanes, frente a alrededor de un 30% de católicos y ortodoxos.

El islam en el país es muy liberal, a semejanza de la cofradía sufí de los Baktashis, cuyos adeptos consumen alcohol.

Las mezquitas y las iglesias se juntan unas con otras en las plazas de los pueblos, y los habitantes multiplican los festejos pues celebran las fiestas de unos y de otros.

"Lo único que no se ha sido confinado es el amor y el respeto mutuos", constata Beatric Ruhi, maestra jubilada de Tirana.

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