Las iraníes luchan por conservar su empleo y su estatus en medio de la pandemia

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Como muchas iraníes, Fereshteh Kasrai tuvo que adaptarse a la COVID-19 y pasar del bullicio de una start-up al teletrabajo, para intentar conservar un empleo interesante en la alta tecnología obtenido con mucho esfuerzo.

Su voz por teléfono suena cansada. Contrasta con el tono energético que tenía cuando la AFP habló con ella en su compañía Alibaba hace unas semanas. Soy "más eficiente en el teletrabajo...", afirma, con malicia.

"Pero emocionalmente es duro, no estoy acostumbrada a quedarme tanto tiempo en casa y echo de menos interactuar con mis colegas", explica esta iraní de 44 años, que vive sola en Teherán.

Esta responsable de recursos humanos no oculta su "preocupación" por la empresa, creada hace cinco años y que ha sufrido un fuerte impacto.

Frente al COVID-19, la consigna para ella y sus colegas femeninas es adaptarse a otras formas de trabajo si no quieren perder un estatus que tanto les ha costado conseguir.

Fereshteh introdujo nuevas rutinas con sus equipos, entre "videoconferencias matutinas por plataformas como Skype o Zoom" e intercambios sobre los "proyectos en curso".

Actualmente en Alibaba la mayoría de los empleados teletrabaja. Los iraníes no están confinados por la fuerza pero se les pidió que se queden en casa para frenar la epidemia en el país, que ha registrado oficialmente más de 5.200 muertos.

- "Iran Silicon Valley" -

Normalmente entrar en el gran almacén que alberga la sede de Alibaba en Teherán es como adentrarse en otro Irán, lejos de los barrios pobres con edificios decrépitos, de las ciudades de historia plurimilenaria o de las aldeas que parecen haberse congelado en el tiempo.

"Iran Silicon Valley", se lee en el letrero que acoge al visitante. En un ambiente moderno, nos encontramos con distribuidores de galletas, cojines gigantes en las áreas de descanso y oficinas acristaladas con empleados concentrados frente a ordenadores Apple.

Decenas de mujeres jóvenes, vestidas con pantalones tejanos ajustados y tocadas con velos que dejan a la vista mechones de cabello, trabajan con colegas masculinos, algo poco común en la República islámica de Irán.

De los casi 700 empleados de Alibaba, el 42% son mujeres.

Algunas, como Fereshteh, que durante su encuentro con la AFP lucía un estudiado esmalte de uñas azul y pintalabios de color cereza, consiguieron puestos directivos, un desafío en esta sociedad muy patriarcal.

El invisible techo de cristal cultural y familiar suele ser un obstáculo en las carreras de las iraníes, sobre todo para acceder a puestos directivos.

Varias empleadas de Alibaba dan fe de los obstáculos a los que se han enfrentado en el mundo laboral, como la imposibilidad de avanzar sin una red o la rigidez de las estructuras jerárquicas.

"Trabajé en otras tres grandes empresas, semiprivadas o relacionadas con el gobierno, y vi que era muy difícil evolucionar allí, que tenías que conocer a gente influyente", cuenta Anis Amir Arjmandi, de 33 años y directora jurídica de Alibaba.

Su colega Fatemeh Ashrafi, de 38 años, estima que "en una start-up o empresa emergente, hay más espacio para exponer nuestros puntos de vista" y asumir responsabilidades. "Podemos reunirnos con nuestros jefes cuando queramos, no hace falta esperar detrás de la puerta a que te concedan un poco de su tiempo...".

"Las start-up están dirigidas por generaciones más jóvenes, más progresistas", afirma el periodista especializado en la alta tecnología Josro Kalbasi, radicado en Teherán.

El número de mujeres en empresas de alta tecnología "ha aumentado en los últimos años", dice el periodista, que asegura que Irán es uno de los países más conectados de Oriente Medio, con una tasa de 87,19% para internet y de 76,58% para la web en el teléfono móvil (cifras oficiales).

- "Posibilidad de innovar" -

Según Azadeh Kian, profesor de sociología en París y experto en Irán, en ese país "el 70% de los estudiantes en ingeniería y en ciencias son mujeres".

"También es un sector donde saben que pueden tener más margen de progreso y la posibilidad de innovar".

Fereshteh constata que "las mujeres imponen cada vez más sus voces en el entorno laboral" y se siente satisfecha de que "en Alibaba el viejo cliché de que un programador debe ser absolutamente un hombre" se ha roto.

El sector de las empresas emergentes, que comenzó a desarrollarse en los años 2000, despegó a partir de 2013.

Pero las nuevas tecnologías y el uso de teléfonos inteligentes se han visto muy afectados por el restablecimiento en 2018 de las sanciones estadounidenses.

Sin embargo las sanciones han tenido un efecto inesperado: los empresarios iraníes aprovecharon la oportunidad para lanzar sus start-up, inspirándose en los gigantes globales bloqueados en Irán para crear un equivalente local, aprovechando un entorno protegido de la competencia extranjera.

Entre los más reputados figuran Snapp (equivalente a Uber), Digikala (réplica de Amazon), cafe Bazaar (plataforma que ofrece aplicaciones y juegos desarrollados por iraníes), Alibaba o Tap30 (otro equivalente local de Uber que cuenta con 1.400 empleados en el país).

En Tap30, Mona Ahmadi, quien a sus 33 años dirige a 140 empleados del centro de llamadas, dice haber encontrado "un buen trabajo y un estatus social".

En esta empresa, "el 45% de nuestros empleados son mujeres, la mayoría son menores de 30 años y están presentes en todos los sectores: marketing, tecnología, recursos humanos, centro de llamadas", dice Negar Arab, de 37 años, responsable de la comunicación. Los equipos legales, financieros y de comunicación están dirigidos por mujeres.

Nazanin Daneshvar, de 36 años, encarna uno de los éxitos más notorios en este sector. El sitio de venta al por menor Takhfifan, cofundado con su hermana hace ocho años, es la mayor empresa emergente creada por mujeres en Irán y emplea a 350 personas.

En el comercio electrónico, el número de mujeres que accede a puestos directivos "no es suficiente", afirma.

En estos momentos, las oficinas están cerradas y el teletrabajo se ha generalizado. Algunos empleados se tomaron unas vacaciones, explica por teléfono Nazanin. De fondo se escuchan los balbuceos de su bebé.

"Para ser honesta, es un gran impacto. (...) Nuestras ventas han caído considerablemente", reconoce. "Nuestros empleados hacen un muy buen trabajo (...) pero lleva mucho tiempo y es agotador" teletrabajar y gestionar equipos a distancia.

- Presiones familiares -

Antes de la crisis de la COVID-19, la vida de esta empresaria ya era "difícil".

Hace unos años, "tenía que llevar a mi padre a todas mis citas (con inversores) porque nadie me tomaba en serio como directora, entonces decía que el director de mi empresa era él".

En tiempos normales, "muchas son incapaces de manejar la presión de sus maridos o de sus madres para que se impliquen menos en el trabajo; tengo empleadas que dimitieron porque no eran capaces de cumplir con lo que se espera de una mujer tradicional", lamenta.

En estos momentos en los que muchas iraníes teletrabajan, las presiones familiares son aún mayores, dice Nazanin.

Negar, la jefa de comunicación de Tap30, que, al igual que otras empresas, acusa el golpe de la crisis sanitaria, ha tenido que adaptarse. Reconoce que está "muy ocupada" entre el teletrabajo y el cuidado de su hija y de su familia.

Y con las posibles supresiones de empleo por las crisis sanitaria y económica, es probable que las mujeres se vean más afectadas que los hombres.

En particular en las empresas gubernamentales y semigubernamentales donde "la mayoría de los cargos directivos están ocupados por hombres y los puestos menos prestigiosos, por mujeres", asegura Anis Amir Arjmandi, la directora jurídica de Alibaba.

Esta mujer critica "la persistencia de una forma de pensar" que da prioridad a los hombres porque son cabeza de familia y deben llevar dinero a casa.

"Si hay que elegir entre preservar el trabajo de una mujer soltera o de un hombre casado, se quedarán con él. No es justo, pero aquí la mentalidad es así", lamenta.

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