Estudiantes de medicina aportan su granito de arena en la lucha contra el coronavirus en Francia

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Para Fantine Georget, estudiante de medicina, era impensable quedarse de brazos cruzados mientras su país se enfrenta a la peor crisis sanitaria desde la Segunda Guerra Mundial y decidió poner su granito de arena en la lucha contra el coronavirus en Francia.

Al igual que la mayoría de sus compañeros en la facultad de Medicina de la Universidad Nîmes-Montpellier, en el sur de Francia, esta joven de 22 años se ofreció voluntaria para reforzar los equipos del centro de regulación médica de las urgencias, saturados en plena pandemia del coronavirus.

"Mis dos últimas semanas de prácticas en el hospital fueron canceladas porque, como no eramos indispensables, la dirección prefirió no exponernos. Así que tenía tiempo libre para ayudar de otra manera", cuenta a la AFP esta estudiante de quinto año de medicina.

Tras una rapidísima formación y bajo la supervisión de un profesional médico, atiende las llamadas que recibe el número de emergencias en Francia, el 15, y su misión consiste en decidir la respuesta adecuada, según los síntomas descritos por sus pacientes.

"Muchas de las personas que llaman tienen sintomatología de infección", cuenta Fantine. Para los casos leves, su trabajo es tranquilizarles y explicarles cuáles son las precauciones que deben tomar, sobre todo para evitar contagiar a las personas con las que viven.

Para los casos más graves, toman el relevo los médicos presentes, sobre todo cuando se detecta una insuficiencia respiratoria.

"Los primeros momentos fueron estresantes porque era la primera vez que trabajaba con pacientes sin poder verlos", cuenta esta futura doctora, que aprendió a adaptar su lenguaje para que los pacientes, al otro lado del teléfono, puedan detectar sus propios síntomas.

"Es totalmente diferente porque en el hospital vemos a los pacientes. Aquí la palabra es nuestro único recurso".

- Hasta 7.000 llamadas por día -

Blanche Lallier, una estudiante de tercer año de medicina, tampoco dudó un instante cuando su universidad hizo un llamado a voluntarios para prestar ayuda a los servicios de regulación médica de urgencia en el hospital de Melun, en la región de París, la más golpeada por el coronavirus en Francia, país que registra ya más de 6.500 muertes por coronavirus.

Este centro, que recibe en tiempo normal unas 600 llamadas por día, se ha visto desbordado en las últimas semanas. Antes de que los estudiantes se ofrecieran como refuerzo, los pacientes podían esperar hasta 15 minutos antes de ser atendidos, con los riesgos que esto implica.

"Necesitaban gente porque el servicio estaba saturado", cuenta Blanche a la AFP, que calcula que en los peores días recibieron hasta 7.000 llamadas.

A las personas que están al otro lado del teléfono les hace tres preguntas: ¿Tiene dificultades para respirar? ¿Tiene una enfermedad crónica? ¿Es usted un profesional médico? Si responden sí a una de las tres transfiere la llamada a uno de los médicos presentes.

Si todas las respuestas son negativas, les dice que un médico les devolverá la llamada en un par de horas para darles toda la información necesaria sobre la COVID-19, una enfermedad hasta hace poco desconocida en el mundo.

Pero muchos solo necesitan hablar para sentirse más tranquilos y acompañados ante esta situación inédita.

Esta estudiante de 20 años recuerda con mucha emoción la llamada de un señor, preocupado por su mujer, asmática, que estuvo en contacto con su suegra, que dio positivo en la prueba del coronavirus.

"El señor estalló en llanto y no había manera de calmarlo", cuenta. "Se siente mucha impotencia", confiesa la joven.

meb/bl