El alcalde, el coronavirus y el día a día en Italia

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"¡A alguien tenía que ocurrirle!", dice resignado Pietro Mazzocchi, de 59 años y alcalde de Borgonovo, una ciudad de 8.000 habitantes del norte de Italia, que ha contraído el coronavirus.

Confinado en su casa, pero "no particularmente preocupado", habló por teléfono con la AFP.

Todo parece tranquilo en Borgonovo Val Tidone, un pueblo de Emilia Romaña, una región contigua a la "zona roja" en cuarentena de la vecina Lombardía. La alcaldía estaba prácticamente vacía este jueves. "Sabemos lo del alcalde, pero no se debe a eso. De todas formas, las oficinas están cerradas", asegura el vigilante.

Desde que dio positivo al coronavirus, Mazzocchi se confinó en su casa. "Estoy tranquilo. Es como una gripe", dice. "Me desperté con fiebre el domingo por la mañana, debilidad en las piernas y un poco de tos. Después, mi hijo tuvo fiebre a su vez; entonces por precaución avisé a los médicos", dice.

"Uno sabe que puede ocurrir en cualquier momento", repite el alcalde, que vive con su esposa, pero ahora en diferentes plantas de su casa. "Tengo fiebre, basta", relativiza.

Lo que le preocupa, en cambio, es que no sabe cómo se infectó con el virus. "Esto es lo peor. No fui a la zona roja, estuve en mi provincia. Realmente no tengo idea".

Desde el domingo, más de 50.000 personas están confinadas en diez ciudades de Lombardía y una en Venecia, una medida drástica adoptada para frenar el avance del coronavirus que ha infectado a más de 400 personas, mayoritariamente en el norte de Italia, el país europeo más afectado por la epidemia. Doce personas han fallecido hasta ahora.

- Los alcaldes en primera línea -

"Tengo que tratar de remontarme a toda la gente con la que estuve en contacto en los últimos días. Es indispensable y complicado. ¡He visto a centenares!", reconoce Mazzocchi. Solo en la alcaldía, a donde iba diariamente, trabajan una treintena de empleados, que tendrán que someterse a tests.

"Hay un poco de preocupación y de ansiedad en mi comuna; las noticias circulan, está claro. Espero que yo sea el único infectado", desea.

Como todos sus colegas del norte de Italia, Mazzocchi ha tenido que gestionar en los últimos días las angustias de sus vecinos, tratando de tranquilizar, desdramatizar y hacer cumplir en calma las consignas gubernamentales del cierre de escuelas e iglesias. Paradójicamente, es el primer alcalde afectado.

"Los alcaldes están en primera línea. Absorben todo, para lo bueno y para lo malo. Hay que tratar de tranquilizar, mantener la calma, pero la gente se alarma. Muchos piden que se les hagan las pruebas para saber si tienen el coronavirus. ¡Hay que mantener la calma! Soy yo el infectado, soy yo quien tendría que darse golpes contra la pared", dice en tono sarcástico.

"Vivimos un momento extraño. Por mi parte, creo que hay un poco de exageración, si se compara a los daños que causa la gripe con relación al coronavirus. Pero es todo el sistema el que se tambalea, las aulas cerradas, la economía de la región. Muchas empresas se encuentran en la zona roja y la gente no puede ir a trabajar", lamenta.

"Muchos proyectos se suspenden. Por ejemplo, estamos hermanados con Fontenay-sous-bois, en las afueras de París, y estaban previstos intercambios escolares. Se han anulado. Son proyectos que tardan años en montarse...", dice Mazzocchi entristecido.

Pero que no cunda el pánico, la consigna oída mil veces en la región en los últimos días: "hay que seguir adelante".

cf/glr/lch/af/zm