"Hacer cine fuera de Buenos Aires es casi imposible", según directora argentina

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Clarisa Navas conoce la periferia de la ciudad argentina de Corrientes como la palma de su mano. Popular, depauperada, en sus calles los adolescentes exploran a modo de resistencia su identidad sexual, una búsqueda que la directora plasma en "Las mil y una", seleccionada en la Berlinale.

La película abrió la sección Panorama del festival de cine de Berlín, donde este año las jóvenes directoras argentinas dieron el salto: Natalia Meta compite con "El prófugo" por el Oso de Oro, Agustina Comedi aspira al mejor cortometraje y Sol Berruezo y Martina Matzkin destacan en el programa juvenil Generation.

Oriunda del barrio Mil Viviendas, Navas ("Hoy partido a las 3") expone a la luz de la cámara un entramado de cuerpos adolescentes atraídos por la homosexualidad, adeptos a grabarse en video y a informarse sobre sexo y métodos de protección en internet.

Entre habitaciones estrechas, esquinas callejeras y escaleras polvorientas, los jóvenes se buscan con afán tratando de huir del 'qué dirán' del mundo adulto que los juzga y condena.

En el centro de esta película "personal" para Navas, de 30 años, está la historia de amor de Iris, una "niña buena" aficionada al básquetbol, y Renata, víctima de los excesos y de su mala reputación.

Pregunta: ¿Cómo nace la idea de este segundo largometraje?

Respuesta: De una vivencia muy personal en ese barrio. Está construida con gestos y sensibilidades que tienen que ver con un momento muy específico de mi adolescencia y el hecho de ser residente en una periferia. Refleja un grupo de amigos que forman una especie de resistencia frente a un contexto hostil.

P: ¿Cómo se crearon estos barrios periféricos de Corrientes?

R: Son barrios de viviendas que fueron construidos en los años 1980 y que fueron cayendo en decadencia. Me parecía que era un lugar donde faltaba construir imágenes porque el cine argentino no se detiene en estas zonas, en esta clase media baja, con adolescentes sin perspectivas de futuro.

P: La homosexualidad es la orientación mayoritaria de sus personajes. ¿Se ajusta a la realidad?

R: Es que esta nueva generación pasa por una construcción identitaria mucho más móvil. Por ejemplo, una joven puede no considerarse lesbiana, pero le puede gustar una muchacha en particular. Aun así, en el norte de Argentina, sigue siendo muy difícil ser libre con una orientación sexual diferente.

P: ¿Cómo llevó a cabo el 'casting'?

R: Casi todo el elenco es originario de estos barrios y muchos actores vivieron experiencias similares a las de sus personajes. Yo ya conocía de cerca sus vidas y tenía una gran afinidad con ellos. Solo la protagonista (Iris, Sofía Cabrera) no había actuado nunca antes.

P: Las escenas están filmadas pegadas a los cuerpos.

R: Sí, fue un proceso muy largo. Quería recuperar la cotidianeidad del cuerpo, porque hoy en día está muy ausente, con todos estos dispositivos tecnológicos que nos llevan a ausentarnos físicamente.

P: ¿La gran presencia de Argentina en la Berlinale ilustra el buen momento de su cine pese a la crisis?

R: El cine siempre fue una industria exceptuada de las crisis, porque corresponde en general a una clase privilegiada que se ve menos afectada. Por lo tanto, no refleja la crisis gigante que está viviendo el país. Se trata de un segmento muy chiquito, muy centrado en Buenos Aires. Pensar en hacer cine fuera, en otras partes de Argentina es casi imposible.

P: ¿Cómo explica este auge de las directoras argentinas?

R: ¡Está buenísimo! Hay un gran trabajo de cupos de mujeres y también una nueva generación femenina que se está formando en cine. Su presencia en la Berlinale es muy representativa y sirve para seguir luchando en favor de nuevas políticas inclusivas.

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