En Siria, menores traumatizados por la guerra y condenados al exilio

Compartir
Compartir articulo

Mustafá, d 12 años, e Inés, de 9, ayudan a sus padres a cargar la camioneta antes de huir de la mortífera ofensiva del régimen en el noroeste de Siria, pero un bombardeo a pocas calles de distancia siembra el pánico.

Instintivamente, Mustafá mete su cabeza entre los hombros y se precipita hacia el vehículo donde se apilan alfombras y mantas, seguido por su hermana, aterrorizada, quien se tapa los oídos.

Una escena corriente en esta región, donde los bombardeos y los ataques aéreos del régimen y su aliado ruso provocan desde hace dos meses un éxodo de una magnitud sin precedentes.

"Nuestra vida se reduce a esto: bombardeos y miedo", explica Abu Mohamed, el padre de Mustafá e Inés. La familia vivía desde hacía apenas un mes en Daret Ezza, en la campiña montañosa del oeste de la provincia de Alepo, una zona dominada por yihadistas y rebeldes contra los que se lanzó la ofensiva del régimen.

Abu Mohamed, originario del sur de la provincia vecina de Idlib, ya no cuenta el número de veces que su familia ha sido desplazada por la violencia. "Es nuestro miedo por los niños lo que nos impulsa a marcharnos", añade al quincuagenario con los cabellos grises.

-Traumas psicológicos de los niños-

Cuando la familia llegó a Daret Ezza, tomó lo único que encontró como alojamiento, un taller con paredes negras, donde la única habitación está separada del patio por una simple lona rota.

"Esto es todo lo que podíamos pagar", explica Abu Mohamed, que cuenta que los niños, ya debilitados, sufrieron gripe y otras enfermedades.

Desde principios de diciembre, casi 900.000 personas, según las Naciones Unidas, en su mayoría mujeres y niños, han sido desplazadas por la ofensiva del régimen lanzada contra la provincia de Idlib y los territorios limítrofes, último gran bastión yihadista y rebelde en Siria.

"No se puede calmar a los niños cuando oyen el ruido de un avión o de un proyectil", prosigue Abu Mohamed. Inés, una niña muy menuda envuelta en un anorak oscuro con un gorro verde en la cabeza, es la más traumatizada de los cuatro niños que quedan en casa, explica su padre. Por la noche, pone la cabeza debajo de la almohada para no oír el zumbido de los aviones.

"Se paraliza por completo durante los bombardeos", cuenta Abu Mohamed. "Le tapo los oídos y le digo: 'No tengas miedo, es lejos de aquí'. Pero ella grita y llora", suspira el padre.

La familia aún no sabe dónde va a vivir, pero se trasladará a la región de Azaz, al norte de Daret Ezza, considerada más segura por estar situada sobre la frontera con Turquía.

Debido a la falta de espacio en la camioneta, la familia se vio obligada a abandonar una cocina, fuentes, ollas y una máquina de coser.

Y como la cabina no puede acoger a todos, algunos tienen que viajar en la parte trasera del vehículo, sentados sobre un montón de trastos.

Las organizaciones humanitarias no dejan de aletar sobre los traumas psicológicos que sufren los niños en Siria, que pierden sus hogares y sus escuelas, y a veces ven morir a sus familiares.

La oenegé Save the Children, que informó de la muerte de siete niños en el noroeste del país, entre ellos un bebé, advirtió que el número de fallecimientos podría aumentar debido a las condiciones "inhumanas" en que la viven los desplazados.

Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), desde mediados de diciembre más de 400 civiles han muerto, entre ellos 112 niños.

ohk-rh/tgg/mab/age