Un año atrás, una protesta inesperada despertaba a Argelia

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El viernes 22 de febrero de 2019, de manera inesperada en una Argelia que parecía resignada, surgió el "Hirak", un movimiento inédito de protesta que continúa vivo, pero se enfrenta a muchos desafíos al llegar a su primer aniversario.

Menos de seis semanas después, los manifestantes, cada viernes más numerosos, lograron la caída del presidente Abdelaziz Buteflika, en el poder desde hacía 20 años, y su clan. A pesar de este logro, un año más tarde, el "sistema" político rechazado por el "Hirak" se mantiene en su lugar.

El ejército tomó el control de la situación y un ex seguidor de Buteflika lo reemplazó en la presidencia en diciembre, tras una elección desdeñada por la mayoría de los ciudadanos pero que la protesta no pudo impedir.

"Con la elección presidencial pasamos al Segundo Acto, con todo el abanico de improbabilidad, incertidumbre e inestabilidad" que ello implica, explica a la AFP la historiada Karima Dirèche, especialista del Magreb contemporáneo. "Esto se suma a lo que los argelinos dicen desde hace un año: 'Todo se mueve y nada cambia'".

Pero si un año de manifestaciones semanales no pudo con el "sistema", el "Hirak" modificó de manera profunda la realidad política.

- "Toma de conciencia" -

La caída de Buteflika, el encarcelamiento de funcionarios y empresarios corruptos: "Hubo algunos resultados tangibles incluso si la demanda principal de cambio de régimen y de sistema está lejos de haberse logrado", admite Dalia Ghanem, investigadora de Carnegie Middle East Center en Beirut.

Pero el éxito más grande del "Hirak", afirma, "es la toma de conciencia de los argelinos y su deseo de volver a la política sin el miedo a un escensario de guerra civil" entre el ejército y los guerrilleros islamistas, que dejó 200.000 muertos en los años 1990.

Este traumatismo fue explotado por la presidencia Buteflika para desalentar toda protesta, lo que volvía muy improbable eso que finalmente ocurrió el 22 de febrero de 2019.

Unas semanas antes, seguro de sí, el aparato político-militar se preparaba para una presidencial prevista en abril y vista como una formalidad para el saliente jefe de Estado, a pesar de que estaba paralizado, afásico y casi invisible desde un accidente cardiovascular en 2013.

Aislado de los ciudadanos, el régimen siente que se incuba el malestar, pero lo subestima.

Afectada por un desempleo masivo, la juventud  (54% de la población de menos de 30 años) ya no soporta ser representada ante el mundo por un octogenario inmóvil y en silla de ruedas, cuyas escasas apariciones públicas provocan burla en las redes sociales.

El sentimiento de humillación llega a su punto culminante cuando, durante un encuentro en ausencia del jefe de Estado, los burócratas del partido presidencial le hablan a su retrato.

Las convocatorias a manifestar el 22 de febrero se multiplican en las redes sociales. Pero son pocos lo que creen que el movimiento funcionará, hasta ese viernes, cuando la policía desbordada deja a los manifestantes pacíficos llenar las calles, especialmente en Argel.

- ¿Y ahora qué? -

Ahora, "la calle ciudadana aparece como una fuerza de protesta, algo que no existía antes" en un país sin verdadero partido o sindicato de oposición, recuerda Karima Dirèche.

Según Jean-Pierre Filiu, profesor del Instituto de Ciencias Políticas de París, "el Hirak lleva a cabo desde hace un año un doble proceso de reapropiación de la historia nacional y del espacio público. Al tomar el control de la calle de manera duradera y en forma pacífica, la protesta redefinió las reglas del juego político en Argelia marcada hasta aquí por la opacidad y la violencia".

El "Hirak" también mostró la profunda transformación de la sociedad argelina, impulsada por la juventud -en particular las mujeres- diplomada e hiperconectada, y decidida ahora a hacerse oír.

El nuevo presidente Abdelmadjid Tebboune, de 74 años, "tendrá que ocuparse de eso. En su gobierno no podrá hacer como hacían las otros antes. No es posible", estima Karima Dirèche.

Un año después, es cierto que las multitudes son menos numerosas que en la primavera de 2019, pero la movilización mantiene su fuerza y quiere tener influencia en los cambios prometidos por el nuevo presidente, a pesar de sus problemas de estructura y el debate sobre el camino a seguir.

"El movimiento festeja un año el 22 de febrero y tengo ganas de decir 'What’s next?' ('¿Y ahora qué''?)", afirma Dalia Ghanem. "¿Qué se quiere? ¿Qué se pide y cómo se intenta tener resultados tangibles?".

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