Las mujeres "porteadoras" en Marruecos, sin fardo pero sin futuro

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Las mujeres "porteadoras" se han librado de su fardo pero se han quedado sin alternativas. El cierre del puesto fronterizo dedicado a esta actividad entre Marruecos y el enclave español de Ceuta ha desatado una crisis socioeconómica.

"¡Quieren hacer de nosotras mendigos!", se lamenta Fátima. Esta mujer, de unos 50 años, ha trabajado toda su vida como porteadora entre la ciudad marroquí de Castillejos y Ceuta.

Hace cuatro meses, el puesto fronterizo por el que tenía que pasar cerró inesperadamente, según una decisión de Marruecos, que busca luchar contra el contrabando.

Como miles de hombres y mujeres marroquíes, Fátima cruzaba cada día la frontera de esta zona franca, con la espalda doblada por las mercancías españolas libres de impuestos que llevaba a los comerciantes de la ciudad.

"El negocio antes iba bien". Ahora, "ya no hay más trabajo", se queja esta marroquí que "ha criado sola cinco hijos", gracias a este contrabando, tolerado durante mucho tiempo.

A priori, es difícil lamentar la desaparición de una actividad tan dura y arriesgada. En 2017, al menos cuatro porteadoras murieron en avalanchas, lo que hizo que las autoridades lanzaran al año siguiente una iniciativa para utilizar carritos.

Pero esta distribución --de ropa, comida y productos de limpieza-- generaba una actividad comercial que repercutía en toda la región.

Ahora, porteadores y comerciantes dicen estar a la espera de una solución para reconvertirse en otra actividad, según varios testimonios recogidos por la AFP.

Entretanto, Fátima vende baratijas en un mercado de Castillejos. "No gano nada", comenta.

- "Impacto enorme" -

Las autoridades marroquíes han comunicado poco sobre las razones del cierre de este puesto de control.

Nabyl Lakhdar, director general de aduanas, declaró al diario L'Economiste que los productos de contrabando "perjudicaban a la economía al destruir el sector productivo" marroquí.

Pero la realidad es que sin este contrabando, la economía de Castillejos y la de Ceuta funcionan al ralentí. "El impacto es enorme", asegura Abdellah Haudour, quien vende mantas españolas en el lado marroquí.

"Los precios han aumentado, el poder de adquisición ha bajado. No hay más clientes", dice, mostrando su caja vacía. "Muchos se han ido de la ciudad", según él.

La estación de autobuses, normalmente llena, está ahora desierta. "Mis ingresos se han dividido por tres", comenta Mimoun el Mourabit, un taxista de 67 años.

Lakhdar recuerda que los porteadores eran "las primeras víctimas" del contrabando. Algunos "mafiosos" se aprovechaban de "su precariedad y su sufrimiento".

Antes, los productos de consumo fabricados en Marruecos no conseguían instalarse en los mercados del norte del país, donde predominaban los productos españoles de contrabando.

- "Crisis grave" -

A principios de enero, un informe parlamentario marroquí preconizaba crear una zona industrial en la región para permitir la reconversión de los porteadores.

Pero "¿quién dará trabajo a porteadoras cincuentonas y analfabetas?", se pregunta Abdellah.

Los artículos introducidos a pie a través del puesto fronterizo de "Tarajal II" no estaban sujetos a impuestos. De ahí los grandes fardos --de hasta varias decenas de kilos-- que acarreaban los portadores.

Actualmente, una reja cierra el paso, vigilado por gendarmes.

El cierre también ha provocado una "grave crisis del comercio" en la ciudad portuaria española, denunció a mediados de diciembre la Confederación de Empresarios de Ceuta (CECE).

A la entrada del enclave, naves de chapa ondulada albergan todo tipo de mercancías enviadas por barco desde el continente europeo. Aquí se realizaba lo esencial del comercio.

"Las tiendas han cerrado, la actividad se ha paralizado. Perdemos nuestro tiempo aquí", cuenta Rachid, de 48 años, en su zapatería.

"Si continúa, voy a tener que echar el cierre. Nosotros dependemos de las autoridades españolas, estamos protegidos por el régimen de la seguridad social. ¿Qué pasa con los marroquíes?", se pregunta.

Jamal, su vecino, que tiene un colmado, habla de "una crisis sin precedentes" durante la que su volumen de negocios se ha desmoronado.

Al mostrar lo que queda sin vender lamenta: "nuestros productos están caducando".

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