Cambio climático: La Amazonía en la encrucijada

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TRAIRAO, Brasil (AP) — Cae la noche en la Amazonía brasileña y dos camiones sin placas salen de la selva. Recorren calles de tierra, alejándose de un parque nacional, cargando troncos de árboles de 300 años.

Tras cubrir un trayecto por una ruta oscura, entregan su carga. Por la mañana, los troncos son cortados en un aserradero remoto, cuyo techo de metal corrugado apenas se puede ver desde la ruta.

La ruta es conocida como la BR-163 y va desde los campos de soja hasta una terminal de exportación en un río. Los taladores estaban apenas al sur del encuentro de la ruta con la BR-230, la famosa Transamazónica. Entre las dos cubren más de 8.000 kilómetros (5.000 millas), cruzando el estado de Pará en el quinto país más grande del mundo.

Construidas en la selva bajo la dictadura militar de la década de 1970, las carreteras tenían por fin someter a la naturaleza a los designios del hombre. Cuatro décadas después, se percibe cierto nivel de desarrollo y empeora la deforestación. Los lugareños temen que el progreso se olvide de ellos.

EL SUEÑO DE LA COLONIZACIÓN

Las carreteras se cruzan por primera vez en la ciudad de Ruropolis, donde el gobierno militar prometió tierras a quienes quisieran incorporarse a una nueva localidad agrícola. Hilquias Soares, de 53 años, recuerda a un empleado del gobierno que gritaba en su pueblo, “¿quién quiere ir a Pará?”.

Su familia decidió probar fortuna. Llegaron justo después de que el presidente Emílio Médici, un general, inaugurase el pueblo. Material de archivo muestra a Médici descubriendo una placa que dice: “El pueblo brasileño responde a los desafíos de la historia, ocupando el corazón de la Amazonía”.

“Se soñaba con la colonización, con conseguir tierra y ver si podíamos tener mejores condiciones económicas”, dijo Dedé Dinz, de 69 años, en su casa. “Mucha gente no reconoce lo que hicimos, las cosas por las que peleamos”.

Diniz examina una foto que tomó de Médici y, debajo de ella en su álbum, otra de un camión varado en el barro. Nada que ver con el cuadro bucólico de su pared que muestra los surcos de las granjas y la selva del otro lado de la carretera, donde un máquina repara el camino.

Bromea que pronto actualizará el cuadro, con caminos asfaltados. Ese tramo debería ser pavimentado en el 2021. Ya ha empezado a llegar gente de otros estados para comprar tierra para criar ganado.

El presidente Jair Bolsonaro, un excapitán del ejército, ganó las elecciones del año pasado con el apoyo del campo, de los camioneros y de los mineros, tras revivir proyectos para desarrollar la selva tropical más grande del mundo. Pero lo hizo en otra etapa de la historia humana, en la que los científicos dicen que la Amazonía debe permanecer como está para absorber el dióxido de carbono del aire y ayudar a contrarrestar los efectos del cambio climático. Algunos sostienen asimismo que la Amazonía, que ha perdido un 20% de su vegetación original, se acerca a un punto irreversible, lo que coloca a Brasil en una encrucijada.

LOS CAMIONEROS

Desde Ruropolis, la Transamazónica y la BR-163 avanzan conjuntamente hacia el oeste a lo largo de 112 kilómetros (70 millas) antes de bifurcarse en una pequeña rotonda. Durante las cosechas de soja y de maíz, 2.600 camiones pasan por allí todos los días de y hacia el río Tapajos.

La carga de sus contenedores es depositada en barcazas. Luego de un viaje río abajo que dura varios días, los granos son cargados en barcos que los llevan a todo el mundo, sobre todo a China.

La red transoceánica parece algo muy distante para los choferes que comen carne asada y tazones de acai en las paradas para camiones. Mientras ellos comen, mecánicos llenos de grasa reemplazan amortiguadores desgastados y neumáticos pinchados.

Al comenzar el gobierno de Bolsonaro faltaban pavimentar poco más de 50 kilómetros (32 millas) de la BR-163 que desemboca en la Transamazónica. Las lluvias habían convertido ese tramo en un barrial intransitable. Sandro Vieira recuerda un tremendo embotellamiento de hace dos años. Durante una semana comió pan, café y maníes. Aún hoy lo enferma el olor a maní.

El gobierno de Bolsonaro terminó de pavimentar la ruta de la soja. El proyecto, que se demoró décadas, es la primera de varias obras públicas que se vienen, según el ministro de infraestructura Tarcísio de Freitas. Incluido un ferrocarril para transportar granos a lo largo de la BR-163,

Un video promocional del ministerio para inversionistas extranjeros muestra venados y otros animales en sus hábitats, viviendo en armonía con las carreteras.

“Sabemos que Brasil tiene una responsabilidad con el mundo, y la vamos a cumplir”, dijo de Freitas.

MEJORES ACCESOS

Las carreteras en sí no son un problema, según Paulo Barreto, ingeniero forestal e investigador de la organización ambientalista Imazon.

Lo preocupante, agregó, es que el mejor acceso ha sido acompañado por la retórica de Bolsonaro que envalentona a los taladores ilegales al tiempo que su gobierno socava a su propio regulador del medio ambiente.

“Si esto continúa, la deforestación va a dispararse en esta región”, expresó Barreto.

Información oficial indica que la deforestación de la Amazonía aumentó casi un 30% en los 12 meses que terminaron en julio, su nivel más alto en 11 años. El estado de Pará sufrió el 40% de esas pérdidas.

Paulo Bezerra, líder de la tribu indígena de los mundurukus, que viven cerca de las carreteras, dijo en una entrevista que los agricultores del Mato Grosso y de otros estados usan tractores para desenterrar árboles por su zona y que tratan de intimidar a los indígenas para que no digan nada. Dicen que temen ser asesinados.

Cuando la atención del mundo se concentró en agosto en Brasil por unos incendios en la Amazonía, Bolsonaro sostuvo que la quema de árboles es una práctica normal para limpiar tierras para cultivar o ser usadas como pasturas.

Qué tipo de desarrollo debe alentar Brasil y hasta qué grado son preguntas que se hace en la conferencia climática en curso en Madrid.

El ministro del medio ambiente Ricardo Salles dijo en una entrevista que en Madrid que los pobladores de la Amazonía seguirán realizando actividades ilegales si no hay desarrollo económico en la zona.

EL BOOM DE LA SOJA

La pavimentación de la BR-163 garantiza que la soja y el maíz pueden circular ininterrumpidamente, lo que permite aumentar las cosechas y crear nuevos puntos de embarque en los ríos. El gobierno dice que las exportaciones pueden llegar a los 25 millones de toneladas en el 2024, comparado con los 10 millones de este año.

Más soja implica más transportes. Obreros hace poco esparcieron cemento en una gasolinera en construcción cerca del cruce de las dos rutas, que podrá recibir hasta 760 camiones.

Edeon Ferreira, director ejecutivo de la agrupación de transportistas de soja y maíz Pró-Logística, dijo que un tráfico más intenso generará empleos en restaurantes y hoteles, así como una mayor demanda de mecánicos de camiones. Habló mientras encabezaba un grupo de agricultores de soja del Mato Grosso que inspeccionaban 4.600 kilómetros (2.900 millas) de carreteras por la Amazonía.

Ferreira dijo que el Mato Grosso puede cultivar lo suficiente en pasturas deterioradas, sin deforestación, ya que la ganadería es cada vez más eficiente. Pero Barreto, del Imazon, afirmó que no se puede aumentar la productividad automáticamente. Los agricultores deben decidir si es más barato invertir en tecnologías nuevas o deforestar zonas que el gobierno, aunque sea tácitamente, pone a disposición.

Para apoyar los estados de la Amazonía, Salles dijo que Brasil espera reforzar un fondo creado por el Acuerdo Climático de París. El gobierno, no obstante, todavía no ha dado detalles de las medidas, los objetivos ni los recursos vinculados con los esfuerzos por combatir la deforestación.

Cada vez hay menos tiempo. La Amazonía se torna más cálida y más seca, y pierde su capacidad de reciclar agua. La mayor parte de ese territorio puede pasar a ser una sabana en 15 o 30 años, según Carlos Nobre, científico de la Universidad de Sao Paulo especializado en el clima.

ORDEN Y PROGRESO

En las dos últimas décadas se estuvo plantando mucha soja en la parte norte de la BR-163. A un lado de la ruta se encuentra el parque nacional Tapajos y del otro hay tierra cultivable. Hay incendios en la zona. En un sector la brisa arrastró ceniza negra hacia la parte protegida.

“Los bosques nacionales son una reserva importante para el país y para el mundo”, dijo Manoel de Souza, de 59 años, que coordina la federación de comunidades tradicionales de los bosques Tapajos. “La soja también es importante, pero debe ser manejada de modo tal que no estén una encima de la otra, afectándose mutuamente”.

Al norte del bosque está Belterra, que supo ser una selva cuando João Ferreira era un niño. Hoy su terreno es una isla con sombra en medio de un enorme sector cultivado. Le siguen diciendo “Joao el de la miel” aunque ya no queda ninguna de las 1.000 colmenas que tenía. Las abejas desaparecieron, expulsadas por la llegada del sector agrícola hace 20 años, señaló Joao, de 59 años.

Se queja de que la agricultura acabó con la selva y que las nuevas maquinarias generan pocos empleos y no benefician a los lugareños. En una protesta solitaria, pintó versiones alteradas de la bandera brasileña y las colgó en su patio. Tienen signos de interrogación donde va el lema “Orden y Progreso”, porque dice que ya no está muy seguro de que Brasil tenga nada de eso.

“Un día llega el progreso”, señaló, “y trae consigo el deterioro”.

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Biller está en https://twitter.com/DLBiller, Correa en https://twitter.com/leo_correa

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La productora de AP Dorothee Thiesing colaboró en este despacho desde Madrid.

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El Departamento de Salud y Ciencias de la Associated Press recibe apoyo del Departamento de Educación Científica del Instituto Médico Howard Hughes. La AP es la única responsable de todo el contenido.