Mauricio Macri, entre la impotencia económica y la apuesta por el caos del kirchnerismo

Compartir
Compartir articulo
Télam
Télam

Nuestra sociedad deambula entre la salida de la crisis política y la impotencia frente a la coyuntura económica. El caos heredado de Cristina y sus muchachos nada tiene que ver con lo que en su momento logro el gobierno de Duhalde y su equipo económico, coherencia que heredó Néstor y que fue desarmando con su autoritaria mirada de que solo los empleados servían para ser sus ministros.


Pero -al menos- Néstor degradó a los funcionarios sin destruir la coherencia. Finalmente Cristina eligió el camino de esa supuesta izquierda que imagina al Estado como un espacio sin límites y a lo privado como su enemigo. Eso en el mundo se llama "burocracia" y, rara coincidencia, en la Unión Soviética lo denominaban la Nomenklatura. Digo coincidencia por la letra k, en lo demás todas las burocracias son parecidas: terminan siempre enfrentadas con los que producen; no es el poder del Estado por sobre los privados como en las sociedades maduras, es el poder de los vagos sobre los que trabajan, y esa terminó siendo la herencia del cristinismo, espacio donde las supuestas ideologías solo cumplieron la función de ofrecerle una cobertura a la ambición.


No quise hacer una defensa de Néstor que nunca imaginó cuál era el fruto del destino colectivo metiendo la mano en su concepción del poder absoluto y ejecutado en el más duro nepotismo. Importa demostrar que en política económica los liberales de Menem como los marxistas de Cristina, ambos extremos de teorías vencidas por la realidad, terminan llevando la sociedad a una crisis. El centro-derecha liberal de mercado es la primera vez que gana una elección, pero gobernaron siempre que hubo golpe, no son una novedad, y hasta lo hicieron con el peronismo -basta recordar al nefasto Celestino Rodrigo o al no menos dañino Domingo Cavallo.


No es por lavar culpas del peronismo, pero los infinitos golpes de Estado hicieron todos una misma profesión de fe liberal. Se recuerdan los tiempos del peronismo, esencialmente, porque fue el ingreso a la revolución industrial, y al poder de los obreros, eso con una dispersión del capital y la ganancia que nunca más se volvió a repetir. El peronismo no era "ni yanqui ni marxista", ambos grupos piensan parecido, y en el fondo aunque haya caído el muro de Berlín, el capitalismo necesita de los frenos del estado para no terminar destruyendo al medio ambiente y a la sociedad.


Es en ese sentido que Macri es mejor que la locura anterior pero no sabemos todavía si esto le alcanza para sacarnos de la crisis. Antes de asumir, le propuse que lleve algún miembro del equipo de Duhalde; hace tiempo en un almuerzo que compartimos con el presidente pude ver que había coincidencias y respeto con Aldo Pignaneli. Pero finalmente, se impuso la fe en los gerentes, como si ellos pudieran trasladar al estado su experiencia de lo privado, y eso es absolutamente absurdo. Son dos visiones distintas, muchas veces antagónicas, manejar el Estado no implica ahorrar y ganar, es algo más complejo, se debe poner primero el costo social, y de eso la mayoría de los CEOs no entienden nada ni les interesa demasiado.


Gobernar solo no es una demostración de poder, convocar a los necesarios jamás será una muestra de debilidad.

Salimos de los burócratas para entrar a los gerentes, esperemos que pronto se acerque la experiencia de la política, que no está en la revolución proletaria ni en la mano invisible del mercado. Somos una sociedad dividida donde hay demasiados que parasitan esa fractura, la cultivan y hasta imaginan que pueden lograr algún triunfo que convierta a la parte en expresión del todo derrotando a los disidentes. Eso era lo que expresaba la ex presidenta, y eso es lo que piensan demasiados, hasta algunos enfrentan a la vez al peronismo, al sindicalismo y al Santo Padre, como si profundizar nuestras divisiones en lugar de ser una irresponsabilidad lo imaginen como una diversión, sin asumir las consecuencias. Si hay algo que nos sobra son personajes que nos dividan, eso sí que no necesitamos importar, aunque algunos asesores y supuestos pensadores extranjeros intenten hacer su aporte.


El kirchnerismo y alguna antigua izquierda pretenden realizar el sueño eterno del estallido social que los lleve a la revolución. Eso vuelve más importante acercar posiciones para construir un consenso con apoyo legislativo y popular y salir del sueño del estallido y sus precursores. Además del caos económico, el cristinismo nos legó un caos social donde todos hablan de justicia como si lo de tirar manteca al techo podría seguir eternamente. Macri no tiene ni buenos ejecutores ni buenas ideas en economía, pero tampoco si ganaba Scioli la hubiéramos pasado mucho mejor. Insisto en que se necesita un acuerdo político sólido para salir de esta situación para siempre. El Estado tiene poder de sobra para manejar la realidad, eso lo demostraron tanto Menem como los Kirchner, pero intentar salir solos creyendo que son los salvadores de la patria, ese camino siempre terminó en el fracaso.


Entre el PRO y el derrotado y decadente kirchnerismo hay una zona amplia de políticos y sociedad que están dispuestos a colaborar, a salir de la mediocridad de "no hacerle el juego al gobierno" o limitaciones mentales por el estilo. Pero se necesita voluntad política y grandeza, pensar en el futuro, salir de la chiquita de tener demasiada soberbia para pequeñas dosis de acierto y talento. Un poco de humildad, y mucho de política, bajando los decibeles a la confrontación, saliendo de esa mirada simple que opina que la culpa y el mal son siempre propiedad del otro.


Estamos en un momento complicado, no el peor pero tampoco el más simple, lo único nuevo que se le puede ofrecer a la sociedad es forjar un acuerdo entre los que entiendan que es necesario. Acotemos al máximo la demencia de los que se imaginan triunfadores por el fracaso ajeno. Solo la política en su más alto nivel nos puede devolver la confianza, y sacar de la inflación, que es económica pero en el fondo, es el más claro reflejo de la impotencia de acordar y construir entre todos.


Y terminemos con la eterna mezcla de omnipotencia y temor. Gobernar solo no es una demostración de poder y mucho menos, pedir ayuda y convocar a los necesarios, jamás será una muestra de debilidad. Aprendamos de una vez por todas que, aún para los cínicos, "la humildad es la variante más sofisticada de la soberbia".