Una nueva Argentina: cuando el mensaje conciliador reemplaza al grito vacío

Por Germán FermoLa concepción política autoritaria desperdició años extraordinariamente positivos y quizá irrepetibles para commodities, principal fuente de riqueza del país

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 Reuters 162
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Tuiteaba días atrás mientras escuchaba a los presidentes Obama y Macri:

"¿Se dan cuenta que no hace falta gritar y agredir al resto de la sociedad para llegar con un mensaje? Cuando no tenés mensaje hace falta el grito".

Y podría complementar este tuit rematándolo con cadenas nacionales diarias y grotescas, anunciando la nada misma pero siempre con un grito hostigador, para dejar la marca nomás, en lo que significaba una secuencia interminable de actuaciones teatrales muy llenas de emoción pero carentes de soluciones. La déKada perdida significó para la Argentina una serie lamentable de calamidades de muy variado origen. La déKada perdida nos embarazó con variados pufos que van desde una inflación acumulada en más del 550%, reservas negativas, desempleo estructural, pérdida crónica de competitividad, destrucción de estadísticas públicas, marginalidad social, inseguridad, hasta un déficit fiscal que hoy asusta y que limitará muchas de las decisiones del actual gobierno. Pero a pesar de la heterogeneidad y enorme variedad de los males concebidos y heredados por la nefasta déKada perdida los mismos, paradójicamente, tuvieron un origen extremadamente homogéneo: el grito teatral permanente y la intención de imponer a través del autoritarismo una visión de país basada en la permanente división y en la descalificación de quien piensa diferente, sólo por tener una concepción distinta.

De un régimen autoritario uno no puede esperar otra cosa. Precisamente, el autoritarismo no tolera la diversidad ideológica, ni el debate. El autoritarismo permanentemente identifica enemigos porque entiende que solo una forma de pensar es la correcta: la de ellos y así estamos y así nos dejaron en lo que probablemente ha sido el saqueo autoritario más enorme que padeció la nación argentina en su historia y a esto lo agrava el hecho de haber transitado años extraordinariamente positivos y quizá irrepetibles para commodities, principal fuente de riqueza de este país. Nos pasamos una déKada peleando batallas quijotescas inútiles que sólo redundaron en pobreza y frustración. Hasta con Uruguay decidimos pelearnos, hermanos de toda la vida.

Con la asunción del Presidente Macri, ya se puede percibir un cambio formidablemente positivo en la forma de interacción política. Una democracia rica en ideas debe dar paso a la heterogeneidad para nutrirse de lo mejor de cada uno. Ser un Presidente inteligente y por sobre todo, republicano y democrático, radica precisamente en no creer que sólo su entorno es capaz de aportar ideas y respetar al que piensa distinto sin tildarlo de enemigo. Planteado de esa forma, un sistema democrático se enriquece permanentemente por el disenso ideológico y esa es la puerta que el actual gobierno ha abierto para todos los argentinos. Como dije varias veces, criticaremos muchas cosas en definitiva, quien tiene a su cargo la enorme tarea de decidir se equivoca, forma parte del proceso, y está en el resto contribuir cada uno en lo suyo de la mejor forma posible.

El actual gobierno puede identificar en el disenso una oportunidad y no una amenaza

Lo cierto es que el autoritarismo ciego y el grito vacío y teatral se han ido de la Argentina y no lo han hecho a costo cero. Un déKada que debió haber sentado las bases para distribuir riqueza dejó sin embargo, un pesado legado que compromete a la Argentina en múltiples dimensiones. La tarea del actual gobierno no será fácil y ya lo estamos viendo. El desafío es enorme pero lo cierto es que ya se siente un sustancial cambio en el clima de negocios e interacciones sociales. Queda claro que el mensaje conciliador del actual Presidente ha reemplazado al odio y a la permanente agresión hacia quienes opinan distinto. Es muy probable que el actual gobierno identifique en el disenso una oportunidad para mejorar su propio accionar y no una amenaza a su existencia.

El presidente Obama ha esgrimido muchas frases interesantes en su estadía por la Argentina, pero de todas ellas rescato una: tomar decisiones socialmente correctas no es un tema de derecha versus izquierda, se reduce simplemente a ejecutar acciones que funcionen. Ojalá este nuevo gobierno siente las bases para que una Argentina caracterizada por el odio y la división pueda escoger un nuevo sendero, el del diálogo y el respeto a quien piensa diferente y a través de este cambio, concentrarse en definir un plan de acción a largo plazo que nos permita crecer de una vez en forma sostenida. Obviamente que para eso nuestro nuevo Presidente necesita de todos nosotros. Ojalá esta vez seamos los argentinos los que votemos por un sendero de diálogo y respeto y desterremos para siempre un relato odioso y vacío que sólo resultó en decadencia, mentira sistemática y pobreza. Quizá el gran desafío del actual Presidente no sea crecer, no sea eliminar la inflación, no sea generar superávit, sino unir nuevamente a la nación argentina. Pero también es cierto que no podrá hacerlo sólo, espero que esta vez los argentinos hayamos comprendido que el grito vacío y el puño cerrado sólo formaban parte de la actuación de un relato carente de soluciones y basado en una mentira sistemática y meramente teatral.


(*) Germán Fermo. Ph.D. in Economics, UCLA, Máster en Economía CEMA. Actualmente se desempeña como Director de MacroFinance y como Director de la Maestría en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella.