El papa presidió el Vía Crucis de Viernes Santo en el Coliseo romano y recordó a los cristianos perseguidos o a los refugiados pero clamó también contra quienes generan sufrimiento, como los curas pederastas o los terroristas.
Provistas de velas y libros de oración, miles de personas asistieron a la procesión de antorchas encendidas durante la noche, en la que prevalecía un clima templado. Los creyentes de diversas partes del mundo se alternaron para cargar una cruz ligera a fin de recordar el sufrimiento de Jesús el día de su crucifixión.