La banalización del narco: aquella atracción inconfesable

La proliferación de series y películas, con su consecuente merchandaising, sobre el mundo del crimen marca una tendencia. ¿Qué hace que querramos, por ejemplo, comprar los mismos modelos de camisa que usa "El Chapo" Guzmán? La revista DEF consultó al psiquiatra y psicoanalista José Eduardo Abadi

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 AFP 163
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Hay algo en la figura y las historias de los narcotraficantes que nos atrapa y fascina. Las series televisivas que retratan sus vidas son las de mayor audiencia, sin importar si se trata de una superproducción o de un programa de bajo costo. En ese sentido, la reciente recaptura del capo mexicano "El Chapo" Guzmán puso en evidencia varios aspectos más propios del mundo del espectáculo, que del crudo y violento narcotráfico.

 Fernando Calzada 163
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Para muestra, un botón. O una camisa, si seguimos el caso de Guzmán. Cuando se conocieron las primeras imágenes de la entrevista que le hizo el actor norteamericano Sean Penn para la revista Rolling Stone, estalló una fiebre por la llamativa prenda que llevaba puesta el capo narco. La hasta entonces poco conocida marca californiana Barabas no dudó en promocionar sus camisas color turquesa y azul marino con filigranas, bajo el título de "las más buscadas". Su precio, 128 dólares.

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¿Qué nos atrae de personajes que, además de ejercer una actividad ilegal, la mayoría de las veces son responsables de cuantiosas muertes y penurias? ¿Por qué son aclamados muchas veces como héroes? ¿Alcanzan sus obras de beneficencia para justificar el cariño que muchas veces les profesa la gente? Para profundizar en el tema, DEF dialogó con el doctor José Eduardo Abadi, médico psiquiatra y psicoanalista.

Lejos y cerca, realidad y ficción

Para empezar, Abadi aclara que esta problemática debe analizarse sin limitarse a situaciones atinentes específicamente al narcotráfico. Es preciso englobar también otras relativas a "la violencia en general, la guerra, o a trasgresiones repetidas e importantes". En esa línea, el psiquiatra puntualiza algunos conceptos propios de lo que él llama "el segundo tiempo de la posmodernidad".

Lo primero que señala tiene que ver con "la naturalización de lo que no es natural, de lo que en realidad es estrictamente adquirido, artificial, producido". Abadi lo explica: "Uno, muchas veces, naturaliza este tipo de acciones o situaciones como si fueran casi inevitables desde lo fisiológico. Esto es lo que suele llamarse banalización: banalizar el narcotráfico".

"Uno, muchas veces, naturaliza este tipo de acciones o situaciones como si fueran casi inevitables desde lo fisiológico. Esto es lo que suele llamarse banalización: banalizar el narcotráfico".

Lo segundo es la tendencia, en este mundo hipermediático, a la espectacularización. "Esto quiere decir que, más que tomar un carácter reflexivo y analítico, que sirva para diferenciar y profundizar con una pregunta válida una respuesta, la espectacularización lo que produce es el efecto: quiere provocar la atracción visual, el encendido del canal o de la radio. En último término, atrapar al espectador o al escucha, es decir, al rating", reflexiona Abadi. "Esta espectacularización termina produciendo un problema que se ha trabajado desde la semiología en los últimos veinte años: una difícil discriminación entre ficción y verdad, entre lo que es una muerte de un ser humano –con toda la carga específica que esto trae– y el número que da la estadística".

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Según el médico psiquiatra, la espectacularización nos pone ante un fenómeno muy curioso desde el punto de vista vincular y relacional: "Nos pone cerca y lejos simultáneamente de lo acontecido. Es decir, esa idea de la ficción y la realidad nos lleva a que, cuando se recibe un dato, una información o un acontecimiento, uno lo cree y no lo cree, es verdad y es mentira a la vez". Por lo tanto, ese acontecimiento sobre el que uno lee u observa, por ejemplo, un ajuste de cuentas ligado al narcotráfico, puede convertirse en experiencia personal y en capital de uno para entender mejor las cosas, o puede quedar simplemente como un acontecimiento que, como el aceite, corre y se escapa.

Ahora la fantasía es que puedo meterme en un mundo que no quiero, que condeno, pero que en un aspecto inconsciente mío me despierta una curiosidad y una fascinación, ilusión de omnipotencia

Abadi también señala que con este tipo de personajes o situaciones se da un "atractivo difuso". "No se trata de un atractivo plano y tranquilo, sino de uno picante, con grietas, con angustias. Es el atractivo que produce la trasgresión, lo que genera aquella figura que rompe con el código cultural, aquella figura que rompe con el límite que convierte nuestro convivir en algo posible".

Esto de ninguna manera quiere decir que esa trasgresión nos guste de un modo llano y simple: "No se admira en el criterio valorativo, pero sí se produce una extraña fascinación, ese efecto ambiguo que genera aquello que se liga a lo egoísta narcisista, a lo destructivo, a lo instintivo, es decir, a aquello que escapa al código que hace que los seres humanos podamos vivir en sociedad y lo rompe".

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De esta forma, figuras como las de los narcotraficantes atraen, porque, de acuerdo con Abadi, "además despiertan una ilusión que está latiendo en el inconsciente del ser humano y a la que ha tenido que renunciar costosamente: la fantasía de omnipotencia". El médico psiquiatra explica que se trata de un punto en el que "un sujeto –a través de una línea que llamaríamos la trasgresión, el delito, lo destructivo, lo dañino– emerge como una figura que deshace los límites del sistema y aparece fantasiosamente a nivel inconsciente (a veces a nivel consiente también) como dueño de una omnipotencia que tienta la ilusión omnipotente de todo ser humano, el cual, a lo largo de su existir, ha debido renunciar y saber que es finito, mortal y limitado".

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Un mosaico de afectos

Otro punto importante al que hace alusión José Eduardo Abadi tiene que ver con el miedo. "No olvidemos este punto, que es fundamental y clave para entender el acercamiento afectivo de la gente a estas series televisivas tan populares sobre el narco", advierte. Sin desconocer que están producidas con todo el know how de cómo se hace un thriller, el psiquiatra y psicoanalista asegura que "el miedo produce no sólo un efecto de rechazo o de fuga, sino, a veces también, de atrapamiento". De esta forma, en algún momento, uno ve aquello porque queda atrapado por la inmovilidad del miedo y por la fantasía inconsciente de controlar lo que ocurre. "El miedo ejerce como un sometimiento hipnótico", subraya. "Por un lado, lo miro y lo veo, pero está allí y yo acá; lo controlo".

Los seres humanos somos un mosaico de afectos, sentimientos, contradicciones, ambivalencias... Para construir estos personajes, los autores saben dónde acentuar el aspecto cariñoso, paternal, y dónde el destructivo, o el político incisivo

Siguiendo con el análisis de las series, Abadi destaca: "Los seres humanos somos un mosaico de afectos, sentimientos, contradicciones, ambivalencias... Para construir estos personajes, los autores saben dónde acentuar el aspecto cariñoso, paternal, y dónde el destructivo, o el político incisivo". Es decir, hay una distribución de afectos y situaciones que tienen que ver con este mosaico que somos todos.

Como ejemplo claro de esto, el psiquiatra cita la escena clásica de la película El Padrino, cuando mientras Michael Corleone bautiza a su sobrino, se ejecuta su orden de matar a todos los rivales. "Por un lado, la Iglesia y el amor familiar, y por el otro, la furia tanática y el asesinato. Eso creaba los sentimientos más ambivalentes en todos nosotros".

Lo mismo sucede cuando se justifica al narco porque les daba plata a los pobres, o porque era buen padre. "¿Y qué?", se pregunta Abadi. "Estamos hablando de aspectos que hacen a una intrincada complejidad, pero de algo que es ajeno a una sociedad con límites y pautas por seguir, y donde si no se respetan, nos matan a todos".

Para finalizar, Abadi recuerda que todo lo que muestran las series, las películas o las redes sociales era un mundo secreto. "Ahora la fantasía es que puedo meterme en un mundo que no quiero, que condeno, pero que en un aspecto inconsciente mío me despierta una curiosidad y una fascinación, que quiero controlar. Lo que era algo absolutamente ajeno a mi conocimiento o a mi vouyerismo, ahora se convierte en pasivo de ser penetrado. Esto genera un atractivo enorme, que es lo que sucede con todas estas cosas. Antes estaban en una lateralidad y marginalidad total. Estos códigos de la posmodernidad los ponen, pantalla mediante, en el centro de la escena".

El auge de las narconovelas

Desde hace varios años, el tema del narcotráfico en las series de televisión ha captado millones de fanáticos a través de personajes que logran hacer sus negociados por fuera de la ley hasta que finalmente caen en manos de las autoridades gubernamentales.

Biografías de capos narcos e historias vinculadas a casos policiales famosos son los recursos más utilizados por los productores de éxitos como El patrón del mal y La reina del Sur. Incluso, la popular plataforma de streaming Netflix promocionó durante meses la superproducción Narcos, basada en la figura del colombiano Pablo Escobar.

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