Otro paso para reinsertar a la Argentina en el mundo

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Aún está en duda la real causa de la inexplicable dilación en la resolución del conflicto con los holdouts. Tal vez por impericia técnica, política o ideológica, o tal vez por simple negligencia e irresponsabilidad de los funcionarios obrantes. O tal vez por todo ello. La realidad es que la historia sacará sus propias conclusiones y ya no vale la pena dilapidar pensamientos ni tiempo en eso. Lo cierto es que luego de algo más de 14 años de estar en estado de default, el mismo está a un paso de quedar como parte de nuestro pasado. Ese pasado que en algunos casos, no nos gustaría recordar nunca. Quedará en el recuerdo popular aquel anuncio de cesación de pagos que realizó Adolfo Rodriguez Saa ante la Asamblea Legislativa en el Congreso Nacional, festejado por todos los presentes con una gran ovación. Hoy casi una década y media después, las consecuencias de todo aquello están a la vista de todos.


Este es un mundo donde no solo basta con creernos que somos buenos ciudadanos y hacer esfuerzos mediáticos por demostrar que de la mano del nuevo gobierno se dejarán de lado las confrontaciones y los malos modos que nos vienen caracterizando desde hace varios años. También hace falta hacer frente a nuestra deuda soberana y asegurar a futuros acreedores e inversores, que Argentina es un país con cierto grado de seriedad en sus cuestiones de deuda externa y relaciones exteriores como así también demostrar que brindaremos la mejor hospitalidad a quien guste invertir (y con ello arriesgar) en suelo argentino.


El pago a los llamados holdouts y la consecuente salida del default hará nacer determinadas consecuencias alentadoras para la Argentina. En principio implicaría que las tasas a las que hoy puede endeudarse el país desciendan drásticamente. Cualquier país que pague sus deudas y tenga un plan económico creíble y sostenible en el tiempo se logra endeudar a tasas que rondan el 5 por ciento anual, la mitad de lo que hoy paga la Argentina. Los porqués son varios, pero para simplificar diremos que dentro de la tasa de interés se encuentra un componente de riesgo que hace que la tasa sea más o menos elevada: si a un país como Argentina le prestan a una tasa más alta que a otros países, a priori es porque el riesgo de prestarle a la Argentina es mayor que el riesgo de prestarle a otros países que ostentan tasas más bajas. Como dice la literatura: a mayor riesgo, mayor rentabilidad.


Las cuestiones de endeudamiento no son un tema menor para un país. Conseguir tasas bajas puede generar el refinanciamiento de deudas que habían sido tomadas a tasas más elevadas logrando una reducción importante del costo de financiamiento, pero por otro lado el endeudamiento es vital para el desarrollo de cualquier economía en vías de desarrollo como lo es hoy la economía argentina.

El endeudamiento no solo es una herramienta del estado nacional. Las provincias y municipios también pueden endeudarse en el exterior, como así también empresas privadas que buscan por diferentes motivos dinero fresco más allá de las fronteras. Actualizar sus tecnologías y ser más productivas y competitivas son parte de los beneficios del acceso al crédito.


Al margen de las características del endeudamiento y el crédito, la normalización de los pagos de los compromisos de deuda en el exterior convierten a la República Argentina en un país más amigable es pos de lograr atraer inversiones permanentes al país. Esto genera no solo el ingreso de dólares sino también la generación de fuentes de trabajo y por supuesto, desarrollo e inserción en los temas del mundo.


Una de las cuestiones que más preocupa a todos los ciudadanos es la batalla contra la inflación, la cual implica ciertas cuestiones básicas: reducir el déficit fiscal, eliminar la emisión monetaria y recomponer las reservas del Banco Central. En cuanto al déficit fiscal, éste se ubicó en los 7 puntos del PBI durante el año 2015. Esta brecha generada por el simple hecho de realizar gastos por encima de los ingresos, se ha vuelto un deleite para la emisión monetaria. Las consecuencias fueron claras y evidentes: sobrante de pesos, presión sobre el dólar y la inflación y detrimento de las reservas debido a restricciones cambiarias y falta de ingreso de divisas. La búsqueda de la normalización de estos factores implicaría a priori utilizar políticas de shock que generarían un aumento de la tasa de desempleo y un estancamiento en la economía en el corto plazo. La posibilidad de acceder al crédito internacional permitiría que estas decisiones sean mucho mas graduales y que parte del impacto negativo que generará la normalización de la economía argentina sea absorbido por el endeudamiento (siempre considerando tasas razonables) y por la posibilidad de que ingresen inversiones al país, recomponiendo nuestras reservas del Banco Central e intentando reactivar la economía, logrando que el costo social de las medidas que se tomen para combatir la inflación sea el menor posible.


La regularización de la deuda pública es un paso hacia el futuro, pero que no puede avanzar en solitario. Debe ir acompañado por una impecable disciplina fiscal: sin la eliminación en el mediano plazo del déficit fiscal, el arreglo con los holdouts habrá sido solo un breve descanso en un camino donde el final sería inevitablemente una nueva crisis financiera y económica.


No sabemos a ciencia cierta que es lo que nos depara el destino y menos aún el futuro económico en un país donde la imprevisibilidad y los cambios brucos han sido parte de nuestro andar por la historia, pero si sabemos ciertamente cuáles han sido las consecuencias de alejarnos de las normalidades del mundo: estancamiento del PBI, déficit fiscal record, estanflación (inflación acompañada de recesión), falta de crédito y falta de creación de empleo de manera sostenida. Esperemos que este sea otro paso más para hacer de Argentina, un país que pertenezca al mundo.


El autor es especialista en economía y finanzas y docente universitario. En Twitter: @madorni