Los temas que definirán las elecciones en Estados Unidos

Barack Obama se impuso en 2008 y 2012 en comicios que estuvieron marcados por la crisis económica. Las encuestas muestran que hoy la situación es muy distinta. Claves del éxito de Trump

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El magnate Donald Trump Reuters 163
El magnate Donald Trump Reuters 163

"¡Es la economía, estúpido!". La frase, repetida una y mil veces en los últimos años, fue obra de James Carville, asesor estrella de Bill Clinton en la campaña que lo llevó a la presidencia en 1992. Su victoria sobre George H. W. Bush, que entonces era presidente, se cimentó en las críticas a su gestión económica.

Clinton gobernó dos períodos consecutivos y fue sucedido en 2001 por George W. Bush, hijo del hombre al que había derrotado nueve años antes. A diferencia de su padre, Junior logró la reelección apoyándose en su agresiva política exterior, que convenció a la mayoría de los estadounidenses, todavía sensibilizados por los brutales atentados del 11 de septiembre de 2001.

Un demócrata volvió a la Casa Blanca en 2009. Y la economía fue nuevamente la clave del éxito, ya que si algo supo hacer Barack Obama fue persuadir a los ciudadanos de que él era el indicado para sacar al país de la peor crisis que sufría desde 1930.

Durante la campaña de 2012, en la que buscaba su reelección, Obama ridiculizó a su rival, Mitt Romney, al recordarle que "la Guerra Fría se terminó hace más de 20 años". "Usted parece querer importar las políticas exteriores de la década de 1980", espetó el mandatario, que lograría después un cómodo triunfo para gobernar otros cuatro años.

La política de Estados Unidos es cíclica. Si bien la Guerra Fría no regresó, la sensación de la campaña para elegir al futuro presidente en noviembre de 2016 es el republicano Donald Trump, cuyo discurso explosivo parece sacado de aquella época. Es que el éxito del magnate en los sondeos se explica por su capacidad para leer el viraje de la opinión pública.

Una encuesta realizada por el Pew Research Center entre el 8 y el 13 de diciembre de 2015 da cuenta de esa profunda mutación. Hoy, por primera vez en muchos años, los problemas de política exterior están al tope de las preocupaciones de la gente, con un 32% de menciones. La economía está bastante lejos, con un 23 por ciento.

El panorama era muy distinto en 2012. Los problemas económicos lideraban cómodamente, con un 58%, y la política exterior sumaba apenas un 6%, y se ubicaba por debajo de la corrupción (9%). La diferencia era aún más nítida en 2009, cuando asumió Obama: en plena crisis, la economía era el tema central para el 80% de las personas.

Si se analiza la evolución de las preocupaciones ciudadanas a lo largo de los siete años de la gestión Obama se pueden inferir algunos de sus éxitos y de sus cuentas pendientes. El caso más claro es el de los problemas asociados a la crisis financiera, que de la mano de la recuperación en materia de crecimiento, empleo y consumo, no pararon de caer. Otro ejemplo es el del sistema de salud, que en agosto de 2009, cuando estaba en pleno debate la ambiciosa reforma conocida como Obamacare, se ubicaba segundo con un 20 por ciento. Tras algunos inconvenientes de implementación al principio, el nuevo esquema sanitario se afianzó y se fue desvaneciendo como un punto de preocupación. En 2015, sólo lo mencionaba el 3% de los encuestados.

Por el contrario, la política exterior del mandatario, que en un primer momento no despertaba mayores reproches entre la media de la población, desde 2012 empezó a estar en el ojo de la tormenta. Más allá de las opiniones encontradas que tienen los especialistas, la realidad es que muchos estadounidenses no están satisfechos con la manera en que se vienen manejando las relaciones con el mundo.

Cuando se pregunta directamente por el nivel de aprobación en distintas áreas de la administración se encuentran respuestas concordantes con éste proceso. La satisfacción con la gestión económica, que había caído de 42 a 35% entre comienzos de 2010 y fines de 2011, volvió a crecer y llegó a 43% en diciembre de 2015. La aprobación de la política inmigratoria experimentó un avance sostenido, de 30 a 44% entre 2010 y 2013, después cayó ante la imposibilidad de concretar en el Congreso la anunciada reforma, y finalmente tuvo un ligero repunte luego de las medidas ejecutivas implementadas por el presidente.

Si hay un campo en el que la satisfacción de los estadounidenses se derrumbó es en el combate al terrorismo. Durante el primer mandato se ubicó siempre por encima del 50% y terminó en 65 por ciento. Pero desde entonces, en consonancia con el ascenso de Estado Islámico como amenaza global, no detuvo su caída, y cerró 2015 en sólo 37 por ciento.

Esto coincide con el crecimiento de la preocupación que genera el extremismo islámico. En 2011 sólo el 37% manifestaba sentir "mucha preocupación". En 2015, esa proporción trepó hasta 62 por ciento.

El estudio de Pew Research hace una pregunta muy interesante: "¿Cómo califica la política exterior de Obama?". Hasta 2012 se repartían en partes prácticamente iguales los que la consideraban correcta y los que pensaban que no era lo suficientemente dura. Sin embargo, a partir de ese momento, los últimos empezaron a ser cada vez más, hasta alcanzar el 58%, mientras que los primeros descendieron al 34 por ciento.

En el mismo sentido, al indagar sobre los aspectos de la política antiterrorista que generan reparos, en el último sondeo el 56% decía que "no protege lo suficientemente al país". En cambio, apenas el 28% se mostraba inquieto porque podía restringir las libertades civiles.

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El diagnóstico que hace el votante medio es bastante prístino: ve con creciente temor el avance del terrorismo internacional, y siente que las políticas implementadas para combatirlo no son efectivas, porque les falta firmeza para proteger a la población. Con estos números en la mano es mucho más fácil comprender por qué la estrella de la campaña presidencial es Trump. Con su discurso beligerante y xenófobo contra los extranjeros y las amenazas externas, y su promesa de "volver a hacer grande a Estados Unidos", está convenciendo a muchas personas. Por ahora, no las suficientes para ser presidente. Pero quizás sí para imponerse en la interna republicana. El desafío de sus rivales es proponer una respuesta alternativa a estas amenazas, que sea al mismo tiempo más racional y convincente para la mayoría de la población. ¿Podrán?