"Ahora sí los tenemos. Vimos las fotos y están con nosotros". La voz de una alta fuente de Santa Fe era, ayer a la mañana, la misma que el sábado, en pleno escándalo, había llamado para decir "no los tenemos". La posibilidad de que se tratara de otra falsa alarma se achicaba y, encima, minutos después de las 8, el vicegobernador Carlos Fascendini (UCR) daba la confirmación pública: "Cristian Lanatta y Víctor Schillaci fueron detenidos". Ya para esa hora, Infobae había publicado que estaba en marcha un operativo en el que iban a conocerse "novedades importantes" sobre los últimos dos prófugos de un escape improbable.
Más allá de la movilización impresionante de recursos materiales y humanos para buscar a los fugitivos, lo cierto es que a los tres los encontraron personas de a pie, que fueron las encargadas de llevar, casi de la mano, a los uniformados hacia sus "presas". Un puestero en un campo y un sereno fueron los verdaderos responsables de poner fin a la locura de tiros y muerte de tres killers que en ocasiones eran culatas (guardaespaldas) de políticos, otras veces se desempeñaban como gestores (manera elegante de disimular al coimero estatal) e incluso, por qué no, asesinos. En el medio hubo policías acribillados y gendarmes desorientados que recibieron heridos de bala vaya a saberse disparadas por quién.
Con los tres asesinos presos, tanto el gobierno de Macri como el de Vidal confirmaron que buscarán reconstruir las fuerzas de seguridad y establecer un mínimo común denominador entre los distintos sectores de la política –los que están preocupados por cosas importantes–, para avanzar con una rápida batería de medidas.
Van desde la profesionalización de las policías, la mejora de las comunicaciones y, sobre todo, con una purga de personas –con uniforme o sin uniforme– que puedan tener alguna conexión con bandas de narcotráfico. Apuntan a los que fueron cómplices y a los que toleraron el funcionamiento de dinámicas de protección de narcos.